José Martí, en su Carta de Nueva York, aseveró: “De amar las glorias pasadas, se sacan fuerzas para adquirir glorias nuevas”. (1)
El pueblo cubano posee el privilegio singular de tener una historia colmada de próceres, de héroes populares, de personas de bien y de luchadores que, por su vocación independentista e identificación con las luchas por la satisfacción de las necesidades populares, conforman sus combates emancipadores desde los tiempos de forja y nacimiento de la nación cubana.
Presente en todos los momentos de nuestra historia, cimienta el concepto de que somos un haz de generaciones, garante de una continuidad revolucionaria, patriótica y antiimperialista permanente y fiel.
Teresita Menéndez Cervera, hija menor de Jesús Menéndez, tenía 4 meses de nacida cuando el capitán Joaquín Casillas Lumpuy; Ramón Grau San Martín, gobernante “auténtico” de turno y el imperio norteño, sintieron el alivio de eliminar a un hombre que, por su influencia en los sectores populares, era un peligro real a la estabilidad del régimen.
Hijos de Jesús Menéndez.
La orfandad de aquellos 4 niños, quienes perdieron a su madre poco después, fue asistida por la solidaridad de los trabajadores. Ellos les construyeron una vivienda decorosa, se ocuparon de su educación y manutención, y les prodigaron cariño y cuidados ante tan dolorosas pérdidas. Lázaro Peña, Salvador García Agüero y Arnaldo Escalona asumieron indistintamente la responsabilidad como tutores.
Pero el triunfo del 1º de Enero de 1959 trajo un vuelco total en las condiciones de vida y de trabajo para un pueblo que, decididamente revolucionario, emprendió la fecunda labor organizativa ineludible para afianzar y defender su Revolución. La concertación de la unidad popular se hizo imprescindible en ese empeño.
La Unidad Femenina Revolucionaria, primera organización en que se fundieron las mujeres después del triunfo de la Revolución, precedió a la Federación de Mujeres Cubanas. Dicha agrupación convocó a su Conferencia Nacional, efectuada en La Habana el 11 de abril de 1959.
En dicho evento se debatió y aprobó un programa de lucha por la igualdad y demás derechos de la mujer, al tiempo que, por acuerdo de la asamblea, solicitaron al Gobierno Revolucionario que les ofreciera la instrucción militar necesaria para enfrentar las acciones de la contrarrevolución y el imperialismo estadounidense.
El cónclave, simultáneamente, al propiciar un encuentro especial entre el Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara y las descendientes del General de las Cañas, Jesús Menéndez, corroboró, una vez más, la peculiaridad característica de las luchas y conquistas del pueblo cubano.
Las organizadoras de aquella importante conferencia decidieron llevar como invitadas a las hijas de Jesús Menéndez, Teresita y Zoila Adela. En un momento determinado, las acercaron al Che, que se encontraba en la presidencia, para que lo conocieran.
Teresita Menéndez tenía entonces once años, sin embargo hoy, en vísperas de sus 70 años de edad y también del asesinato de su padre, no puede contener la emoción que aún hoy la estremece al narrar aquel pasaje de su vida:
“Cuando le fuimos presentadas, nos puso los brazos sobre los hombros y nos dijo: «Ustedes deben sentirse orgullosas de su padre, pero eso entraña también una gran responsabilidad»”. Y concluye la hoy psicóloga: “Con el tiempo interioricé esas palabras y me apropié de ellas para el decurso de mi vida”.
Nota:
(1) Carta de Nueva York, La Opinión Nacional, Caracas, 14 de noviembre de 1881, t.9 p.88.
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