Kiro Russo: “Hacer un cine que genere más preguntas que respuestas”


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Al 43 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano ha traído el cineasta boliviano Kiro Russo su segundo largometraje de ficción, “El gran movimiento”, película que, ganadora de un premio especial del jurado en el más reciente Festival de Venecia, es calificada por muchos como “una sinfonía de la ciudad en las alturas”, tal vez por las múltiples aristas y claroscuros que de la urbe paceña nos muestra.

“Hace algún tiempo Max Eduardo Bautista Uchasara, un amigo de hace 20 años que es “mi chamán” me dijo de hacer una película sobre la ciudad y empezó a flotar en el aire esa idea. Luego pasaron dos cosas fundamentales que me llevaron a un cuestionamiento muy grande sobre lo que es el cine; sobre la estandarización que existe hoy en día de cómo hacer películas; sobre cómo los festivales, sobre todo los grandes festivales, muchas veces dictan qué es lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo. Esa posición de validación de los festivales me parece muy peligrosa, realmente siempre trabajo fuera de eso. 

“En “El gran movimiento” me he dado la libertad de, literalmente, hacer lo que me da la gana y me ha interesado muchísimo más hacer un cine que genere más preguntas que respuestas. Un cine que, definitivamente, no es condescendiente con el espectador. Un cine que sigue sus propias lógicas”.

Desde 2010, Kiro Russo ha mantenido una estrecha relación con las personas que viven en el distrito minero de Huanuni, de donde era oriunda su abuela. De ahí el tema de su ópera prima “Viejo calavera”, del cual el cineasta había decidido desprenderse para adentrarse en la ficción.

“Mi proceso de creación, sobre todo con relación a los personajes es muy particular; no hago castings, por ejemplo. Para mí es muy compleja esa idea de filmar al otro. En Bolivia hay, obviamente, distancias sociales, generacionales y culturales muy enormes. No sólo de clases sociales, sino de épocas que conviven; como de un pasado más remoto, incluso. Y para mí hacer cine se convierte siempre en una forma de encontrar puentes culturales, sociales, pero sobre todo humanos.

“Me interesan las películas no solamente como un resultado final, sino que me interesa muchísimo lo que pasa detrás de las cámaras. Para mí, ese proceso que ocurre ahí detrás tiene mucho que ver con trabajo social muy grande. Entonces, de alguna manera me he comprometido con ciertas personas, tanto que “El gran movimiento” es resultado de mi relación con estos personajes”.

Así explicaba la génesis de su filme en un reciente encuentro con la prensa acreditada al Festival de La Habana.

“En marzo de 2019 comenzamos a rodar y, en la primera jornada, Max me pregunta que si eso es un trabajo. A los siguientes días se empieza a escapar de la filmación hasta que el equipo comienza a andar detrás de él por la ciudad buscándolo. Una cosa un poco rara, éticamente compleja.

“Obviamente, me di cuenta de que todo lo que habíamos hecho; toda la película que había escrito era un fracaso porque a mí me interesaba mucho que él fuera el personaje principal, a como diera lugar. Fue muy fuerte tener que asumir que la película no servía para nada en relación con su realidad.

“Justo por esos días, varios amigos míos llegaron marchando a la ciudad a pedir trabajo, pues las minas ya no tienen el cupo para albergar a tantos trabajadores y muchos que no tienen nada que hacer terminan siendo delincuentes o alcohólicos. 

“Yo tengo una relación muy fuerte con muchos de esos jóvenes desde 2010 y automáticamente me dijeron que eran un gran movimiento y que tal vez me sirviera para algo filmar algunas escenas de lo que estaba pasando. En ese momento me di cuenta de que no podía hacer cualquier ficción de mi cabeza, sino que tenía que seguir lo que me la gente me está pidiendo que haga.

“Por otro lado, tengo un amigo que había entrado en las minas desde los 20 años y está retirado porque padece silicosis avanzada. Tiene 40 años y, de repente, ya no sabe qué hacer con su vida. Son todos estos elementos los que han terminado conformando “El gran movimiento”. 

“He tenido que asumir la libertad de que la película vaya avanzando de acuerdo a las cosas que van pasando. Sin miedo, sobre la marcha y entendiendo cuál película hay que hacer”.

Refiriéndose a la situación actual de la cinematografía boliviana y, en particular, a la relacionada con las minorías del país, Russo señaló:

“En realidad, en Bolivia hay actualmente una gran efervescencia del cine. Es como un nuevo boom del cine boliviano porque en 2019 Evo Morales hizo un Fondo, único que hubo en la historia del país desde 1995. Ese Fondo ha financiado alrededor de 20 películas.  

“Por otro lado, hay un cierto auge del cine en todo el mundo. Es más, siempre hablo de la saturación de imágenes en movimiento que estamos viviendo, lo que a mí me parece además una crisis del cine. No hay tanto contenido que ya nadie ve las películas.

“En mi caso personal, he hecho cine en las minas de Huanuni porque mi abuela era de allí. No pensé seguir trabajando el tema, pero la relación que tengo me obliga de alguna manera. Me parece que eso es más importante de ser retratado que algo que me pueda imaginar”.


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