La anarquía del espacio, sobrevivir a pesar de todo
Cuando estás líneas aparezcan impresas online, ya será un hecho la exposición La anarquía del espacio, del fotógrafo español Ángel Marcos, quien regresa a Cuba –en dos oportunidades ha participado en la Bienal de La Habana—, una vez más, con ese laboratorio y ensayo de la imagen en una buena cantidad de países que ha recorrido.
Los espectadores que asistan desde el 21 de julio a la Sala Transitoria del Edificio de Arte Universal, Museo Nacional de Bellas Arte, podrán ver en 27 piezas un cosmos por él creado que agrupa sociedad y modos, las relaciones de subordinación que desprenden vistas desde la economía; las ciudades efervescentes, ultramodernas, frente a lúgubres arquitecturas de supervivencia de las poblaciones de bajos ingresos.
Para que nos comente sobre la muestra y sus motivaciones conversamos con el artista en pleno montaje de la exposición.
- Ángel, vuelve una vez más a La Habana, ¿qué nos trae ahora?
Pues sí, realmente sí que vuelvo y con mucho agrado a La Habana. Tenemos un proyecto que hemos llamado a nivel genérico La anarquía del espacio. Me gusta decir que es un proyecto de habitabilidad en la escasez. Pero, me gustaría que no se evidenciase esta intención como una queja de las condiciones desfavorables que tiene mucha gente. Ni siquiera como una especie de protesta exclusivamente política, no, aunque todo sea político, sino, se viera como una especie de recogida del afecto y de que, en todos los estamentos sociales, se generan estos junto a una búsqueda que no hay que desdeñar.
Con esto no quiero obviar en ningún momento la relación de la vivienda, del hábitat, de las condiciones de vida, sobre todo, la de las personas más desfavorecidas. Lo que quiero hacer es una evidencia de sobrevivir, a pesar de todo y, en ese sobrevivir, que haya una relación afectiva con el otro y con los otros, incluido los objetos que nos rodean.
- A la vista en algunas piezas, la mayoría, se observa ausencia del ser humano, en varias, grandes planos generales; en otras, primeros planos, pero, son otros elementos el foco de atención. Sin embargo, se logra ver lo ontológico por cómo trabaja usted el contexto, háblenos de eso.
Sí, sobre todo, cuando he trabajado en Cuba con una serie completa que pertenecía a un proyecto más amplio, Alrededor del sueño –tuve la ocasión de trabajar en New York, Cuba, China, Ciudad del Vaticano, Madrid, Barcelona—, una de mis determinaciones, supongo que certera ahora que ha pasado el tiempo, fue como quitar, desalojar de personas las calles de La Habana y de otros lugares de Cuba.
Le cuento por qué. En ningún momento quería caer en la anécdota sobre el cubano. Primeramente, la persona, el ser humano, tiene ya una presencia como sujeto y como objeto compositivo y no quería quedarme en esa anécdota, no; decir, ¡qué mulata más guapa! o, ¡qué cubano más listo!, no, no quería eso. Lo que hice fue, las pocas personas que aparecen, que asomaran en plano secundario como bienes e inmuebles de las imágenes.
Al mismo tiempo me empeñé mucho en que los lugares no estén deshabitados sin esas personas, sino, tengan una relación con la vida y esos seres, que tengan contenido y nos hablen de las cosas que pasan, del devenir existencial. Quizá, en estas obras, los que nos hablan de eso son los objetos que aparecen y los territorios urbanos, incluida la arquitectura, bien sea arquitectura rica o pobre.
Si tú cuando fotografías, me parece a mí, los lugares, aunque estén deshabitados y quieres reflejar o contar que ese lugar tiene afecto, sensibilidad, lo único que hay que hacer es llenarlo, no de cariño, sino, de evidencia, de cosas que han acontecido o están por acontecer, eso es lo que hago, sencillamente.
Otra cosa que hay que hacer a toda costa es, mantener la memoria de cada uno. Si tu memoria afectiva, sobre todo, la memoria cargada de afecto, la incorpora a lo que seleccionas, al encuadre, a la luz, me parece que estas cosas surgen.
- Aunque su vehículo de expresión es la fotografía básicamente, en ella desde el tema aparece mucho material humilde y pobre, precisamente de ese desplazamiento etnográfico debido a las grandes economías hegemónicas. ¿Está el arte povera contenido aquí, bien desde la fotografía o el tema?
Yo sin querer, y digo sin querer porque cuando empecé a trabajar en esto que podemos llamar arte o llamémosle como quiera, no tenía el suficiente conocimiento, lo hacía de una forma espontánea. Me di cuenta que siempre trabajo en esto que se ha dado en llamar el arte expandido –“ad hoc”—, más concretamente el arte expandido en lo fotográfico. Digamos, cuando el estamento fotográfico rompe sus propias barreras formales, este campo expandido la hace relacionarla, no sólo con otras disciplinas artísticas, sino con otros materiales.
Es obvio que el arte povera tiene este juego de objetos como de la basura y otros. No me considero que vaya formalmente por ahí, aunque, sin querer se cita en el propio cartel. Hago esto porque incorporo elementos que tienen registro, memoria y, al igual que la fotografía que es un registro del tiempo, pues a lo mejor una chapa oxidada en la intemperie ha recogido tiempo de obturador, tiempo de luz y ahí está la huella.
- Usted tiene una dualidad en su obra, la fotografía a la vez que es arte es documento, ¿la piensa así antes de obturar?
Bueno, si te has dado cuenta, siempre intento romper el documento; cómo lo rompo, con los formatos, con la manipulación y la posición, pero, sí que es cierto que mi trabajo parte de archivos, o sea, yo vine a Cuba, pasé un buen tiempo fotografiando y con eso me hice un álbum fotográfico. A partir de ahí elaboro la pieza, lo que quiere decir que no tiene nada de documento.
- ¿Qué le espera al espectador que vea esta muestra suya?
Emoción, que se sienta afectivamente recompensado.
Fotos cortesía del autor.
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