José Martí y el Quijote o “andantear hazañas”


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El Caballero de la Triste Figura reina en la escritura martiana con toda la fuerza simbólica con la que se ha lucido a lo largo de los siglos, en toda su dignidad, su desdicha y su heroísmo. Esas tres dimensiones de este mito principal de la cultura castellana tienen que ver con el poeta cubano, pero el fenómeno es aún más complejo como lo es el haz de sentidos que se cruzan en este personaje, que, construido a modo de irónico divertimento por Cervantes, alcanza –como que nace de su experiencia del mundo–, a describir las más sutiles y altas esencias de lo humano. Se trata de la vida de un hombre humilde cuyo ideal es nada menos y nada más que convertirse en el más extremo de los servidores públicos y salir al mundo a “deshacer entuertos y enderezar agravios”, lo que es igual a entregarse por los demás.

En su crítica literaria es también paradigmática la figura del caballero andante, y así, universalizando el modelo de héroe para ceñirlo a la pequeña vida de dos ancianos que persiguen también un ideal de justicia y armonía, lo aplica a la novela inconclusa de Flaubert:

“No representan hombres, representan al hombre — posiblemente al burgués don Quijote. El héroe de La Mancha cruzó los desolados llanos con la lanza bajo el brazo, el yelmo sobre la cabeza, y la mano con guantelete, en busca de injusticias para remediarlas, de viudas para defenderlas, y de desventurados para ayudarlos. Bouvard y Pécuchet pasan por la vida del siglo XIX, nada parecida a un llano, buscando aquel reposo del alma, aquella felicidad que no puede existir en las grandes ciudades. ¡Ay! ¡La felicidad no es fruto del tiempo! Vuelven lastimados y heridos, y mueren como el Quijote.” (1)

Igualmente, en sus crónicas de la vida diaria, o en sus escritos íntimos o políticos, actualiza el ideal quijotesco de restablecer un orden quebrado, una armonía, en el marco de la ciudad moderna lo ajusta a las nuevas batallas de la época, porque como ha escrito, “¡La felicidad no es fruto del tiempo!”, y habrá siempre caballeros andantes que salen a hacer justicia mientras haya seres humanos.

En esa línea quijotesca puede situarse la visión que tiene Martí de ciertas formas de locura, como cuando escribe: “Hay locuras eternas: también es cierto que toda redención y toda alteza nacen en forma extraña de locura.” (2) O cuando en una carta anota: “Es admirable el poder de la voluntad —tenaz y honrada. V. sabe que, por imaginativo y exaltable que yo sea, he sufrido y pensado bastante para que en mi corazón no quepa gozo que mi razón no crea completamente justo. — Lo imposible, es posible. — Los locos, somos cuerdos.” (3) Y encarna tan naturalmente este ideal de justicia en su escritura, que podemos encontrarlo en neologismos como este que deja escrito al referirse al heroico abolicionista estadounidense ejecutado por defender a sus hermanos: 

“…aquel abrazo que en su camino a la horca dio John Brown a un pequeñuelo negro; y a la verdad, que recordando estas cosas, dan deseos de salir de nuevo por la tierra a andantear hazañas!” (4)

Toda una obra, un libro y un autor evocados con un giro inventado por el poeta, “andantear hazañas”. El caso es que en lo más íntimo y desgarrado de su poesía, en sus volcánicos Versos libres, Martí se autofigura como un Quijote cuando escribe:

He vivido: me he muerto: y en mi andante
Fosa sigo viviendo: una armadura
Del hierro montaraz del siglo octavo,
Menos sí, menos que mi rostro pesa.

                     (…)           

He vivido: al deber juré mis armas
Y ni una vez el Sol dobló las cuestas
Sin que mi lidia y mi victoria viere:-

El poeta hace suyo el símbolo porque comparte rasgos claros con el mito quijotesco. Sale a batallar por la justicia, que en su hora era la independencia de Cuba, es el último de los libertadores de Nuestra América que organiza y comienza una guerra contra la colonización española y es el primero que formula con claridad una estrategia de lucha contra el peligro de la expansión imperial de Estados Unidos. En 1887, en un artículo dedicado a Fermín Valdés Domínguez, su amigo de la infancia, junto al cual fue preso a los dieciséis años, y en cuyo alegato asumió toda la culpa del delito de infidencia que compartían, escribe: “…ya asoma acaso la hora de marchar juntos a la conquista de toda la justicia.” (5) En enero de 1895, cuando faltan unos pocos meses para iniciar la guerra, en carta a Juan Gualberto Gómez se lee: “¿Lo veré? iVolveré a escribirle? Me siento tan ligado a Vd. Que callo. Conquistaremos toda la justicia.” (6) 

Este concepto, que parece desmesurado y utópico, está colocado en el horizonte ideal y poético de Martí, pero en este hombre de las islas, se conjuga ese idealismo trascendente con un proyecto político de muy largo alcance, pero objetivo y armoniosamente apegado a la realidad histórica. Desde el Oriente de Cuba en abril de 1895, ya como Mayor General del Ejército Libertador, le expresa a Gonzalo de Quesada y Miranda: “…la guerra nace desde sus arranques con tal carácter de gobierno y durabilidad, y con tal e igual respeto a las exigencias del culto y la justicia con el humilde, al ideal intacto y a la realidad que lo logra.” (7) Así, los ideales de justicia solo se lograban dentro de la realidad, y como sabemos la realidad tiene sus límites en cada momento humano.

Como se ha dicho muchas veces, Sancho Panza completa al Quijote. No falta tampoco el escudero en el texto martiano y al evocarlo nos dice: “…el Alonso Quijano mismo, con bondad de santo, que tenía a Sancho por cilicio” (8), como que este humildísimo personaje, le recorta los límites del sueño a su señor cada vez que puede y se esfuerza por traerlo al mundo de lo posible y de lo práctico. Sin embargo, el escudero iletrado tiene un hondo sentido de la justicia que se apoya en el sentido común y la sensatez. Hay otro momento en que el poeta cubano, refiriéndose a los Estados Unidos, escribe en una de sus Escenas Norteamericanas: “…necesitan los Sancho Panza ínsula Barataria en que moverse, y es cosa harto difícil ver de cerca la sinrazón, sin evitarla y considerarla con justicia…” (9) Así, ve en Sancho cualidades de sensatez, sentido común, y solidaridad con sus iguales, sin las que los altos y desbocados ideales de su amo tendrían serias dificultades para realizarse.

José Martí, que es uno de los fundadores de la escritura de la modernidad en Hispanoamérica y en todo el ámbito de la lengua castellana, es al mismo tiempo un legítimo heredero de la tradición literaria del Siglo de Oro Español y de los códigos éticos y heroicos que esa escritura nos legó. Este poeta guerrero de Cuba, varón honrado y batallador, sigue andanteando hazañas en busca de lo que llamó un orbe nuevo, donde pudiera conquistarse toda la justicia.

 

 

Notas:

(1) O.C.E.C., t. 7, p. 127.

(2) O.C.E.C., t. 6, p. 421.

(3) O.C.E.C., t. 6, p. 205.

(4) O.C.E.C., t. 17, p. 56.

(5) O.C., t. 4, p. 357.

(6) O.C., t. 4, p. 46.

(7) O.C. t. 4, p. 128

(8) O.C., t. 5, p. 119.

(9) O.C., t. 6, p. 259.


1 comentarios

CORALIA
16 de Marzo de 2019 a las 15:06

MUY INSTRUCTIVO Y PARA MI, ESPECIALMENTE NOVEDOSO.

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