Pletórico de energía y con un aspecto físico envidiable para sus casi 90 años de edad, James Ivory prestigia con su presencia el 39 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, cuyo programa propició este domingo un conversatorio con el multipremiado director estadounidense, uno de los homenajeados en esta edición del certamen.

Con Luciano Castillo, director de la Cinemateca de Cuba, como interlocutor directo de Ivory, el público que colmó la Sala Taganana del Hotel Nacional de Cuba pudo conocer de primerísima mano detalles de quien ha estado tras las cámaras en cerca de treinta largometrajesy acumulado premios tan ambicionados como los Oscar, BAFTA o Globos de Oro.

Por la deuda que puede guardar la hermosa visualidad de sus filmes con los estudios de Arquitectura y Bellas Artes que cursó en su juventud el cineasta, comenzaron las preguntas del interlocutor cubano, más tarde enrumbadas hacia el acercamiento del creador a uno de sus grandes temas, la India; y al modo en que este asume la adaptación cinematográfica de obras literarias, la otra gran vertiente de su quehacer.

Ivory refirió que, a la hora de dirigir, todas las vivencias y conocimientos por él adquiridos se combinan de forma inconsciente, dejando siempre una huella en su profesión como cineasta; cuyo inicio agradece, precisamente, al fortuito interés que por contar una historia le despertó la cultura del antes mencionado país asiático.

De las novelas que ha llevado al cine dijo haberse sentido atraído, no por los temas que tratan; sino por los personajes aparecidos en sus páginas y las escenas que podía suscitar la relación entre ellos.

La primera adaptación, The house holder (1963), fue de una novela de Ruth Prawer Jhalbvala, posteriormente guionista de muchos de sus filmes, como integrante de una duradera Compañía, de la que fue cofundador junto a Ivory el productor y director Ismail Merchant.

Inquirido por Luciano Castillo sobre las razones que posibilitaron esta colaboración, estable como pocas en el séptimo arte, el cineasta respondió que a la sólida amistad existente entre los tres. “Nosotros funcionábamos, de alguna manera, como el gobierno de los Estados Unidos: Ismail, era el Congreso; Ruth, la Corte Suprema y yo, el Presidente”, ilustró en tono de broma.

Acerca de la selección de los actores con los que ha trabajado, dijo no haber tenido alguno en mente durante la elaboración del guión, bien porque podrían no estar disponibles o interesados. Excepto cuando filmaba en la India, donde la mayoría de los naturales de allí tenían dificultades para expresarse en inglés.

Como de muy exigente al escoger a los directores de fotografía y de arte, se declaró, ya que de tales especialidades depende la visualidad de la película. También confesó haber aprendido mucho de ellos; así como de maquillistas y diseñadores de vestuario, entre quienes ha encontrado profesionales muy capaces, menos en los Estados Unidos, donde no hay mucha exigencia en los dos últimos desempeños.

En otro momento del conversatorio Ivory dijo que, entre todas sus películas, tiene cierta deferencia por Esperando a Mr. Bridge (1990) y La hija de un soldado nunca llora (1998) por los elementos autobiográficos que en ellas plasmó. Sin embargo, acotó, todas le producen igual satisfacción cuando al volverlas a ver en la pantalla grande le traen recuerdos de los tiempos en que fueron rodadas.

En correspondencia con el vital aspecto con que arribó a la Sala Taganana, el casi nonagenario cineasta expresó sus deseos de encontrar financiamiento para filmar una adaptación de Ricardo II de W. Shakespeare, “antes de que esté demasiado viejo para dirigir”.

Como parte del homenaje que el 39 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano le dedica al realizador californiano, por estos días se presenta en el cine La Rampa una pequeña muestra con nueve de sus filmes producidos entre 1985 y 2009.

Publicado: 12 de diciembre de 2017.