Cuba vive momentos complejos, difíciles, como gran parte del mundo. El COVID-19 apaga miles de corazones en el planeta. Se paralizan países, y muchas personas sienten pánico ante las muertes cercanas y la posibilidad de perder sus vidas.
Al menos los jóvenes de hoy nunca habíamos visto una pandemia de tal magnitud. Y asusta, claro que asusta un poco. Hay que mantener la calma, pero con plena conciencia del riesgo, y la necesidad de cumplir las medidas preventivas.
En medio de todo continúan las provocaciones, campañas mediáticas y acciones en contra de Cuba y sus esencias. Cada decisión de nuestro gobierno parece mirada con una lupa que solo tergiversa y pretende crear desconfianza y malestar colectivo.
Resulta casi increíble que incluso la ayuda a las personas a bordo del crucero británico MS Braemar, con cinco casos confirmados del nuevo coronavirus, haya sido blanco de críticas. Eso solo confirma la calaña de quienes están como enfermos, pero del alma y la mente de tanto odio contra esta nación de bondad, fuerza y retos.
Ahora circula la noticia de una subasta de la bandera cubana, la misma utilizada en un performance humillante que intentó sustentarse en ella como segunda piel durante 24 horas por un mes. No incluimos fotos de esos actos, porque en verdad resulta denigrante. Quienes respetamos y amamos verdaderamente la bandera con lo que ella significa la llevamos en el corazón, en lo más profundo de nuestras entrañas y en el orgullo de seres humanos conocedores de su historia.
En la guerra simbólica actual ya no solo se disparan balas enmascaradas, alejadas de ruidos y grandes explosiones, con la pretensión de socavar cimientos ideológicos, penetrar en las sensibilidades y circular como veneno en las mareas de los pueblos. Ahora también quieren escándalo, bulla, personajes de supuestas víctimas…, por eso la dimensión de las provocaciones. Detrás de estos hechos hay dólares, una campaña mediática y mucha “malaleche”.
En esta ocasión, se mezcla con la pretensión de entregar el dinero resultante de la subasta a la lucha contra el COVID-19. Lo hace la misma persona que repite con demasiada frecuencia las expresiones “régimen”, “dictadura totalitaria” y “muerte asegurada en Cuba por contagio o por hambre”, la misma con varios sucesos de desorden público, irrespeto a los demás y a leyes, como la de Símbolos…, la misma que solo desea crear caos. ¿Por qué la misma bandera que ha ultrajado en un acto que humilla a quienes la enarbolaron en el pasado y a quienes tanto la amamos en el presente?
La bandera es mucho más que un dibujo o pedazo de tela. Representa una historia, a un pueblo, a una nación, forma parte de sus esencias, de su alma más pura. Su irrespeto no es algo que merezca pasar inadvertido, sin ser objeto de atención por la ciudadanía en general, pues los hechos en sí adquieren también una dimensión simbólica. Aquí se derramó mucha sangre por ella y se luchó hasta con machetes y púas, con un coraje sin límites.
Lo más favorable sería que todos tengamos plena conciencia de eso, y sintamos esa sensación indescriptible de amor y orgullo al verla ondear, pero también el dolor si alguien intenta humillarla. Lamentablemente, algunos no se comportan con sinceridad, pues son manejados como marionetas al ritmo de las monedas y los billetes.
Fidel siempre tuvo mucha claridad sobre la importancia de los símbolos, las tradiciones y el orgullo colectivo de ser cubanos, como motores para vencer cualquier obstáculo y no dejarse engañar. Tenía plena conciencia de que la única forma de construir una obra verdaderamente perdurable era favorecer la conformación de una identidad popular cada vez más sólida y defensora de la propia Revolución y sus conquistas, como corazón fuerte de un proyecto que aspira a la superación continua.
Nuestra bandera, la de la manigua y las guerras, los sacrificios y las muertes, los sueños y las conquistas, no debiera ser jamás ultrajada. El amor a los símbolos nacionales, la conciencia del pasado y presente, la unidad, la alegría colectiva, los avances y la cubanía, entendida como mezcla de sensaciones, orgullo y resistencia, deben constituir escudos esenciales siempre.
El enfrentamiento al COVID-19 merece la atención sincera de todos, desde la responsabilidad, la solidaridad y el amor como nos pide el gobierno cubano, pues está en riesgo la vida, lo más preciado. Basta de calumnias y patrañas. Cuba necesita el esfuerzo sincero y noble de todos sus hijos.
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