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Guajira con swing: María Ochoa y su aventura habanera


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“Ojalá que los mecanismos que ayudan a la promoción de un disco (nominaciones, premios, entrevistas, conciertos, etc.) favorezcan el nacimiento fonográfico de esta guajira…”

En la música cubana, especialmente la llamada “tradicional”, abundan cantantes y compositores que han legado lo mejor de sí para la posteridad; pero hay quienes lo siguen haciendo gracias a la herencia obtenida de aquellos fundadores, si es que pudiésemos agruparlos en algún tipo. Y hablo de Sindo, Corona, Villalón, Matamoros y muchos otros que, sin proponérselo, llegan a nuestros días con la más clara frescura musical posible. Y es que además, Santiago de Cuba como región continúa siendo un sitial de referencia en cuanto a trova y son cubanos, con aportaciones morfológicas y estilísticas que le permiten seguir oxigenando a buena parte del planeta con lo mejor de nuestra música más autóctona.

Y así, en esa línea, se mueve el CD La guajira más guajira, donde Alma Latina y Eliades Ochoa presentan a María Ochoa, presentado hace pocos días al mercado cubano, aunque cabe destacar que no está prevista su venta por el momento en nuestro país. Este fonograma es asumido por la casa disquera inglesa Tumi Music, y parte de una idea de su presidente Mo Fini, quien desde hace tiempo tiene dentro de su catálogo creativo al guitarrista y compositor cubano Julio Montoro, líder de Alma Latina.

Alma Latina es un laboratorio, una especie de clínica artística donde convergen distintos actantes del universo musical cubano liderados por Montoro, pero que también nuclea a figuras como Edesio Alejandro, Juan Kemell, Cristian Alejandro y otros. Desde hace un tiempo el propio Montoro figura en el staff del cantante y compositor Cristian Alejandro lo cual le ha permitido una fértil ductilidad creadora, la cual va pasando por diversos estadíos sonoros que van desde el pop hasta el guaguancó, pero en todos con una misma línea central: el uso equilibrado de la guitarra eléctrica. Así, Alma Latina nos regaló un elaborado CD hace apenas un año donde con la colaboración de estos —y otros— destacadísimos músicos cubanos, lo cual serviría a la postre como embrión, como inicio de un ciclo que vemos hoy germinar nuevamente con la inclusión de otro importante eslabón musical, el caso de Eliades y María Ochoa.

En los días previos al lanzamiento, Mo Fini y yo conversábamos sobre el mercado de la música cubana en Europa y Estados Unidos, y en especial de la visión de las casas disqueras que desde Cuba operan esos distintos circuitos. Yo recordaba y atizaba nuestra charla con el catálogo que por más de 20 años ha ido atesorando Tumi Music en nuestro país, con nombres como Jóvenes Clásicos del Son, Félix Baloy, Bobby Carcassés, Cándido Fabré y otros, y que en mi modesta opinión, lejos de ahuyentar o acaparar a un grupo de artistas cubanos, había y estaba ayudando al posicionamiento de nuestra música en esos mercados, pues siempre se apostó por la mejor música tradicional, o al menos la que suele llamarse así.

Y este fonograma lo es, sin dudas. Es una ventana de nuevos aires sonoros con Alma Latina y Julio Montoro detrás, con el sonido guitarrístico lleno de timbres contemporáneos pero sin alterar la clave, la síncopa de la música cubana, algo que puede decirse fácil pero que requiere un dominio conceptual fuera de todo convencionalismo. Para ello además se convocó a la figura legendaria de Eliades, bien colocado en Cuba y el resto del mundo y convertido en insuperable ícono sonoro, auténtico guajiro que se ríe de igual manera en Santiago de Cuba o en el Carnegie Hall. Solo faltaba pues el elemento final, el eslabón que aunque se piense ingenuamente que no pues sería, y es, el centro de toda esta alharaca discográfica: la sin par María Ochoa.

María no es precisamente una desconocida, sino alguien que ha navegado otras aguas y que, contrariamente a lo que muchos creen, no ha querido nunca cobijarse bajo el paraguas familiar de su hermano. Y ello es una paradoja, pues el mismísimo Eliades le había pedido durante años que se lanzara a la conquista de La Habana y del mundo, pero sin dejar la sencillez y la lozanía musical de su añeja voz adquiridas en su natal Santiago de Cuba.

Y así, se sucedieron el milagro y la magia… con aires de la llamada world music y con pocos elementos: un guitarrista con alma latina, un hermano que empuja su carreta guajira y un disquero medio loco y emprendedor. Estos son los principales atributos del disco, los que aderezan esta primera vez que ambos hermanos graban juntos, y que lo hacen bajo lo que podríamos bautizar como una renovación, como una relectura de los principales códigos del son cubano, versionando temas conocidos (Yo soy el punto cubano / Celina González), temas instrumentales (Varios / Julio Montoro), o simplemente proponiendo canciones inéditas (Brisa mañanera / Mo Fini). Creo que, en su mayoría, son un redescubrimiento —y nunca tardío— de una voz necesaria, faltante, muy cubana.

Ojalá que los mecanismos que ayudan a la promoción de un disco (nominaciones, premios, entrevistas, conciertos, etc.) favorezcan el nacimiento fonográfico de esta guajira, que al decir de su propio hermano, y quizás parafraseando al espejo mágico de aquel cuento de hadas que es la Cenicienta, la bautizó como la “la guajira más guajira”.


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