El pasado 1ro de diciembre la ciudad de Guantánamo estuvo celebrando el 145 aniversario de haber recibido el título de villa, ciertamente joven entre las ciudades cubanas y quizás por ello queda al margen de las ciudades claves para comprender nuestra cultura.
Guantánamo no se integra al paquete turístico que con centro en las primigenias villas fundadas por españoles en el siglo xvi explica el devenir de esa compleja y heterogénea idiosincrasia que define la identidad en la Isla, y tampoco se le puede imaginar sin correr el riesgo del desengaño porque su ubicación geográfica la coloca en el universo de lo inefable. Pero, al mismo tiempo, Guantánamo tiene una imagen arquitectónica y urbana que sorprende a cuantos arriban a ella, a quienes tras verla y disfrutarla, con el recelo que acompaña el descubrimiento, les cautiva y enamora.
Como las ciudades del siglo xix, Guantánamo nace bajo la égida de la Ilustración; de ese halo enciclopedista que aquí encuentra sus orígenes en la interrelación de la cultura aborigen, la emigración francesa, la invasión de los ingleses y el arribo de comerciantes catalanes. Como todas nuestras ciudades, Guantánamo es el resultado de un largo proceso histórico cultural, cuyo legado se revela con autenticidad en el trazado, en la arquitectura y en el cotidiano andar de sus habitantes, un patrimonio que desdibuja topónimos como Hato Santa Catalina del Guaso (1802), Tenencia de Gobierno Santa Catalina del Saltadero (1842), o Villa de Santa Catalina de Ricci (a partir del 1ro de diciembre de 1870) para recordar los versos de uno de sus más notables hijos, Regino Eladio Boti: “mi natal aldea, término que clavó entre el mar y la montaña la flecha Siboney”.
Desde el imaginario de los guantanameros no existe posibilidad de extravío para el forastero que marche en pos de un destino con solo tener en sus manos la dirección postal. El trazado en damero que define la ciudad, unido a la forma en que fueron nombradas sus calles, parece revelarse como un medio eficaz para tal aseveración; sin embargo, esa es una verdad a medias.
Tal si existiera una ciudad dentro de otra, Guantánamo tiene un área en la que se cruzan un total de 31 calles: 12 en dirección norte-sur y 19 en este-oeste. Aunque estas calles fueron bautizadas en el período colonial, tras el cese de la guerra del 95 se renombraron de forma paulatina para rendir honor a los mártires de la patria; algunos de ellos, siguiendo las orientaciones de instancias nacionales; y otras, a partir de un reconocimiento local por parte de vecinos e instituciones. De norte a sur, con total fluidez y soltura, recitará un genuino guantanamero sin alterar el orden los nombres Paseo, Narciso López, Jesús del Sol, Prado, Aguilera, Crombet, Emilio Giró, Carretera, Donato Mármol, Bernabé Varona, Pintó y Avenida; mientras que, de este a oeste: Oriente, Sol, Saco, Serafín Sánchez, Agramonte, Moncada, Los Maceos, Calixto García, Pedro A. Pérez, Martí, Máximo Gómez, Luz Caballero, Carlos Manuel, Beneficencia, San Lino, Santa Rita, San Gregorio, Cuartel y Ahogado. Contingencia especial enfrentará el morador si en lugar de Carretera indaga el visitante por Bartolomé Masó; o en lugar de Cuartel, busca Regino Boti; por San Lino, Hermanos Tudela; o por Ahogado, 13 de junio. ¿Por qué la permanencia de nombres religiosos como Santa Rita o San Gregorio?
Fuera de los límites de dicha área establecieron los guantanameros un sistema numérico que se hace acompañar por el correspondiente punto cardinal. A partir de Paseo, de forma consecutiva, 1, 2, 3… Norte; rebasa la Avenida las calles 1, 2, 3… Sur; la de Oriente, las nombradas 1, 2, 3… Este y, pasada Ahogado, 1, 2, 3… Oeste. De modo que su cita puede tener lugar en una dirección integrada solo por nombres, si se ubica en la “ciudad interior”; y por la combinación de nombres y números o solo por números, en la que llamaremos en aras de un entendimiento “ciudad exterior”. La orientación que para un paisano por costumbre resulta fácil, requerirá del forastero un divertido ejercicio.
Desde esa descripción se reconoce como signo de mayor fuerza en la imagen urbana de Guantánamo su regular trazado, morfología que en su visualidad el tiempo ha debilitado con la pérdida de inmuebles en algunas de las esquinas de sus manzanas; espacios que, ante las dificultades de restablecer una nueva construcción, han optado por rehabilitarlo como espacio urbano, generalmente asociado al patrimonio histórico-cultural. El segundo lugar lo ocupa el perfil, que apenas interrumpe los edificios racionalistas de los años 50 y un grupo de torrecillas que podrían perfectamente servir de puntos de orientación en el andar por la ciudad. Para señalar el parque Martí, seguiría un forastero la torre de la iglesia católica Santa Catalina de Ricci; para ubicar “La Orejón”, el campanario de la Iglesia Episcopal de Todos los Santos y, más próximo aun, la peculiar torre en forma de aguja de la Iglesia Metodista; para “La Salle”, las neorrománicas torres de la Iglesia Bautista; para el Teatro Guaso la cubierta y torre campanario de La Milagrosa; para el mercado, las sólidas cúpulas que marcan su edificación. Pero ninguna de ellas goza de tanta consideración como la cúpula del Palacio Salcines con la escultura de La Fama, símbolo de la capital provincial desde 1995.
El centro de la vida cultural de Guantánamo lo constituye el Parque José Martí, una manzana que podía circunvalarse siguiendo las calles Aguilera, Pedro A. Pérez, Crombet y Calixto García para corroborar la centralidad que le acompañó desde 1833, año en que los vecinos Pedro Manuel Pérez y Lorenzo Jay donaron los terrenos para la construcción de la iglesia parroquial. La incorporación del Boulevard a la ciudad impidió el paso vehicular en los límites norte y sur de esta manzana, privándole así de ese tradicional encanto. A pesar de ser peatonales las cuadras de Aguilera y Crombet, el parque es un espacio que mantiene su autonomía en tanto resulta prácticamente imposible atravesarle sin que se tenga conciencia plena del instante en que se entra o se sale de él ya que la mayoría de sus accesos están definidos por arcos a los que acompañan una enredadera que los convierte en ingeniosos arcos de triunfo.
En el parque Martí exponen los guantanameros un sistema iconográfico que propicia el diálogo con la cosmogonía local en cuanto a religión, historia y arte. Distingue el espacio, con frente al sur, la Iglesia Santa Catalina de Ricci (1864), templo erigido Catedral de la diócesis Guantánamo–Baracoa el 24 de enero de 1998 por Juan Pablo II y, frente a ella, sobre una especie de plataforma, dos notables obras que por su ubicación platican entre sí: al este, un escenario-fuente en forma de concha diseñado para las republicanas retretas de la banda municipal; al oeste, una escultura erigida al Mayor General Pedro Agustín Pérez financiada por el Ayuntamiento de la ciudad en 1928.
Completan el sistema dos monumentos emplazados a los laterales del templo; a la izquierda, una joven ceiba que da continuidad a la sembrada en conmemoración de la instauración de la República en 1902, acompañada de tres tarjas colocadas en diferentes momentos históricos según reza en sus textos: “ESTA CEIBA FUE SEMBRADA POR LOS GLORIOSOS VETERANOS DE LA INDEPENDENCIA Y LOS NIÑOS DE LAS ESCUELAS PÚBLICAS A LAS 12 M. DEL 20 DE MAYO DE 1902”; “HOMENAJE A LA PATRIA EN SU CINCUENTENARIO. CLUB DE LEONES. GUANTÁNAMO. 20 DE MAYO 1902-1952” y “CEIBA SEMBRADA EN HOMENAJE AL MAYOR GENERAL PEDRO AGUSTÍN PÉREZ. DEL PUEBLO GUANTANAMERO EN EL CENTENARIO DE SU MUERTE. 13 DE ABRIL DE 2014”. A la derecha, el levantado a Martí en los siguientes términos: “1853 // HOMENAJE DE LA MASONERÍA A NUESTRO HNO. Y APOSTOL JOSÉ MARTÍ PÉREZ CON LA COOPERACIÓN DEL PUEBLO E INSTITUCIONES // 1953”.
A cuatro manzanas del parque Martí, en dirección al sur, estuvo la plaza fundacional del poblado; espacio al que los guantanameros han dedicado especial atención para conmemorar este 145 aniversario mediante una refuncionalización de lo que por décadas se conoció como el “Parque 24”. Con nostalgia recuerdan los moradores un lugar de considerable significación, porque ofrecía el disfrute de un pequeño zoológico y un conjunto de estructuras que invitaban al juego con toda seguridad en el centro de la ciudad. La intervención, en la parte oeste, puso a salvaguardia los aparatos para el juego —incluso los incrementó— y, en su lugar, trasladaron de allí los animales; en la porción del este, optaron por un proyecto que recreaba algunos de los elementos arquitectónicos que en el período colonial dignificó el sitio como columnas y glorieta, al que sumaron la campana que en 1818 se colocara al ingenio San Ildefonso como “símbolo económico del siglo xix guantanamero”, según anuncia la tarja que le acompaña. En dirección al norte, también a cuatro manzanas terminaron por esta fecha la Plaza Polifuncional Pedro Agustín Pérez, en la calle Paseo.
Es preciso añadir a este mirar morfológico la Avenida Camilo Cienfuegos; un hermoso paseo que se extiende desde la calle 8 Oeste hasta Calixto García. Concebido como área de estar la avenida devino un sitio de esparcimiento y encuentro para niños, jóvenes y personas mayores. Un lugar de sosiego que forma parte del imaginario de los guantanameros.
Dentro de los microparques habilitados en las esquinas de algunas manzanas destaquemos el Parque de la Identidad, en la intercepción de las calles Aguilera y Luz Caballero, en la que se destaca un mural pictórico en que se recrean los símbolos históricos culturales de la región; el Parque Antonio Maceo, en Calixto García y Emilio Giró; el Parque a la Guantanamera, en Donato Mármol y Calixto García y la Plaza 11 de Abril, en Pedro A. Pérez y Emilio Giró.
También en la vivencialidad de los espacios urbanos encontrará el turista un sinfín de tradiciones y modos de andar que corroboran el continuo enriquecimiento de la ciudad desde la contemporaneidad; dentro de ello resulta notable el uso de las motos como medio de transporte local de rápido acceso en la ciudad a un precio de 10.00 pesos moneda nacional en el área central, al tiempo que queda bajo el contrato chofer-cliente un ajuste cundo de llegar a un reparto se trata. La flotilla de motos podría ser considerada como elemento de fuerte incidencia en la imagen de la ciudad en la actualidad.
Sí, resulta legible la imagen urbana de Guantánamo, pero no por ello carece de la capacidad de sorprender al visitante con ese misterio que desde sus lenguajes arquitectónicos invita a reflexionar acerca de los paradigmas de la arquitectura cubana, tema al que dedicaremos otro espacio. Guantánamo, en el Oriente cubano ratifica en su modernidad la ingeniosa capacidad de recepción cultural que reina en la Isla. ¡Visítela!
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