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Hamlet Hermann y Cuba


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Hamlet Hermann

Recibimos con dolor, el pasado 19 de enero, la noticia del fallecimiento en su ciudad natal, Santo Domingo, del historiador, ingeniero civil, periodista, entrañable amigo de Cuba y participante excepcional, en las fuerzas comandadas por el coronel Francisco Caamaño Deñó en 1973, en una heroica página en la historia de luchas del hermano pueblo dominicano. La información era escueta: “se trasladaba en su vehículo y al parecer se sintió mal. Se estacionó frente a Adrian Tropical. Pidió ayuda porque le dolía el pecho y se desvaneció. Las personas que le socorrieron llamaron al 911, pero cuando llegó la ambulancia, ya había fallecido”. (2) Un infarto cardíaco, como luego se informó, puso fin a su vida.

Trabé contacto con Hamlet Hermann tres años atrás. Un correo, de él recibido, resultaba un tanto halagador, tanto por la jerarquía histórica y profesional del remitente como por el interés que le motivaba: “compañero, me interesa mucho poder intercambiar con usted, en una próxima visita a Cuba, sobre un libro que escribo, sobre las relaciones del comandante Fidel con la República Dominicana”. (3) Mencionaba un texto de mi coautoría (4) sobre el que le interesaban algunas precisiones. También me pedía le ayudara a localizar a Fabián Escalante Font, general de división en condición de retiro —y una profusa obra sobre las agresiones desde el exterior contra Cuba—  con quien mantenía antiguos lazos y deseaba también, entre otros que localizaba por otras vías, entrevistarse.

Fue a través de Fabián Escalante que pude conocer un poco más acerca de la excepcional vida como combatiente revolucionario y polemista empedernido de Hermann. Por él pude leer un libro suyo que me deslumbró: El Fiero. Eberto Lalane José. Sobre ese libro me había hablado antes Omar Córdova, al que le había correspondido la atención de Hamlet y su familia a partir de su regreso a Cuba en 1973 y posteriormente se desempeñó como embajador en República Dominicana. Para él también había resultado conmovedora la lectura de aquella obra sobre el segundo al mando en la guerrilla de Caamaño. Gracias a la pluma de Hermann nos impacta el joven Heberto Lalane José, El Fiero —que caminó en nuestras calles, estudió, amó y vivió entre los habaneros— y podemos percibirlo como un Panchito Gómez Toro de la moderna historia de nuestros países. Se impone que se conozca más sobre estos ejemplos.

Conocí personalmente a Hermann en el encuentro planificado. Explicó su interés en una trilogía acerca de la intensa relación de Fidel Castro con la hermana nación caribeña, de la que tenía ya prácticamente concluida lo que sería el segundo de sus tomos —aunque el primero en ser elaborado— con respecto al cual, con extrema modestia, pedía opiniones. Conocí allí a su hijo Freddy. Ya para esos momentos sabía que ese había sido el nombre utilizado por su padre en los trajines conspirativos que concluyeron con la gesta  caamañista en 1973. Por sus estrechas relaciones previas con Hermann, se encontraban allí también personalidades tales como Fernando Vecino Alegret y Jorge Risquet Valdés.

En un encuentro posterior ambos coautores pudimos expresarle nuestras opiniones. En honor a la verdad, era poco lo que podíamos ayudar, excepto quizás una o dos precisiones con respecto a fechas o personas citadas.

En esta y otras acciones anteriores —por ejemplo, la publicación y presentación por la querida Katiuska Blanco, en República Dominicana, del libro Guerrillero del Tiempo, cuyo tema central es la figura de Fidel; o la también presentación en este país del libro de Piero Gleijeses, a la que también asistió Jorge Risquet, sobre la invasión estadounidense a República Dominicana en 1965— Hermann había anudado con la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado fuertes vínculos, razón que explica que la sección de base de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) allí existente realizase, aquel año, la propuesta de otorgarle la condición de Miembro Correspondiente, categoría prevista en sus estatutos para historiadores no nacidos en el país. Una vez aprobado por el Comité Ejecutivo Nacional de la Unión, el 13 de febrero de 2015, en ocasión de la pasada XXIV Feria Internacional del Libro de La Habana, en la Casa del ALBA, pudo recibir tal condición.

Al pronunciar allí las palabras de elogio, a nombre del Comité Ejecutivo Provincial de la UNHIC, recordábamos que según palabras de Hermann, para finales de los años 60 su cuestionamiento público al régimen entonces imperante “[…] me obligaron a tomar una decisión: o esperaba que los sicarios del régimen fueran a buscarme al aula y dejaran mi cadáver en una cuneta o asumía la responsabilidad tomando las armas junto al líder de la revolución constitucionalista. Eso me llevó hasta Cuba en 1970, proceso revolucionario que tiene la solidaridad internacional como una de sus principales banderas”.

La fortaleza de su carácter —demostrada en los extenuantes entrenamientos— y la solidez de sus principios le posibilitaron integrar, como Freddy, el grupo de patriotas que tres años más tarde acompañaron a Caamaño en su camino hacia la inmortalidad. Participó, en la colonia inglesa de Antigua, en la compra y avituallamiento del yate Black Jack, que transportó desde aquel lugar, y de la cercana isla de Guadalupe, a aquel grupo de combatientes a su cita con la historia. Tras el apresamiento en combate y asesinato de Caamaño, Hermann se mantuvo en la lucha guerrillera, hasta que hecho prisionero, sufrió cárcel y tortura en la base aérea de San Isidro.

Confinado al exilio, tras una corta estancia en México, tanto él como su entonces esposa Carmen Rita Morera y cuatro hijos, entre 1973 y 1978, encontraron refugio y abrigo en Cuba. Es de aquel momento que:

“Ya en Cuba, rechazamos entonces el rol de refugiados políticos que algunos oportunistas habían desacreditado como método para pregonar falsas heroicidades sin hacer aporte alguno a la Revolución cubana. Y nos dedicamos al trabajo productivo junto al pueblo cubano. Los adultos, en nuestras respectivas profesiones, y los cuatro jóvenes, con edades entre 4 y 15 años, a estudiar. Durante varios años me tocaría laborar en la Dirección Provincial de Microbrigadas de La Habana así como en la Empresa de Hormigón y Terrazo en la misma provincia. Mi compañera trabajaría en el Ministerio de Industria de Materiales como administradora de dos empresas. Los hijos cursarían sus respectivos niveles de estudio en los años que permanecimos viviendo en Cuba”.

Pero también entonces inició un nuevo camino, primero recordando vivencias personales y luego como acucioso investigador de la historia reciente dominicana. En ello —y cito a Hermann— “[…] tuvieron gran mérito los periodistas cubanos Ricardo Sáenz y Hugo Rius Blein, quienes fueron los maestros que, en base a consejos y observaciones, hicieron de mí un aspirante a cronista de esta época contemporánea”. Fue así como surgió Caracoles, la guerrilla de Caamaño, que vio la luz en Santo Domingo en 1980 con tirada inicial de 80 mil ejemplares y una edición corregida y aumentada de 1993.

También escrito en Cuba, de aquellos momentos es De Héroes, de Pueblos, 1945-1961, publicado en 1979, en el que el protagonista principal es el pueblo dominicano en sus luchas contra la satrapía trujillista hasta la muerte del tirano.

Ya de regreso a su patria, otro acercamiento a la figura de su antiguo jefe lo ofreció en Francis Caamaño: Coronel de Abril, Comandante de Caracoles, en 1983 (reeditado en 1999), a la que le sucedió en 1989 Diálogo entre adversarios. El guerrillero y el general, resultante de la discusión pública con el general Ramiro Matos González, quien había sido  jefe de operaciones contra la guerrilla caamañista. Cuando en este diálogo el jefe militar le decía, y preguntaba: “Pero no sé por qué se extraña de la ayuda que le brindaba el gobierno de Estados Unidos a su similar dominicano. ¿No estaban ustedes recibiendo ayuda del Gobierno cubano?”, encontramos una respuesta lapidaria y principista: “Sí, recibíamos la solidaridad revolucionaria del Gobierno cubano pero […] no comparemos una cosa con la otra. No es lo mismo ayudar a alguien para que mantenga la corrupción y el abuso que colaborar con quien trata de erradicar esos males. No es lo mismo ayudar al verdugo que a la víctima”. 

Una compilación de artículos, seleccionados entre los muchos publicados sobre Cuba entre 1978 y 1998, vio la luz en ese último año, en ocasión de la primera visita del Comandante en Jefe Fidel Castro a la República Dominicana, bajo el título de Un ala del pájaro: veinte años de artículos sobre Cuba (1978-1998). Para aquella visita Hamlet ofreció un efectivo apoyo. Por Transición Made in USA, de 2007, que describe y analiza las normas utilizadas por los gobiernos de Estados Unidos para invadir República Dominicana tres veces durante el siglo veinte y luego imponer gobiernos que siempre sirvieron a Washington, recibió el Premio Nacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña, del Ministerio de Cultura dominicano.

En el 2008, publicó el libro citado más atrás —El Fiero. Eberto Lalane José— que fue Premio Nacional Feria del Libro “Eduardo León Jimenes”, en República Dominicana en el 2009. Como antes esbozamos, esta obra rescata para la posteridad una de los más apasionantes, conmovedores y representativos ejemplos de la juventud revolucionaria de Nuestra América.  

Trabajos posteriores de Hermann son Eslabón Perdido: Gobierno provisional 1965-1966, de 2009, y posteriormente, en el 2011, Caamaño en Europa. Posteriormente, su más acabada obra sobre la historia contemporánea dominicana y del líder constitucionalista, ofrecida bajo el título de Caamaño. Biografía de una época. Posiblemente uno de los hechos más significativos es que toda esta vasta producción era simultaneada con otras responsabilidades, entre ellas académicas e incluso gubernamentales como fundador de la Autoridad Metropolitana de Transporte, tema este último en el que se convirtió en un verdadero experto. 

La obra de Hamlet Hermann es  rebosante de los más sólidos principios y la hermandad combativa entre nuestras dos naciones. En ella se respira  la impronta de Martí. Refiriéndose al secreto en que realizaba el coronel Caamaño su actividad en Londres —años 1966-1967— escribió: “En silencio ha tenido que ser, dijo José Martí cuando planeaba la independencia de Cuba”. 

Significado de Cuba para Hamlet

Lo hasta aquí expresado es conocido por muchos, que quizás se sorprendan de que el entrañable amor demostrado por Hamlet Hermann a Cuba estaba cimentado en vínculos afectivos de larga data. Lo había recibido a través de la educación recibida de su progenitor, Dardo Hermann Consonni, y su madre Ofelia Pérez Peña.

Nacido en La Plata, Argentina, su padre era retoño de emigrantes europeos establecidos en el país austral a finales del siglo XIX, que habían hecho del teatro la profesión de su vida, por lo que no le resultó extraño a Dardo participar en giras teatrales por el continente. Según Hamlet, fue el momento en que se hizo “ciudadano del mundo”. Quizás desde fecha muy temprana ya había seleccionado como nombre, para un hijo suyo, uno que mostrase, como pocos, su amor por las tablas.

En algún momento del primer cuarto del siglo XX el destino trajo a los Hermann Consonni a La Habana, donde se establecieron por muchos años. Allí se asentó una nueva rama de la familia, ya cubana, uno de cuyos representantes fue el destacado periodista de Prensa Latina Carlos Mora Hermann.

Transcribo literalmente del correo, citado, de Hamlet:

“La compañía de bufos cubanos, llamada Hermann-Morita en razón de los apellidos de mi padre y su cuñado José Mora Méndez, viajaba a República Dominicana año tras año en temporadas teatrales hasta que se desarticuló en Santo Domingo en 1927 cuando la principal actriz se fugó con un empresario dominicano. A partir de entonces, Dardo Hermann Consonni se quedó a vivir definitivamente en República Dominicana donde conoció a mi madre Ofelia Pérez y procreó dos hijos”.

Según propia confesión, los dos hermanos fueron educados “a la cubana”. Fueron seguidores de dos clubes opuestos de la pelota nuestra de la época —Hamlet del Habana, su hermano del Almendares—, y en los almuerzos familiares se degustaba “comida cubana” así como abundaban los refranes de estos lares. Por la entonación adquirida durante su estancia habanera, el propio padre era tomado, por muchos, como cubano. El vínculo se mantuvo a través de la contratación por éste de compañías teatrales para que actuaran en Santo Domingo. Refiriéndose a aquella época, con una redacción que no se por qué caprichos del subconsciente me recuerda la saga de los Buendía, Hamlet dice:

“Algunas celebraciones de mis padres empezaban en la capital dominicana y terminaban en Camagüey, Santiago de Cuba o La Habana […] cuando la Pan American Airways mantenía vuelos cortos entre las islas del Caribe en un avión que le decían El Lechero”.

Fue sobre esta base que, al terminar sus estudios de ingeniería en Estados Unidos, en 1956, la familia empezó a escuchar sobre “el grupo de rebeldes que se había alzado en las montañas cubanas con un tal Fidel Castro a la cabeza […]  noticias que poco después empezaríamos a escuchar directamente desde la Sierra Maestra por Radio Rebelde”, que explica el respaldo que encontró la Revolución triunfante en Cuba el 1ro. de enero de 1959, el mismo profesado poco después, militantemente, al Movimiento Revolucionario 14 de junio, creado en homenaje a la gesta liderada por el capitán del Ejército Rebelde Enrique Jiménez de Moya que, con apoyo cubano, dio pie a que aquella pléyade de revolucionarios se recordasen —Hamlet lo puntualizaba— como la Raza Inmortal.

Encuentro en el correo de Hermann lo siguiente:

Mi primer contacto directo con alguien comprometido con el proceso revolucionario cubano vino a través del deporte. Tuvo lugar en Beijing, China, en octubre de 1965. Había sido designado por el Movimiento Revolucionario 14 de Junio para viajar por el mundo y llevar el mensaje de los combatientes constitucionalistas dominicanos que estábamos enfrentando al poder militar estadounidense en territorio dominicano. Allí coincidí con una delegación del INDER, de la cual formaba parte Juan Ealo y otros compañeros. Esa fue la primera vez que escuché las vivencias de alguien que ayudaba a construir una nueva sociedad viviendo en Cuba. Mi curiosidad era inmensa pero no pudo ser satisfecha entonces.

Un nuevo encuentro con cubanos de la Isla tendría lugar en 1966, siendo Hermann, a la sazón, Presidente de la Federación Dominicana de Béisbol Amateur y Vicepresidente del Comité Olímpico Dominicano, en cuyo carácter asistió  a los XII Juegos Centroamericanos y del Caribe en San Juan, Puerto Rico, donde fue testigo de las acciones encaminadas a impedir la participación de atletas cubanos en los Juegos, obligados a convertir el buque Cerro Pelado en la villa de alojamiento. “Viví de principio a fin el proceso del barco Cerro Pelado […] Muchos miembros de la delegación dominicana enfrentamos las agresiones de la gusanera del exilio en solidaridad con la delegación revolucionaria”. 

En 1969 Hermann fue el edecán de la delegación cubana al campeonato de béisbol amateur que se celebró en Santo Domingo, ocasión que —a través de Manuel Manolón González Guerra, entonces Presidente del Comité Olímpico cubano y Jorge García Bango, Presidente del INDER— reforzó “... el nudo que me ataba al proceso revolucionario”. En ocasión del fuerte abrazo con que se fundió en febrero del 2015 con Manuel Ricardo, el hijo de Manolón, en modesto brindis realizado en el patio de la Casa del Alba poco después de recibir el reconocimiento de la UNHIC cubana, le dijo con voz que creí percibir entrecortada: “quise mucho a tu padre”.

De aquel campeonato de 1969 es otro interesante recuerdo: “Estuve en el dugout del equipo cubano aquella memorable noche en que se decidió el torneo en un espectacular juego contra Estados Unidos. Nunca olvidaré el batazo de Curro Pérez que empujó a Tony González para anotar la carrera del gane. Se hizo patente entonces que el pueblo dominicano disfrutó la victoria cubana contra Estados Unidos como si hubiera sido propia”.

Ya al año siguiente, como señalamos más atrás, Hermann se encontraba refugiado en Cuba, en tareas conspirativas, que le llevaron a integrarse al grupo que, bajo el mando de Caamaño, en 1973 inició su camino hacia la inmortalidad.

¿Cómo honrarlo?

El 13 de agosto de 2014, en ocasión del 88 cumpleaños de Fidel, vio la luz en Santo Domingo —y poco después en Baní— el libro en cuya elaboración se encontraba enfrascado, bajo el título de Fidel Trujillo USA 1958-1961. Su presentación fue realizada en ambas ciudades por Eugenio Suárez, director de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado de Cuba. En la Introducción, Hamlet señala que con aquel libro —y los dos que le seguirían— trataba de pagar “… una deuda histórica con Fidel, quien merece le sean reconocidos sus méritos por la constante solidaridad demostrada y el apoyo con las mejores causas del pueblo dominicano”.

La muerte lo sorprendió vísperas de un nuevo viaje a Cuba, en pleno proceso creativo del que sería otro de los tomos de la trilogía en que se había empeñado. El encuentro con otros escritores y actores históricos en las relaciones entre ambos países había estando siendo coordinada por él desde días atrás. Interés especial tenía en puntualizar detalles del viaje de Caamaño desde Londres hasta La Habana en la segunda mitad de los sesenta. 

El otorgamiento a Hermann de la condición de Miembro Correspondiente de la UNHIC, en febrero de 2015, fue ocasión propicia para la creación y primera actividad de la Cátedra de Estudios Históricos Internacionales, de la UNHIC provincial en La Habana, para estimular en el territorio las investigaciones de sus asociados referidas a hechos y vivencias más allá de nuestras fronteras nacionales. Allí expresamos que cifrábamos esperanzas en que los resultados de los afanes investigativos de Hermann fuesen de mayor conocimiento en nuestros medios, y que la Cátedra inaugurada con sus palabras; las del entonces presidente de la UNHIC capitalina Felipe de Jesús Pérez Cruz, y del presidente del Instituto de Historia de Cuba, René González Barrios, coadyuvaré a un mayor estrechamiento de los vínculos con valiosos historiadores dominicanos —con algunos ya existen trabajos conjuntos y fructífera relación profesional—, cuya relevante obra podrá ser de mayor conocimiento de nuestro pueblo. Así honraremos su memoria. 

Notas

(1)Presidente del Comité Ejecutivo de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) en La Habana.

(2)Osi Méndez: Hoy, info[@]hoy.com.do, 19 de enero de 2016, 2:10 pm.

(3)Esta y otras citas entrecomilladas en que no se expresa fuente son tomadas de un correo de Hamlet Hermann al autor de estas líneas, del 28 de enero de 2015.

(4)Andrés Zaldívar Diéguez y Pedro Etcheverry Vázquez: Una fascinante historia. La conspiración trujillista, Editorial Capitán San Luis, La Habana, 2009.


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