Cuando transcurre el ya remoto Año del Señor 1822, es descubierto un plan de cimarrones para tomar El Caney, El Morro santiaguero y el camino a Bayamo.
Mientras, el pirata Pedro el Mallorquín es señor indiscutido en Isla de Pinos.
España adopta un artefacto diabólico, que será intensamente utilizado por el poder colonial: el garrote.
Abren sus puertas la iglesia de Batabanó y la de Guanabo.
Unos campesinos, en tierras del corral Cabezas, fundan el pueblo que tiene tal nombre.
Inaugurado en Santiago el Teatro de la Marina, también llamado del Ayuntamiento.
En la prensa se están dando a conocer partituras de dúos, nocturnos, romanzas, tiranas, oberturas, rondoes, valses y minués.
Un país revuelto
En el aquel ya lejanísimo 1822, Cuba remite diputados a Cortes, Félix Varela entre ellos. Los enviados no logran ninguno de sus objetivos. Sabido esto, no ha de extrañarnos que el país viva en un estado de efervescencia, donde las autoridades siempre están esperando lo peor. El gobernador Mahy, en carta al ministro español de la guerra, se queja con amargura de que el territorio está inundado de predicadores de la independencia.
La Imprenta de Pedro Nolasco Boloña publica Estafas escandalosas de la hacienda pública de La Habana. La pandilla del capitán Domingo Armona, famoso por sus excesos de energúmeno, destruye la imprenta, en la calle Lamparilla, y los esbirros apalean sin misericordia a quienes allí trabajan.
Litografía, y Heredia en uniforme de camuflaje
En aquel año 1822, Santiago Lessieur y Durand, pintor miniaturista francés, instala el primer taller litográfico que funcionó comercialmente en Cuba, donde se imprimía música.
Mientras, el poeta Heredia publica una composición en la cual, usando como disfraz la lucha de griegos contra turcos, transparenta su ideario independentista.
Se ponen de acuerdo para nacer en este año –en perjuicio de la poesía– cuatro autores que la crítica califica como pontífices del mal gusto: Francisco Javier Blanchié, José Gonzalo Roldán, Felipe López de Briñas y Narciso Foxá. Cuando les llegue su turno podrán “florecer”, porque estarán acalladas nuestras voces mayores: Heredia, muerto; Plácido, fusilado; Milanés, demente.
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