Este año se cumple el vigésimo aniversario de su fallecimiento.
Muchas cosas se podrían decir de este cubano que dejó a su paso una estela de gallarda sabiduría.
Durante mi estancia en México, no he podido dejar de recordarlo. En primer lugar, por las relaciones que tuvo con Don Alfonso Reyes y con el Colegio de México, donde becado hasta 1946, realizó estudios de postgrado e investigaciones sobre Teoría Literaria, bajo el amparo del gran escritor, con el que sostuvo una cálida amistad. En ese mismo año, José Antonio Portuondo, edita sus Cuentos cubanos contemporáneos, un libro que prologó y escribió sus Notas. Participó en la Voz de México, periódico de los comunistas mexicanos y en otras publicaciones. En este momento, tenía 35 años. Había nacido en 1911.
Fue importante decir a mis amigos, que este intelectual, fue Embajador de Cuba en el país azteca y presidió la Sociedad Cubano-Mexicana de Relaciones Culturales.
A grandes rasgos, algunos aspectos de su vida nos indican reiterados aniversarios, que en este 2016, resultan imposibles dejar de mencionar.
Fue en 1936, cuando matriculó Filosofía y Letras, en la Universidad de La Habana. Santiago de Cuba, lo vio nacer. Desde muy joven escribía poemas y artículos y publicó algunos de ellos. Se distinguió por sus ideas vinculadas al Ala izquierda estudiantil. En La Habana, se destacó por su lucha contra el dictador Machado, de triste historia en nuestro país.
Muchas Universidades de los Estados Unidos, lo invitaron a participar como profesor y así lo hizo por más de seis años.
Regresó a Cuba y se instaló en su natal Santiago, como profesor de la Universidad de su provincia.
En 1956, participó en el III Congreso Internacional de Estética, en Venecia, Italia.
Un año antes del triunfo revolucionario del Primero de enero, estuvo en Venezuela, en la Universidad de los Andes. Allí colaboró también, en diversas publicaciones.
De regreso a La Habana, se reincorporó al claustro de profesores de la Universidad de Oriente y posteriormente fue Rector de esa importante institución.
Conoció, a lo largo de su fecunda vida, muchos países y ciudades del mundo; asistió a Congresos, dictó clases y conferencias y dejó un rastro intelectual muy difícil de borrar en muchos lugares del mundo que lo vieron transitar: México, Polonia, Burdeos, Bonn, Perú, Italia, Francia, la antigua URSS, entre otros.
Era un hombre de profunda raíces martianas. Fundador en Cuba del Centro de Estudios Martianos, y si revisamos su obra, encontramos interesantes trabajos como José Martí, crítico literario y Martí escritor revolucionario.
Fue un especialista al realizar un bosquejo de la Literatura Cubana, sus generaciones, críticas, y sus estudios de literatura hispanoamericana, así como sus trabajos, muy interesantes, sobre la Estética y la Teoría Literaria, que enriquecieron el saber cultural de Nuestra América.
Una vez expresó: “La literatura latinoamericana ha estado siempre comprometida con las luchas por la democratización de las sociedades en este Continente. En Cuba, para atenernos al ejemplo que nos es más cercano, desde Heredia a Nicolás Guillén, de Cirilo Villaverde a Alejo Carpentier, hay una línea ascendente de reclamos urgentes por la libertad y la justicia social. La nuestra, en sus posiciones más representativas y de más alta calidad estética, ha sido siempre una literatura comprometida en la lucha por la democracia y la plena independencia.”
En 1966, fue miembro de la delegación cubana a la Conferencia de Escritores Afroasiáticos en Defensa de Vietnam, en la URSS y un año después, fue nuestro prestigioso embajador ante la Santa Sede.
Gustaba, el profesor, citar este texto del Che tomado de El Socialismo y el hombre en Cuba: “aunque algunos pueda parecerles extraño o ridículo, el buen revolucionario está movido siempre por un sentimiento muy profundo de amor”.
Portuondo decía que la literatura de la revolución socialista cubana demuestra esa afirmación del Guerrillero Heroico: “no hay obra mayor y bien lograda que no exprese, junto a la denuncia y a la urgencia peleadora, un profundo sentido de amor, una ancha ternura que va desde el amor a la mujer, a la devoción entrañable –amorosa- por la humanidad.”
Fue profesor de Estética en la Universidad de La Habana, donde desarrolló una amplia labor docente. Sus alumnos no lo olvidan.
Fue Vicepresidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Un día me atreví a invitarlo a un Curso de Capacitación a dirigentes de la Cultura de la capital.
A pesar de sus múltiples actividades, y con esa generosidad que lo caracterizaba, accedió a mi petición. Fue un Curso inolvidable a inicio de la década del ochenta, donde todos hubiéramos querido que no finalizara nunca. Capaz, sencillo, virtuoso, y en muchos instantes conmovedor. Siempre revolucionario, como diría Mercedes Santos Moray y martiano y marxista, como lo calificó Toledo Sande.
En 1986, le confirieron el Premio Nacional de Literatura.
Diez años más tarde, en 1996, fallecía en La Habana, José Antonio Portuondo.
El Instituto de Literatura y Lingüística que él fundó y presidió hasta su muerte, lleva para siempre, su nombre, junto a la gallarda sabiduría que caracterizó su vida y su obra.
Deje un comentario