Juan Carlos Borjas y una película que aún le falta por filmar


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Academia, praxis, realidad propia, sueños, compromiso, éxtasis… como  hacer de su vida y profesión una película propia aún por filmar, son algunos de los vectores que atraviesan y comulga el artista y fotógrafo Juan Carlos Borjas, quien compartió  impresiones de su quehacer en el lente en Diálogo con la fotografía, espacio realizado en la sala Caracol de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac),  coordinado por la sección de fotografía de la Asociación de Artes Plásticas y su presidente, el fotógrafo Humberto Mayol.

Fotógrafo documental y de cine, fotorreportero de guerra, publicista, director de fotografía y más. Compartió con los presentes varias de las series fotográficas realizadas a lo largo de su vida, reflejo incondicionado de su interacción con el medio y las circunstancias que este le ha impuesto y hecho experimentar, desde su natal Bahía de Nipe, Antilla, Holguín, hasta en países como México y tierras de África. Siempre lo ha hecho desde lo documental, trabajo que le encanta, “me considero un fotorreportero documental”, según confesó.

De que es frecuente que algunos artistas visuales deriven en la fotografía es un hecho, pero, un graduado de Artes Plásticas utilizando el medio fotográfico como si fuera un óleo y ensaye desde el conocimiento pictórico sobre una película fotográfica, es una novedad que Borjas, como todos lo llaman, realizó en sus primeros trabajos a manera de laboratorio visual.

En su primera serie, Mutaciones, 1984-1985, experimenta con lámina sobre cámara utilizando las técnicas del momento, específicamente el fotomontaje o fotografía manipulada con tintas y colores; paisajes, objetos, personas y artistas de la propia escuela donde estudió, constituían la mira de su interés en aquel entonces. Varias de esas piezas fueron exhibidas en muestra colectiva de arte contemporáneo realizada en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1987.

“La enseñanza de la pintura me daba facilidades de transformar aquellas imágenes que yo iba tomando, generalmente en momentos nocturnos, mediante proyecciones; yuxtaponía objetos sobre estas en diapositivas o negativos en blanco y negro, formaba esas secuencias de imágenes bastante oníricas vinculadas a ciertos sueños de mi infancia, tienen carácter surrealista”, dijo. 

Otra de sus series, La guerra del tiempo, vinculada al cine, la inicia en 1985. Objetos y su relación con la naturaleza, percibidos por el artista y resignificados por esa realidad propia que establece cada mortal aludida por Immanuel Kant, “quise darle un sentido a los objetos y su proceso de reintegración a la tierra”, señaló. El ocaso de la tarde –momento en que la luz natural se vuelve mortecina, tenue–, las inclemencias del tiempo, accidentes y naufragios, se hacen aliadas de la creación y el ojo agudo del artista.

Soledades, 1983-1990, es un segmento creativo intimista, dedicado a retratos de familiares y momentos en los cuales el centro de atención es asociado al aislamiento o elemento solitario, tanto personas como objetos. Hay fotos en pueblos de Angola, México, su terruño nativo y otros. Se aprecia el especial sentido de la composición y el equilibrio visual de las fotos.

La imagen del cuerpo femenino como cenital que incentiva la representación, resume la serie Permanencia, 1992. Novias, amigas, modelos, artistas y, en general, mujeres del ámbito en que se relacionaban, son captadas por el obturador. Aparecen en collages realizados sobre cartulinas y recortes de impresiones que los armaba como un rompecabezas con una foto central y otras rescatadas de archivos. En ocasiones tomaba una foto en blanco y negro del collage, luego lo imprimía y aplicaba un proceso químico para colorearlo después.

Alega el creador que su quehacer no se encierra en ningún ismo académico o mera representación, “cada foto de mi vida tiene que ver con una historia íntima o personal, no estoy en la línea de la moda o lo que está pasando, si no tengo nada que sentir o experimentar, no procedo”, subrayó.

Belladonna reafirma tal postulado, serie en blanco y negro que también dedicó al cuerpo femenino. La exhibió en la Fototeca de Cuba en el 2001 y es resultado de su interacción con varias modelos en publicidad. Los claroscuros abundan, la diversidad de ángulos del cuerpo femenino, poco estudiados, o no abundantes, son recreados. Le siguió Asociaciones, grupo de fotos donde utiliza la cámara digital, manipulando objetos sobre fotos en abstractos collages. Abundan los planos detalles de personas u objetos asociados ambiguamente a plantas. 

Habana, es otra muestra de fotos dedicadas a calles y lugares de la capital del país realizadas a partir de 2008 y que atraparon también la atención del creador, reunidas aquí. El carácter cinematográfico de las mismas se aprecia a primera vista, según Borjas, las instantáneas de La guerra… fueron calificadas por el extinto fotógrafo cubano Jorge Macías, como la historia de una película que nunca se llegó a filmar.

En defensa y praxis a ultranza de la foto documental, apela por la sensibilidad, por la satisfacción del alma y el sentimiento; al simbolismo visual que de estos se desprenden vinculados a historias personales, recuerdos de familia, sueños, a la naturaleza o la fauna… conectados todos a “una película que pende de un hilo que todavía no  he halado los componentes para construirla”, concluyó.

 


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