Cuando escribí sobre Joaquín Lorenzo Luaces, no pude dejar de mencionar a José Fornaris. Fue gran amigo del cantor de la Caída de Misolongi, al que mucho admiraba.
Nació en Bayamo, allá por 1827 y murió en La Habana, un 19 de septiembre de 1890.
Bajo este cielo he crecido
en mis selvas y cañadas,
y va en mi sangre, en mis venas,
y clavando en mis entrañas.
En fin sabed que lo adoro
con todo el fuego del alma,
porque no hay cielo en el mundo
como el cielo de la patria.
Ese era el cielo de su “Cuba idolatrada”, que lo vio crecer y morir.
De niña, escuchaba en la voz de mi madre, junto al piano, las inolvidables notas de La Bayamesa.
¿No recuerdas, gentil bayamesa
que tú fuiste mi sol refulgente,
y risueño en tu lánguida frente
blando beso imprimí con ardor?
¿No recuerdas que en un tiempo dichoso
me extasié con tu pura belleza,
y en tu seno doblé mi cabeza
moribundo de dicha y amor?
Esa canción de amor, en un principio, fue objeto de muchas transformaciones. Se cantaba en la guerra con palabras de profundo patriotismo, una de las tantas versiones que recibieron estos versos.
Tiempo después, supe que La Bayamesa, era de un poeta llamado José Fornaris. Una vez me contaron que, a pesar de su gran amor a la Patria y su simpatía por la causa independentista, no se unió a Carlos Manuel de Céspedes cuando el gran grito libertador de 1868, lo cual incomodó al “Padre de la Patria”, que había colaborado con él, en la letra de la canción.
Recuerdo que, en el Instituto, cuando estudiaba el bachillerato, pude conocer mucho más de este singular bardo, hasta su cierto parentesco con Juan Clemente Zenea.
Estudió Fornaris, la Licenciatura en Leyes en la Universidad de La Habana. En Santiago, tiempo antes, fue alumno del Seminario San Basilio Magno. Llegó a ser Regidor de Bayamo. Establecido en La Habana, se dedicó al periodismo y a impartir docencia en el Colegio de San Anacleto. Fue Presidente de la sección de Literatura del Liceo de la Ciudad.
En el año de 1851, se puso en contacto con los insurgentes y por diversas acciones que lo comprometieron, fue deportado, por poco tiempo, junto a su también pariente, Carlos Manuel de Céspedes, a la aldea de Palma Soriano. Al ser amnistiado, volvió a La Habana, en la cual, contrajo matrimonio. Colaboró en muchas revistas y publicaciones de la época. Fundó el periódico El Colibrí y la revista literaria La Piragua junto a Luaces. Cultivó el teatro y pudo estrenar dos dramas en versos.
Escribió varios poemarios: El libro de los amores, El harpa del hogar y Cantos tropicales, que lo perfilaron como el autor de una manera de poetizar, el llamado tropicalismo. Enmarcada en esta tendencia, un fragmento de uno de sus poemas más conocidos, La madrugada:
¡Qué hermosos brillan los campos
de mi Cuba idolatrada,
coronados de rocío
y mecidos por las auras,
cuando la luna ilumina
allá por la madrugada!
Alegres los estancieros
dejan sus pobres hamacas:
el uno el terreno siembra
de plátanos y de caña,
el otro a sus mansos bueyes
unce coyunda pesada,
y el sitiero enamorado,
lleno de amorosas ansias,
con melancólico acento
así a su sitiera llama…
Fue en 1955, cuando dio a conocer Cantos del Siboney, por lo que se le considera, creador de una manera muy especial de versificar: el siboneyismo. Una estrofa que resultó muy popular, fue la siguiente:
El Siboney
Vivo bajo las jaguas
en unión de las tórtolas sencillas
del fértil Yarayabo en las orillas
soy el hijo del Sol y de las aguas
En uno de los prólogos a las variadas ediciones de este libro, Fornaris escribió: “¿Cómo negar que por la naturaleza somos hermanos de los antiguos habitantes de Cuba? El mismo pedazo de terreno que los sustentó, me sustenta, el mismo sol que los alumbró, nos alumbra y respiramos el mismo ambiente que respiraron ellos y si, además, hemos sido tan mal tratados por nuestros gobernantes como lo fueron ellos por los conquistadores, ¿qué extraño que volvamos la vista a lo pasado y derramemos una lágrima a la memoria de los que tan unidos están a nosotros por los dobles vínculos de la naturaleza y del martirio”.
Si un nombre digno en tu Patria
alcanzar tu lira intenta
canta la historia sangrienta
de la aborigen grey.
Teje a los mártires indios
una fúnebre corona,
el arpa vibra, y entona
los “Cantos del siboney”.
Lezama Lima, considera que los temas principales están en subrayar la crueldad de los conquistadores, la vida sencilla de los indios, sus idilios, sus juegos campestres y la sorpresa ante la llegada de los españoles.
Para otros estudiosos, más que una tendencia o corriente poética de evocación de los caciques, remembranza de una Guarina o una Doreya, o exaltaciones líricas a la hamaca, la canoa y a la torcaz; el siboneyismo, fue un hábil pretexto para destacar poéticamente los dolores y los deseos infinitos de nuestro pueblo que, en vida del poeta, se sentía muy sojuzgado y necesitaba alcanzar un camino de desahogo, ante tanta cólera y deseo de volcar hacia afuera, todas sus ansias de libertad.
Es importante señalar que según algunos especialistas, la originalidad lingüística de estos Cantos…, radica en el uso de las palabras autóctonas antillanas, nombres de la flora y la fauna propias de nuestra tierra y antropónimos araguacos, ya hispanizados y asimilados al uso común del castellano.
Fue tan significativo que influyó en los decimistas y repentistas cubanos. Muchos de sus poemas, se cantaron acompañados del tiple y la guitarra.
Su temática muy criolla y su musicalidad, fue decisiva para dejar huella. Un poeta cubano que se destacó en el siboneyismo fue el muy conocido Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé).
A pesar que algunos críticos consideraban a Fornaris, facilista, extraliterario, quizás prosaico y con algún ripio, no han podido dejar de destacar que con su desafiante poética, como la definió Feijóo, describió una sociedad primitiva de la cual no habían antecedentes suficientes y con escaso romanticismo, pero mostrando siempre un amor profundo por Cuba.
Palpitó este creador con la esencia de nuestra historia, y fue criollista, tropicalista y siboneyista, aunque no se esforzó por rechazar o retocar, como se ha señalado en muchas ocasiones, lo que era capaz de crear y que ha llevado a la crítica a adjudicarle a su quehacer poético, algunos rudos señalamientos.
En 1870, salió de Cuba señalando que estaba enfermo y estuvo veinte años lejos de la Patria. Se estableció en París. Era un hombre culto que, durante esos tiempos, también escribió sobre Retórica y Poética e Historia Universal, además de traducir, a varios poetas extranjeros.
Regresa Fornaris a Cuba y en 1890, muere a los 63 años.
No había mejor cielo para morir que el cielo de la Patria, ese cielo de luna y de suspiro, que ardió en su cubana fantasía.
/Vengo a morir al pueblo en que he nacido/como el indio de América salvaje/sepulcro quiero yo bajo el follaje…/
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