El pasado mes de mayo ha destacado por la calidad e interés de las obras presentadas en el ya tradicional Sábado del Libro. Entre estos, destaca Las paradojas culturales de la República / Cuba (1902 – 2000), compilado y prologado por la Dra. Mildred de la Torre Molina.
El texto, tremendamente sugerente por su elevada calidad científica y su aporte a la relación existente entre historia y cultura, recoge los estudios de un grupo de investigadores del Instituto de Historia de Cuba, quienes se adentran en el pesquisaje de 8 momentos importantes en el devenir del proceso histórico cubano durante su período republicano, transitando "por el fenómeno cultural de Cuba, como parte inseparable de la historia que posibilitó sus cambios, señalando los progresos, sin olvidar los conflictos y regresiones de una nación con una arraigada identidad cultural, violentada y desdeñada no pocas veces durante el período que se estudió, pero jamás perdida" (1), asumido con alto vuelo conceptual e interpretativo por sus autores, a través de temas hasta ahora poco abordados.
El artículo iniciador del texto, “Ambiente cultural y atmósfera intelectual en Cuba Republicana (1902-1920)”, de la autora Alicia Conde, muestra las complejidades de las rupturas y continuidades de los siglos coloniales y sus asentamientos, como proceso en la construcción de una nueva modernidad neocolonialista, develando con sabiduría la ruptura política como un eslabón deshecho en las esperanzas del porvenir, aunque renacido en el sustrato de las memorias cautivadoras de nuevas empresas emancipadoras; primera veintena del siglo XX que aborda en tres grupos de pensamiento: la creación artística y literaria, la historiografía, y el ejercicio de la crítica. La autora introduce al lector en aquel período a través de la mirilla de sus inteligentes testigos, de excepcional catadura cognoscitiva; guardianes, a la vez, de las tradiciones políticas bien cercanas en el tiempo. Las voces de los inmortales sobrevivientes del glorioso holocausto independentista, con el Martí redentor, están presentes para recordarle a la contemporaneidad las tantas formas de sobrevivir a las crisis no siempre seculares.
“Los protestantes en el espacio sociocultural cubano de inicios de la república”, tema abordado por la MSc Yoana Hernández, coadyuva a la continuación de los estudios referidos a los procesos de la espiritualidad. Su tratamiento permite dilucidar la naturaleza de los movimientos internos de una sociedad en tránsito y conformación republicana. Educación, costumbres, imaginarios, arte y literatura, entre otros elementos caracterizadores de un complejo mundo plagado de crisis seculares, abren sus puertas a la inteligencia de la contemporaneidad a través del talento de una joven historiografía que apuesta por la desacralización de los mitos. Para ello Hernández ejemplifica la cultura de la época a través de los debates religiosos, educacionales, filosóficos y científicos, sin excluir el deporte, en su compleja conexión con el contradictorio mundo de la política.
Malena Balboa, a través de su artículo “La ‘neutralidad de la cultura’ en José María Chacón y Calvo: miradas en torno a una tesis”, retoma los aportes de la polémica ideológica de las primeras décadas del siglo XX, para mostrar los valores indiscutibles de la cultura política histórica. La autora no solo llama la atención sobre la existencia de las crisis generadoras de los conflictos ideoculturales en casi todos los segmentos sociales del país, sino también contribuye al esclarecimiento de sus nódulos referenciales en el período 1934-1945, incluyentes de la Segunda Guerra Mundial, el fin de la Revolución del 30 en Cuba y el nacimiento del campo socialista europeo, período en el cual la intelectualidad se moviliza pensando de diferentes formas a la nación cubana. Una de ellas es la “neutralidad de la cultura” y los objetivos que le dieron origen en el contexto socioclasista de aquella coyuntura.
Dayana Murguia, en su estudio sobre “Juan Marinello y la polémica educacional de los 40. La ‘escuela unificada’ y el debate por su implementación en Cuba”, al interiorizar el universo específico del tema, muestra diferentes espectros de la sociedad de entonces. Entre ellos está la convulsión interna promovida por las crisis agudizadas por el inepto sistema político de la república burguesa instaurada en 1902. A lo anterior se agrega el contenido de los debates ideológicos bajo la férula de funcionarios e intelectuales de diferentes tendencias demostrativas de los presupuestos sustentadores de la nación neocolonial y las condicionantes internas y externas del desenvolvimiento de la educación en aquellas circunstancias.
Junto a los métodos tradicionales propios de los historiadores, aporta su inteligente conversación con las complejidades de la época sin perjuicio para la historia precedente. El dominio del contexto específico le permite romper con los esquemas tradicionales de interpretación histórica, en torno a la problemática educacional, exponiendo todas las aristas de la sociedad defendida a ultranza y que se pretendía reformar para el bien de los empobrecidos o de los luchadores por la justicia social.
Sin embargo, el gran mérito de Dayana radica en su interpretación polivalente de las realidades y conductas humanas a través del pensamiento educacional del emblemático Marinello, cuestión posible en virtud de su capacidad de penetración en las realidades de la década del cuarenta del siglo XX.
Jorgelina Guzmán Moré, quien ha transitado por el camino de la historia de las políticas culturales desde los finales de la década cincuenta, en su nuevo texto, “Los Grupos de Amigos de la Cultura (1955-1961)”, presenta una breve síntesis del Instituto Nacional de Cultura, en una específica esfera de su quehacer cultural.
Cuando se lee el texto se piensa en los modelos típicos del neocolonialismo, con su carácter coyuntural dentro de los límites de las estrategias esbozadas para enfrentar las disímiles reacciones opositoras internas, modelando imágenes muy a la usanza de las formas de vivir del capitalismo contemporáneo. La autora enuncia dos afirmaciones aún controversiales: la neutralidad en la cultura y el asociacionismo no vinculado a una determinada tradición. La primera es de carácter teórico conceptual de raigambre filosófica, y lo segundo es un suceso coyuntural típico del voluntarismo político y no de la historia de las tradiciones.
Jorgelina se adentra en la estructura interna del GAC sin perder de vista su carácter y propósitos de alineación al régimen batistiano, aunque con plena conciencia de la magnitud e importancia de sus actividades.
La especialista Hilda Alonso nos entrega “El Comité de Damas Pro Museo Nacional en la política cultural del Palacio de Bellas Artes, 1954-1959”. El estudio incluye la compilación, ordenamiento y sistematización de las fuentes del conocimiento, en extremo dispersa en los fondos bibliográficos y documentales, y que resulta imprescindible para el desvelamiento de las interioridades de los procesos conformadores de la identidad nacional. Los museos, entre sus muchos valores, tienen el de mostrar el desarrollo cultural de ciudades, pueblos, entidades y figuras descollantes, que preservan la espiritualidad acumulada durante siglos.
Una pequeña historia, sobre el Museo Nacional de Bellas Artes y, particularmente, el Comité de Damas Pro Museo Nacional, desde los presupuestos de la historia social, aporta un asunto prácticamente inédito en la literatura historiográfica. Centrado en la sociabilidad burguesa, deja establecida una filantropía humanista practicada por quienes disfrutaban sus momentos de ocio respaldando la labor del Museo Nacional de Bellas Artes, que derivó, en sustento político al régimen, aunque, como suele suceder, benefició de forma simultánea la preservación del patrimonio cultural, otra de las paradojas de la República.
El joven escritor Joney Zamora, con su propuesta titulada “Apuntes históricos acerca del arte musical ligero, la recreación y la cotidianidad en la Revolución humanista en Cuba (1959-1961)”, se asoma a la complejidad social de los años sesenta sin desconocer las tendencias, más generales, de la década precedente, víspera del triunfo revolucionario, donde la agudización de las contradicciones clasistas se hizo sentir en todas las esferas de la sociedad cubana.
El mundo de la farándula, no necesariamente vinculado al de la creación artística, se comportaba según las exigencias de la censura política gubernamental y la agresiva penetración de la cultura norteamericana, esta última no siempre con sus mejores exponentes. Las políticas culturales del nuevo gobierno revolucionario reflejaron la inexperiencia en el ejercicio del poder político y las convulsiones internas promovidas por la lucha insurreccional contra el régimen de facto y sus secuelas de injusticias. Pero, más que todo, significaron una esperanza cuya historia no se encontraría solo en las frustraciones políticas anteriores, sino en las nuevas bases ideológicas, bien distantes de los discursos tradicionales de la república. Su abordaje, por la vía del asociacionismo, es de indiscutible valía para los que se ocupan de estos estudios. La recreación clasista hecha por Joney, más allá de la alineación de géneros musicales, deviene en una peculiar contribución al conocimiento de la sociedad heredada, los desacatos a la gobernabilidad tradicional y su meollo: la continua discrepancia entre lo autóctono y lo foráneo, y muy especialmente, la interpretación de un breve tiempo de realizaciones durante los inicios revolucionarios en Cuba.
El monográfico concluye con una breve exposición de carácter metodológico, hecha por la Dra. Mildred de la Torre, referida a la periodización, muy debatida, por cierto, en los predios historiográficos.
Para ello ofrece elementos teóricos e históricos concretos sobre los procesos movilizadores de las mutaciones acaecidas durante medio siglo de construcción social referidas a las historias de las políticas culturales.
Su intención no rebasa los límites de los intereses de una historia cultural cuyos basamentos están en los procesos de una revolución profunda de la sociedad. Pensar la nación es tarea de todos los días. Desde el ejercicio investigativo hasta la materialización de políticas tendentes a su mejoramiento hay un universo necesitado de lecturas y renovadas comprensiones. Aprehender que los movimientos culturales atañen a todo el conglomerado social, es el propósito fundamental del texto.
Ojalá este esfuerzo colectivo convoque a otros muchos estudiosos en el noble empeño de dilucidar las múltiples paradojas de la historia. (2)
Notas:
(1) De la Torre Molina, Mildred. Las paradojas culturales de la República / Cuba (1902 – 2000). Contraportada. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2015.
(2) De la Torre Molina, Mildred. Las paradojas culturales de la República / Cuba (1902 – 2000). Prólogo. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2015, P. XVII.
Deje un comentario