La amnistía de los moncadistas. 60 Aniversario


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El 15 de mayo de 1955 pudo ser un día como otro cualquiera para el pueblo cubano. No lo fue. Ese domingo salían excarcelados del Reclusorio Nacional para Hombres de Isla de Pinos el joven abogado Fidel Castro y veintinueve de sus compañeros, protagonistas todos de los sucesos del 26 de julio de 1953.

Este grupo de revolucionarios llevaba veintidós meses de encarcelamiento. Haydee Santamaría y Melba Hernández habían salido de prisión el 20 de febrero de 1954, tras saldar sus condenas. Sin embargo, a sus compañeros encarcelados en Nueva Gerona les quedaba entonces mucho más tiempo para terminar sus sanciones. En el caso específico de Fidel, condenado a quince años, su salida en libertad hubiese sido en el mes de julio de 1968.

Una gran movilización de simpatizantes impidió ese absurdo. La amnistía que se vio forzada a decretar la tiranía batistiana en mayo de 1955, resultaría así­ la más importante batalla política ganada por el pueblo hasta ese momento, después del reaccionario golpe militar del 10 de marzo de 1952; con ese triunfo cambiaría radicalmente el curso de nuestra Historia.

Sin embargo, ni llevar adelante esa batalla ni ganarla fueron tareas sencillas. Requirieron mucho talento y perseverancia, mucha fe en sus ideas y mucha firmeza en los principios por parte de los revolucionarios presos, para que tales valores trascendieran al público. Y para que al asumir conciencia de la justeza de esa causa, las masas transformaran su potencial fuerza en acción.

El primer gran escollo a vencer era el odio cerril del régimen hacia Fidel y sus seguidores. Se había materializado en la saña con la que fueron torturados y ultimados más de medio centenar de los heroicos asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes; en la desfiguración con la que la dictadura presentó ante la opinión pública la conducta de los combatientes revolucionarios; en los numerosos planes para asesinar a Fidel en la cárcel provincial de Boniato, y en la incomunicación que se le impuso desde febrero de 1954 en el presidio de Isla de Pinos.

Ese odio también se había expresado en el reiterado rechazo de la tiranía a indultar a los moncadistas, siempre que se planteaba la cuestión de la amnistía a los presos por causas políticas. Así­ había ocurrido a mediados de 1954 cuando se decretaron decenas de excarcelaciones como un golpe efectista ante la inminencia de los comicios del 1º de noviembre de 1954, y después de consumarse aquella farsa electoral. Incluso, al asumir Batista la presidencia el 24 de febrero de 1955.  

El otro gran inconveniente radicaba en la actitud adoptada por las fuerzas políticas de la oposición ante la acción del Moncada. En general, un prolongado silencio, una generalizada falta de solidaridad y, en particular, incomprensión y críticas. Como aisladas: la actividad de sectores juveniles ya en proceso de radicalización que se identificaron de inmediato con los moncadistas, principalmente de la Ortodoxia y del movimiento estudiantil.
Es cierto que la amnistía había logrado algún predicamento como una consigna más en la demagogia electorera que antecedió al 1º de noviembre de 1954; pero, ocurrido el fraude, cayó en el olvido. Solamente se mantuvo con perseverancia para la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), los estudiantes de secundaria, el Frente Cívico de Mujeres Martianas, el Partido Socialista Popular y unas pocas voces aisladas en la prensa que habían iniciado esa campaña desde el mismo mes de octubre de 1953, cuando Fidel Castro y sus compañeros fueron apresados y recluidos en prisión.

En el ámbito del activismo político esa batalla no fue linealmente sostenida, en razón de varios factores y variables situaciones. En primer lugar, hay que considerar la labor de reorganización del movimiento revolucionario integrado por Fidel antes del Moncada, que acometieron Haydee y Melba desde febrero de 1954. En torno a ellas se irá conformando un creciente núcleo de gentes ya preparadas para el enfrentamiento al régimen dictatorial y otras que van asumiendo una posición beligerante.

Centro práctico movilizador de esta actividad: la divulgación de su ideario y la lucha por la excarcelación de los combatientes recluidos, cuyo vehículo fundamental emerge en mayo de 1954 con el Comité de Madres de los Presos Políticos. Aunque de nombre generalizado, lo integraron al inicio las madres de los moncadistas, y se transformó sucesivamente en Comité de Familiares de los Presos Políticos, con miles de tarjetas postales enviadas, miles de cartas, centenares de telegramas, diarias visitas a las redacciones de periódicos, revistas y radiodifusoras; y terminó como un extendido Comité Pro Amnistía de los Presos Políticos.

Mas, desde el punto de vista integral, la batalla por la amnistía no puede verse en abstracto del sentimiento popular de repudio a la tiranía, en el cual juega un papel concientizador la divulgación del folleto La historia me absolverá, con la autodefensa de Fidel, que comienza a circular clandestinamente en octubre de 1954. Sin el conocimiento de los crímenes de la dictadura contra los moncadistas y de la falsedad del sistema jurídico que los condenó; sin el conocimiento de quiénes eran, qué propósitos los alentaban y cuál era su programa, el pueblo tampoco hubiese hecho suya la lucha por su amnistía. Esta fue la función esencial que cumplió La historia me absolverá en aquel momento.

La impresión y distribución del documento significó el fortalecimiento inmediato del núcleo de activistas en torno a los combatientes del 26 de julio de 1953. Interinfluencia biunívoca, a más acción a favor de la amnistía, más conocimiento del ideario moncadista; y a más conocimiento de ese ideario, más acción a favor de la amnistía. Pero eso no fue todo ni lo explica todo.

Así­ empieza el año 1955. Fulgencio Batista toma posesión el 24 de febrero. Restituye la vigencia de la Constitución de 1940. Habla de paz, habla de normalización. Y a la oposición, atomizada, solo queda asumir un nuevo, unánime e inútil reclamo: rechazar los espurios comicios del 1º de noviembre. Pero una cuestión más, no resuelta aún, salta al primer plano de lo evidente: no puede haber paz, no puede haber normalización sin el regreso de los exiliados y mientras permanezcan en las cárceles los presos políticos.

En esa atmósfera pública, miles de personas se incorporan al reclamo del Comité Pro Amnistía. Y comienza la recogida de firmas en las calles para avalar la solicitud al gobierno de una ley que condone los supuestos delitos contra la estabilidad del Estado.
Voces hasta entonces indiferentes a ese reclamo se suman al clamor popular. En un manifiesto que divulgan profusamente los órganos de prensa aparecen reunidas las rúbricas de algunos prohombres de la derecha opositora.

Batista, que se ha opuesto con reiteración al indulto de quienes asaltaron los cuarteles el 26 de julio de 1953, anuncia estar dispuesto ya a dictar una “Amnistía tan amplia como el pueblo aspira”, pero condiciona su otorgamiento a la aceptación previa por parte de los posibles amnistiados del “Propósito de conservación de la tranquilidad entre Gobierno y Oposición”. Grave error, pues no ha previsto la altitud ética del solitario preso político 3859 Fidel Alejandro Castro Ruz.

La contundente respuesta del jefe de los moncadistas será conocida en todo el país a través de la revista Bohemia, el 27 de marzo de 1955. Dijo todo lo que ninguna persona se había atrevido a decir al dictador en esos años. Afirmó rotundo: “No, no estamos cansados. Después de veinte meses nos sentimos firmes y enteros como el primer día. No queremos amnistía al precio de la deshonra. No pasaremos bajo las horcas caudinas de opresores innobles. ¡Mil años de cárcel antes que la humillación! ¡Mil años de cárcel antes que el sacrificio del decoro!”

La reacción del régimen fue mezquina, constituyó un nuevo error: aplicó a Fidel “treinta días de privación de comunicaciones y visitas”, sanción que se hizo extensiva a Raúl Castro “que habita en la misma celda que Fidel”.

Conocida la infamia, la protesta se generalizó en un clamor nacional. Y, sin condición alguna, el 6 de mayo Batista se vio forzado a firmar una ley de amnistía política general que incluyó finalmente a los moncadistas.

El pueblo había roto los cerrojos. Las rejas del presidio se abrieron para Fidel, Raúl y todos sus compañeros del domingo 15 de mayo de 1955.

Se iniciaba así­ una nueva fase del dilatado acontecer insurreccional de la Revolución cubana, época enmarcada entre las estelas que trazarían en el mar dos embarcaciones cuyos nombres han quedado para siempre en nuestra Historia: la motonave El Pinero y el yate Granma.


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