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Ha llegado Arsenio… que siga el son


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Uno de los grandes placeres de mi infancia era disfrutar un pirulí. Aquella melcocha moldeada de forma cónica y sostenida por un delgado palillo de pino y envuelta en un trozo de papel que no se despegaba de la masa hizo las delicias de muchos en mi generación; una delicia que solo era superada al disponer de un paquete de caramelos a los que llamaban “rompe quijadas”. Lo mismo pasaba con la raspadura, la melcocha y el durofrío; hasta que un buen día fueron sustituidos por el “chupa chupa” que era no era más un pirulí sofisticado.

El vendedor de pirulí se convirtió en un anacronismo y se agazapó en la memoria colectiva. Algo parecido ocurrió con algunas importantes, y legendarias, agrupaciones de la música popular cubana. Hoy pocos —o casi nadie— recuerda a Los Latinos, El Conjunto de Roberto Faz (con sus mosaicos de boleros que inspiraron más de un amor), el Rumbavana, el conjunto Chapottín, a las Estrellas Cubanas; los Reyes 73, a la Ritmo Oriental, entre otros. Su sonido y propuesta no respondía a los patrones de consumo de quienes en los noventa, y años posteriores, fueron los destinatarios de la música popular bailable cubana. Solo un conjunto logró sobresalir en estos años: el de Adalberto Álvarez donde se refugió una parte importante del repertorio sonero más auténtico a partir de las versiones hechas por este músico y compositor.

Los sones, y los soneros no se resignaron a morir o a ser desplazados del universo musical cubano  —a fin de cuentas ellos son el tronco fundacional— y hoy anuncian un retorno, tal vez no con la misma gloria de años atrás, pero labrando un camino que ya se hace notable y que llama la atención de algunos importantes productores discográficos. Así las cosas, y a fuerza de reconocer que la buena música no está sujeta a modismos o a veleidades del mercado; los Estudios ABDALA  S.A. tomaron la alternativa y apostaron a producir el CD/DVD Por la calle de Arsenio, del conjunto Arsenio Rodríguez; agrupación que ha mantenido por años el estandarte del son hecho a lo macho.

Y entiéndase que “macho”, en la música popular cubana, está por encima de cualquier criterio o movimiento social que hable del tema género. Si no suena “macho” no lo aceptan los bailadores y el carro de la historia lo desecha. Así de sencillo.

El conjunto Arsenio Rodríguez en esta producción, suena macho, bien macho, desde el primer hasta el último tema; no importa que hayan sido escritos por el mismo Arsenio o que se haya incorporado la repertorio de la agrupación recientemente; y aunque han pasado ochenta años desde su debut, cuarenta y tantos de la muerte de Arsenio, y otros tantos accidentes culturales desde la primera nota se sabe que algo distinto vamos a escuchar y curiosamente se trata de una música que no ha envejecido y que no necesita “actualizaciones” y otros eufemismos como “sonidos y armonías contemporáneas” para acceder al gusto de los bailadores. Siempre que escucho tales declaraciones tiemblo y recuerdo aquella frase atribuible a Luis Buñuel donde afirmaba que “…el constante llamado a la modernidad es propio de aquellos a quienes el talento no les daba para más que para besar la puerta trasera del olimpo…”

Nada más contemporáneo a la hora de escuchar esta producción que el empaste de su cuerda de metales, qué decir entonces del trabajo armónico y el encanto de las voces. Soy de los que piensan que el son no ha dejado de renovarse, pero bien hecho es insuperable y hacerlo bien es trabajo de alquimistas y en esa categoría Arsenio Rodríguez es el padre de la alquimia sonera; a fin de cuentas inventó el conjunto sonero y sentó las bases del sonido que ha definido la vida musical latina de los últimos sesenta años: la salsa.

Por la calle de Arsenio es el disco de son que hacía falta para oxigenar esa zona de la música cubana que anda a tientas, en tinieblas dirá los alarmistas; y devolver confianza a los bailadores; si porque para nadie es secreto que hay un segmento importante de cubanos que baila cada semana con esa música y que está conformado por un variopinto espectro de intereses, edades y hasta procedencia. En las peñas del Conjunto Arsenio se aplica la máxima guilleniana de “… todos mezclados… a la hora del son entero...”

Como complemento a la música propuesta se acompaña un DVD que personalmente pienso está más dirigido a los productores de programas de TV que a los bailadores que por norma general les suele alcanzar con el disco físico.

Pero no todo es música en esta producción. Por la calle de Arsenio acusa un diseño de alto vuelo y que sin alardes nos remite a lo insuperable que es eso a lo que solemos llamar clásico resumido en tres elementos: una calle, un auto y los hombres que hacen el son; sin importar como se llamen o la marca y el año de fabricación; se trata de reconocer que hay “un algo” que nos trasciende y al que rendimos culto.

En el año 2012 fue noticia el que el barrio neoyorkino del Bronx sufriera una modificación en el nombre de sus calles; desde ese entonces la 161 Avenue comenzaba a llamarse Arsenio Rodríguez Street. El ayuntamiento de la ciudad reconocía con este cambio la impronta de este cubano, negro y ciego, que con un tres en la mano había cambiado la vida musical de esa zona de la ciudad; del “barrio” como le han llamado desde siempre los latinoamericanos y caribeños que allí se asentaron desde comienzos del siglo XX. El mismo barrio donde cada domingo durante cincuenta años se bailaba  en el Paladium Ball Room, lo mismo con Los afrocubanos de Machito, o con la orquesta de Tito Puente, o la de Noro Morales con Santitos Colón cantando; con el Septeto de Joe Cuba o simplemente se socializaba.

Güira de Macurije no aparece en los mapas turísticos, tiene como todos los pueblos de Cuba una calle llamada José Martí que es la arteria principal; un cabildo olvidado y pobladores que viven su orgullo; incluso hasta un vendedor de pirulí de esos que ha resistido el paso del tiempo; lo mismo que el son hecho por aquel hombre que nunca regreso a ese perdido espacio de la geografía cubana, ese donde una calle necesita su nombre sin necesidad de que sea decretada.

Es la hora del son.


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