En su vigésimo quinto aniversario, la Feria Internacional del Libro de La Habana resulta ser un identificador cultural notable, y ya histórico de la capital de Cuba. ¿Quién no ha estado, leído o escuchado acerca de este importante evento anual, que comienza en la urbe mayor del país y a poco se derrama por las otras capitales provinciales cubanas?
La emoción de una cita en el complejo Morro-Cabaña (dos de las antiguas fortificaciones que rodean al puerto de La Habana), para revisar libros nuevos, escuchar algunas sabias presentaciones de premios y libros, y de los últimos, comprar ejemplares con dedicatorias de sus autores, es algo casi imprescindible en la vida sentimental de nuestros pobladores.
La Habana va más allá de su perfil marino y urbano, cada año redimensiona la cultura y rinde tributo a la literatura cubana y a la de los países hermanos: el 2016 se dedica a obras y autores de Uruguay.
A pesar de todos los pesares, la familia hace el ahorro necesario para que, y sobre todo, los niños participen y disfruten en esta verdadera fiesta anual, que se espera con enormes expectativas. Así amamos y añoramos los rituales más íntimos de nuestra ciudad, aun cuando un habanero o habanera se encuentre lejos de la patria.
En el caso de los historiadores, particularizando mi experiencia muy personal, la Feria nos permite un encuentro enjundioso con los colegas escritores de todo el país, que nos permite visualizar y pensar en nuevas direcciones y perspectivas. Este año se destaca el 130 aniversario (1886-2016) de la abolición de la inhumana esclavitud en Cuba.
La extensa temática, abarcadora de secuelas sociales como el racismo, la segregación y la desigualdad, en sus múltiples y diversas manifestaciones, se va develando, paulatinamente, en el marco de la cultura nacional. Las investigaciones y los estudios sobre tales fenómenos, indeseados en la nueva sociedad que intentamos construir, erradican la ignorancia e ingenuidad de nuestro medio.
La historia de las inmigraciones forzadas de los africanos negros en la Isla, de sus diferentes procedencias étnicas culturales, su intervención y aportes en la formación de la sociedad y cultura criolla —finalmente cubana— casi desde el mismo inicio de la colonización española, son capítulos importantísimos, muy necesarios en el proceso de la educación y formación de la sensibilidad ciudadana de los cubanos.
“Ser cultos para ser libres” fue uno de los paradigmas que enunció José Martí y Pérez, y no puede ser de otro modo el cubano y la cubana del siglo XXI. Defender la libertad, la igualdad y la unidad tiene que ver con ser cultos y con la lucha por consolidar la independencia y soberanía de la República socialista.
De manera que historiadoras abanderadas del tema “descolonializado” de la esclavitud como lo fue la doctora Gloria García, y lo son María del Carmen Barcia, Aisnara Perera y María de los Ángeles Meriño merecen nuestra mayor atención y respeto.
El libro Estrategias de libertad: un acercamiento a las acciones legales de los esclavos en Cuba (1762-1872), Editorial Nuevo Milenio, de las autoras Perera y Meriño, antes mencionadas –obra esta que aún no he leído, pero me atrevo a recomendar sin vacilación de ninguna índole— continúa una serie que va creciendo cada año y tiene precedentes de sustanciosa calidad.
Otra dirección del citado Encuentro de Historiadores en esta Feria, es la profundización y apertura hacia novedosos aspectos historiográficos de la vida y obra de Antonio Maceo y Grajales y de otros miembros de esa ejemplar familia mambisa, justamente en el aniversario 120 de la caída en combate del Héroe, el 7 de diciembre de 1896.
Asistimos al excelente panel de discusión “Antonio Maceo y su entorno histórico”, celebrado en la mañana del sábado 13 de febrero en la Casa del Alba y que fue coordinado por el presidente del Instituto de Historia de Cuba René González Barrios; también, a la presentación del libro colectivo Maceo en el tiempo: acción, pensamiento y entorno, coordinado por Jorge Renato Ibarra Guitart, presentado por Pedro Pablo Rodríguez.
Entre los méritos de la obra —que ya comencé a leer con gran curiosidad—, se encuentran: una revisión historiográfica de Israel Escalona Chádez, alrededor de lo ya publicado y conocido sobre el Titán de Bronce, actualizando al lector acerca de las inexactitudes o los errores que deben ser descartados, especialmente por los educadores, estudiantes e investigadores; y, un enfoque de la historia desde las manifestaciones artísticas: “Armando García Menocal: contribuciones a la imagen pictórica de Antonio Maceo y al tema histórico de la Guerra de Independencia (1895-1898)”, por Bárbara Argüelles.
La tercera perspectiva histórica que abarca el Encuentro, es un panel que se titula “Miradas descolonizadas en torno a la Revolución Cubana” que nos convoca el lunes 15 de febrero a las 9:30 am, en la Casa del Alba. En el mismo, intervendrán los especialistas: Jesús Arboleya Cervera (Coordinador), Marta Núñez Sarmientos, Aurelio Alonso Tejada, Luis Suárez Salazar y Juan Valdés Paz.
Habrá una continuación del tema antes referido en el panel del martes 16 de los corrientes, “Desembarco del yate Granma, sesenta años después”, el cual está coordinado por la Profesora Emérita de la Universidad de La Habana Francisca López Civeira y participan los historiadores: Roberto Pérez Rivero, Felipe Pérez Aguilera y Julio César Rosabal García. A lo que se adicionará la presentación y venta del libro Combatientes, Editorial Nuevo Milenio, de los autores José Bell Lara, Tania Caram León y Delia L. López.
La clausura del Encuentro de Historiadores se anuncia para el mismo día 16 (12:00 p. m.), y el resumen y despedida estará a cargo del presidente de la Unión de Historiadores de Cuba, Roberto Pérez Rivero. Previamente, saldrá a la luz Pichirilo, el otro timonel del yate Granma, Editorial Verde Olivo, de la autora Daily Sánchez Lemus.
Les invitamos, queridos lectores, a acompañarnos en estas hermosas jornadas de la cultura histórica cubana.
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