Durante los últimos meses se ha repetido la hipótesis lanzada por el especialista en ajedrez de The New York Times: la heroína de Queen´s Gambit, está inspirada en la vida de Bobby Fischer. ¡Falta de respeto! Aunque Fischer, como la protagonista de la última miniserie arrasadora de Netflix, también retó al campeón soviético de ajedrez durante la Guerra Fría, manifestó un gran desprecio por las ajedrecistas. A tal punto que llegó a expresar: "la inferioridad de la mujer en el ajedrez es innata".
A partir de la novela Queen´s Gambit (Gambito de Dama), publicada en 1983 por Walter Tevis, la serie del mismo nombre, con guion y dirección de Scott Franck, ha tenido un inesperado impacto en la audiencia. Ello ha dado como resultado un aumento significativo de las ventas online de tableros de ajedrez, y sin dudas constituye un fuerte respaldo y estímulo a la práctica del juego ciencia por parte de las féminas. El ajedrez se considera terreno privilegiado del sector masculino, y en términos estadísticos, según Ignacio Vich (mujeres y ajedrez, un cambio de paradigma) solo el 2 % del total de Grandes Maestros son mujeres, y solo representan el 11 % en torneos mixtos, lo cual apunta a un claro sexismo en el ámbito de las piezas y los escaques.
Tal vez por esa disparidad histórica fruto de un machismo estructural, la propuesta de Netflix resulta atractiva. En síntesis, propone la historia de Elizabeth Harmon, una muchacha de Kentucky, que emprende una lucha por alcanzar los más altos escaños en el juego ciencia durante la década de 1960, enfrentándose a cuanto rival masculino acepta su reto. Si bien la protagonista es solo un personaje de ficción, quien la encarna, la joven Anya Taylor-Joy, le imprime una fuerza extraordinaria que tiene como base un minucioso diseño y caracterización del personaje. Su excelente desempeño le valió el premio Mejor Actriz de Miniserie en los premios Globo de Oro (Golden Globe Awards) recién entregados.
En una brillante puesta en escena, cuya ambientación se remonta a los años 1950 y 1960, hay que destacar el diseño de vestuario, a cargo de la germana Gabriele Binder. Como el resto de los componentes de una buena dirección de arte, el vestuario acompaña la narración, apoyando visualmente el significado del relato. En el caso de Gambito de Dama, se evidencia el estudio que precedió a la realización de cada pieza exhibida por la actriz, y que remite no solo al repertorio de la moda en los años sesenta, sino a otras referencias culturales que permitieron estilizar y actualizar los diseños. Basta con prestar un poquito de atención y veremos cómo predominan las líneas y las cuadrículas en las ropas y accesorios de la protagonista. Se destaca asimismo la exquisitez en la decoración de los interiores, donde con mucha sutileza, el motivo del tablero tiende a predominar. En realidad, el departamento de arte, apoyado por los efectos visuales, merece en esta miniserie un análisis específico, por la riqueza en el tratamiento de las múltiples locaciones, entre otros aspectos.
Como parte de la visualidad que era necesario pulir, Gambito… contó con la asesoría del Gran Maestro Internacional Garry Kasparov, y del entrenador Bruce Pandolfini, a fin de que la ambientación de los torneos, los tableros y partidas que aparecen al sesgo en pantalla, mostraran la necesaria verosimilitud, puesto que la serie aboga por un realismo de corte biopic.
Por supuesto, por debajo de la singular trama, se atisban las vicisitudes que, como parte de los estereotipos de género, condicionan la vida de toda mujer obligándola a entablar una lucha cotidiana por gozar de los mismos derechos que asisten al hombre. Precisamente, la década de los sesenta fue escenario de una fuerte oleada feminista en Estados Unidos, que entroncaba con el Movimiento por los Derechos Civiles. Y aunque los realizadores no ponen el énfasis en tratar los infortunios sociales, tampoco hacen de la vista gorda, y ponen en boca de los personajes claras alusiones a las diferencias sociales y a la discriminación racial. La primera y única amiga de Beth será Jolene, una afroamericana que creció junto a ella en un orfanato. Pero aplaudo que no se perdiera nunca el foco principal: la demostración de cómo una mujer puede desarrollar y alcanzar indudable maestría en el reino de Caissa, al mismo nivel que un hombre.
En este sentido, su enfrentamiento a Vasily Borgov, en medio del panorama de la Guerra Fría, viene a ser el colofón de su ascenso competitivo. Borgov es también un personaje de ficción; pero sospecho que se tomó como referencia al llamado “patriarca del ajedrez” en la antigua URSS, Mijaíl Botvinnik, cuya personalidad misógina y avatares biográficos, parecen encajar perfectamente con el personaje interpretado con sobrado temple por Marcin Doroncinski. Algunas figuras reales aparecen mencionadas en la miniserie; por ejemplo, el teórico español del ajedrez Ruy López quien en el siglo XVI empleó por vez primera el término gambito, que en italiano significa zancadilla. En su variante gambito de Dama, se refiere a una apertura donde las piezas blancas sacrifican un peón para obtener ventaja de movilidad en el centro del tablero. También se menciona al cubano José Raúl Capablanca, campeón mundial entre 1921 y 1927. De él ha dicho Botvinnik: “Es el genio de todos los tiempos. Entendía perfectamente el ajedrez desde que nació”.
Niño prodigio, genio, son algunos de los epítetos que se aplican frecuentemente a los hombres que destacan a temprana edad en el juego del jaque mate. En las historias y manuales de este deporte se recogen e ilustran la vida y obra de los grandes campeones, maestros internacionales y figuras destacadas; pero pocas veces se alude a las féminas, cuyos triunfos y lauros son obliterados con frecuencia.
Uno de los aspectos más controversiales es la separación por sexos en el más alto certamen mundialista de esta disciplina. En un artículo publicado hace algunos años en CUBADEBATE por el periodista Alexis Schlachter, se cuestionaba la discriminación latente en el reglamento de la FIDE en estos términos: “Nada explica en sus acápites la razón oficial por la cual se determina la separación sexista en el mundo de las 64 casillas”. La organización del ajedrez mundial (FIDE) que desde 1924 agrupa a los más grandes jugadores del orbe, no admite campeonatos mixtos para los más altos títulos que ella otorga: Gran Maestro, Maestro Internacional, Maestro FIDE y Maestro Candidato; aunque mantiene su equivalencia dentro de la categoría femenina.
Por mucho tiempo se recordará el triunfo de la húngara Judit Polgaren 2002 sobre otro genio, Garry Kasparov, quien refiriéndose a ella años antes había expresado: “Ella tiene un talento fantástico para el ajedrez, pero, después de todo, es una mujer. Ninguna mujer puede sostener una batalla prolongada”. Con argumentos similares los oponentes de Beth Harmon insistían en desvalorizarla.
Pero la guerra se extiende más allá del comentario cínico. El Mundial de Irán en 2017 sufrió el boicot de aquellas ajedrecistas que expresaron su desacuerdo a la imposición del usar del hiyab o velo musulmán durante las competencias en ese territorio del Medio Oriente. Otro el escándalo fue protagonizado por el número uno entre las mujeres, la china HouYifan, quien se dejó ganar en cinco movimientos para denunciar así el sistema de pareo que, en un torneo mixto, solo la emparejaba con mujeres. La china ha terminado afirmando que no quiere jugar campeonatos femeninos. Esa misma decisión sostuvo Judit Polgar desde los 15 años hasta su retiro, porque para ella, los eventos exclusivos por sexo limitan el potencial y las aspiraciones de las jugadoras.
Gambito de Dama es un relato de ficción, pero no un sueño imposible. Su mayor valor, desde mi punto de vista, es la manera en la que Beth puede convertirse en inspiración para mujeres y niñas; no solo por el placer mismo de jugar, sino desmontando, de paso, los estereotipos sexistas que intentan convertir en rareza y excentricismo la práctica femenina del ajedrez en certámenes de élite. También porque un serial de calidad como el susodicho, estimula el conocimiento más amplio en torno a este deporte.
A raíz del lanzamiento de Queen´sGambit a finales del pasado año, del éxito que alcanzó en poco tiempo y del consiguiente cotilleo mediático tuve la oportunidad de leer por primera vez sobre una ajedrecista cubana, única discípula reconocida por Capablanca: María Tertesa Mora Iturralde. Además de campeona nacional, y primera latinoamericana con el rango de Maestra Internacional FIDE, derrotó dos veces a Capablanca y entabló un partido con él. Aunque en sus últimos años aceptó describir una de las tres simultáneas que sostuvo con su maestro, aquella donde acordaron tablas, se negó a revelar las otras dos partidas, por respeto, dijo. Tal gesto y sus palabras tras vencer por primera vez al genio cubano: “Ay qué vergüenza, le gané”, son una clara revelación de lo que significaba ir a bailar en casa del trompo, es decir, atreverse a traspasar el umbral del sacrofálico templo del ajedrez.
No dudo que su vida también sirviera de inspiración a W. Tevis para la escritura de Queen´s Gambit, pues María Teresa muere en 1980, tres años antes de su publicación. Como tampoco dudo que sus logros, como los de tantas otras mujeres condenadas al anonimato patriarcal, saldrán tarde o temprano a la luz.
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