Entre 1959 y 1960, el Estado revolucionario intervino los sistemas radiales y televisivos integrados por plantas cuya gestión y programación se sustentaban en el modelo de radiodifusión mercantil donde la actividad mediática no era un bien público, sino gestora de ganancias económicas (1).
La verdadera dimensión de este proceso se revela cuando recordamos los roles asignados a nuestra radio y televisión en la sociedad cubana hasta 1958.
La Industria Cultural Nacional -en contraposición con la tendencia establecida en México, Brasil y Argentina que priorizaban la cinematografía, el espectáculo teatral y la industria editorial-, se estructuró alrededor de la radio, la televisión, el sistema de publicaciones periódicas, la publicidad y el mercadeo; actividades y disciplinas en las que Cuba ostentaba el liderazgo en toda Iberoamérica (2).
En un triángulo funcional muy eficiente y proveedor de imagen pública y beneficios financieros comunes, se relacionaban los medios de comunicación electrónicos-impresos, las firmas productoras de bienes-servicios y las agencias de publicidad-marketing de propiedad nacional, las filiales cubanas de consorcios norteños o las totalmente foráneas con sucursales en La Habana.
Aunque muchos de estos actores sociales comunicativos eran cubanos, nuestras singularidades históricas determinaron que varias filiales cubanas de agencias comunicativas, investigación mercantil o productores norteños; concentraran la mayoría de la gestión económica publicitaria, el patrocinio radial-televisivo y la producción de programas simbólicos. Ese fue el caso de Crusellas, Sabates (3), RCA Víctor (4) y General Electric; gestores decisivos de los escenarios mediáticos electrónicos.
Las primeras intervenciones impactaron a las empresas privadas productoras de bienes y servicios y agencias de comunicación y mercadeo del patio. No obstante, fue la nacionalización de las firmas extranjeras radicadas en Cuba la que asestó un golpe mortal al ámbito mediático porque en ellas se concentraban los mayores protagonistas.
Para comprender este impacto, recordemos que Crusellas y Sabates además de fabricantes de productos de aseo, siguiendo el modelo norteño, crearon singulares Departamentos de comunicación integral –llamados publicitarias- con funciones múltiples:
- Eran agencias de comunicación integral en tanto concebían y realizaban sus productos publicitarios, campañas, estrategias comunicativas-mercantiles e investigaciones de mercado.
- Fungían como pujantes productoras radiales-televisivas que contrataban en exclusiva los artistas que creaban o interpretaban los programas que patrocinaban; determinando en ellos sus contenidos, mensajes y tipos de personajes.
- Sus programas se realizaban y emitían desde los foros radiales- televisivos que, al igual que las tecnologías y servicios básicos, rentaban a emisoras y televisoras.
- Sus ganancias marcaron las peculiaridades formales y el auge de nuestra programación.
- Llegaron a concentrar más del 50% de la producción mediática emitida en el país; especialmente en las cadenas de cobertura nacional.
La apropiación estatal de empresas privadas y la nacionalización ulterior de las entidades extranjeras, conmocionó el potente sistema comunicativo-financiero-cultural donde convergían los medios, las productoras de bienes-servicios y los anunciantes. El golpe de gracia lo dio - a fines de febrero de 1961- la eliminación de los mensajes comerciales en la programación radial-televisiva; otra de las transformaciones raigales del sector que impactó a toda la sociedad.
En el primer semestre de 1962, se constituyó oficialmente el Instituto Cubano de Radiodifusión (ICR) (5), y comenzó una nueva etapa mediática.
Aunque lo más evidente fue la conversión de privados en estatales y de comerciales en servicio público, tal reconversión sobrepasó con creces los cambios en la estructura de propiedad y en el tipo de radiodifusión: Una zona trascendente de la que apenas se habla fue la cualificación de la programación y la ampliación de la orientación de los contenidos hacia la mayoría de los segmentos de la población.
Paradójicamente, la monumental tarea de revolucionar la perspectiva de los contenidos en función del bien público nacional recayó en los mismos artistas, técnicos y especialistas que habían triunfado con los códigos y leyes de la radiodifusión mercantil.
Ellos emprendieron la reconfiguración de los formatos y géneros radiofónicos-audiovisuales y establecieron los presupuestos teóricos-formales de una programación en función informativa, formativa, educativa y cultural -sin olvidar la persuasiva-propagandística de matices evidentemente ideológicos-políticos- que, hasta entonces, solo habían abordado proyectos aislados y no como sistema.
La nueva radiodifusión permitió a muchos artistas concretar sus ansias de crear otra tipología de proyectos para los niños y los adolescentes, de consolidar y redimensionar prácticas mediáticas portadoras de educación y cultura de primer nivel y que en suma aspiraba a elevar su enriquecimiento espiritual.
Inmersos en estos nuevos objetivos no percibieron que se transformaban ellos mismos al priorizar la ganancia colectiva por encima de la individual. Por añadidura: se hicieron milicianos y federadas, se rebajaron los salarios y rechazaron contratos fabulosos en el extranjero.
Para suplir a los muchos que emigraron, quienes se quedaron crecieron y alcanzaron dimensiones heroicas: simultanearon las funciones de ejecutivos y de estrategas, sostuvieron en sus hombros la creciente programación y formaron a las nuevas generaciones derrochando a manos llenas saberes artísticos, comunicativos y mediáticos, y valores como la disciplina, la consagración al trabajo y la búsqueda de la excelencia, aun en circunstancias extremas.
Quienes hoy sustentan los retos del servicio público en nuestra programación deben también mantener las esencias de su misión, combatir la banalidad y potenciar nuestra identidad.
En este 6 de junio, que el Instituto Cubano de Radio y Televisión cumple 54 años de esfuerzo continuo por ofrecer propuestas de alta calidad que satisfagan las necesidades múltiples de todos los cubanos, reciban sus trabajadores, este humilde homenaje.
Notas:
(1) Excepciones: Emisora 1010 y periódico Hoy, adquiridos con fondos recaudados en suscripción popular del Partido Socialista. Ambos fueron clausurados durante la campaña anticomunista por los años 40. Emisora CMZ: Fundada por el Ejército y muy pronto transferida al Ministerio de Educación, fue la única emisora de propiedad estatal cubana.
(2) Las publicaciones periódicas eran de menor rango. No obstante, varias de nuestras revistas tenían cobertura regional.
(3) Crusellas, subsidiaria de Colgate-Palmolive Peet y Sabates de Procter and Gamble.
(4) La importadora cubana Humara y Lastra. Su representante en la Isla fue accionista de varias televisoras cubanas.
(5) Al inicio, el Consejo de Ministros hizo los siguientes nombramientos: Director general, Ramiro Puertas Qiroga; vicedirector de Radio, José Antonio Caiñas Sierra; vicedirector de televisión, Gregorio Ortega Suárez y vicedirector de radiodifusión internacional, Marcos Bhemaras Suárez. Luego se denominó Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT).
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