Este 25 de mayo, coincidiendo con la celebración del Día de África, se estrenará en el capitalino Cine Chaplin Diálogo con mi abuela, el más reciente documental de la realizadora cubana Gloria Rolando.
Tierna y reveladora de matices históricos es esta película producida por el ICAIC, acerca de la cual la cineasta tuvo la gentileza de acceder a una entrevista para los lectores de Cubarte.
Diálogo con mi abuela da continuidad a temas que ya Ud. ha venido tratando.
“Sí, es continuidad de mi obra; pero es continuidad también de una serie de capítulos de la Historia de Cuba que se han olvidado o que no se les ha dado la relevancia que tienen. Voces que no se han tenido en cuenta durante muchos años. Entonces se ve como cine antropológico, se ve como la racialidad. ¡Es parte de la Historia de Cuba!
Este país, sí, es ese famoso ajiaco que se describe; pero cada elemento tuvo una participación y una historia diferente. Diferente por el origen de clase social, por la raza. Por el lugar que ocupaban en la economía y en la sociedad.
El documental es la voz de esas mujeres negras que lavaban, que planchaban, que edificaron una familia con dignidad.
Es la historia de mi familia, pero es la historia de muchas otras gentes, de muchas otras familias negras cubanas y blancas también; pero estoy acentuando ese elemento africano porque cuando nosotros empezamos toda la investigación se comprobó que mi abuela es hija de africanos.
Hay toda una historia social, de trabajo, de pobreza, de necesidad, de discriminación que está presente en la película.
Son capítulos de la Historia de Cuba. No es un problema racial, ni porque yo sea negra y tenga que contar historias de negros; sino sencillamente es un punto de vista para enriquecer la historia nacional”.
¿Por qué cree que se han olvidado estos capítulos? ¿Porque la historia de un país es muy complicada y se les ve como asuntos menores?
“Usted lo ha dicho. Porque se ven como cosas en las que no hay necesidad de ahondar porque vivimos un poco el mito de la integración racial cuando este fue un país con 400 años de esclavitud, que llegó al siglo XX con la esclavitud casi arriba.
Estamos conmemorando este año el aniversario 130 de la abolición de la esclavitud. Llegamos al siglo XX con millones de problemas de tipo racial. No era solo cosa de la influencia norteamericana, era el racismo de la plantación que se extendió al proceso independentista, cosa de la que no se habla mucho tampoco.
¿Pero cómo no iba a haber contradicciones en un ejército de mambises blancos y negros, dueños de ingenios, ex esclavos, cimarrones, negros libertos, etcétera?
Lo que, por suerte, nuestra nacionalidad se forjó en medio de todos esos avatares; pero eso no quiere decir que no existieran los problemas”.
¿Cómo ve Ud. que es el tratamiento que se le da a estos temas en la cinematografía cubana?
“Yo fui asistente de dirección de Sergio Giral y trabajé en películas como Maluala. No estoy inaugurando nada, me considero seguidora de lo que antecedieron otros como Titón con La última cena, por ejemplo. Lo que pasa es que de pronto el tema se empezó a diluir.
En mi caso específico es un aporte desde el punto de vista de género porque Diálogo con mi abuela es también un documental hecho por una mujer, con una mirada de esa relación femenina donde está el afecto familiar, donde está lo que yo llamo la poesía de la vida cotidiana, los recuerdos, las cosas que eran tabúes.
Lo que estoy sacando a flote es una serie de elementos de la espiritualidad de la vida del cubano. Por eso es que, en la música, que es tan importante en el documental, los cantos que aparecen son los de la misa espiritual.
Estoy empleando todos esos elementos como integrantes de una estética de esa vida cotidiana que llevamos y que a veces no aparece reflejada, pero sí está presente en la vida de la gente”.
Sin dejar el trasfondo histórico…
“Sin dejar el trasfondo histórico porque es una mezcla de cosas. Mi abuela fue una mujer negra, pobre, que no pudo estudiar, que tuvo que trabajar como doméstica, que se sintió también orgullosa de que todos sus nietos pudimos ser profesionales”.
¿Cómo se llamaba su abuela?
“Mi abuela se llamaba Inocencia Leonarda Armas y Abreu. O sea, que el apellido Abreu viene por haber nacido en Santa Clara, de las dotaciones de la familia Abreu a la que pertenecía Marta Abreu. De esa familia que acumuló una fortuna gracias al trabajo esclavo. Eso es lo que yo estoy tratando de decir.
Incluso, el documental empieza con una mirada de amor y de respeto a Santa Clara, como la que le tenía mi abuela a esa ciudad. Y en ese paseo por Santa Clara están los Abreu, entonces yo digo en off: Vamos a detenernos aquí porque esta es una historia diferente. Vamos a ver qué pasó con los otros Abreu. A eso es a lo que yo le llamo darle espacio, darle voz a este tipo de historia”.
¿Siempre quiso hacer este tipo de cine o se enamoró de él en los tiempos en que era asistente de dirección?
“No, es que yo fui creciendo por el camino. Mi primer trabajo en el ICAIC fue en Tumba francesa con Santiago Villafuerte, pero después de eso trabajé en todo tipo de temas.
Es la vida la que te va llevando y el cine documental tiene mucho que ver con la vida que uno hace, el barrio en que uno vive, la clase social a la que pertenece, la historia familiar. Todas esas cosas.
En el caso específico de Diálogo con mi abuela ya yo había hecho 1912. Voces para un silencio, sobre el Partido Independiente de Color. Un tema duro, un tema difícil.
Este tema yo lo abordé en el marco de una situación familiar muy dolorosa, muy penosa: la enfermedad de mi mamá por casi unos largos cinco años con Alzheimer, con demencia senil. Estaba yo metida en la casa y empecé a rescatar esta grabación de mi abuela hecha en 1993 sin otra intención que la de conservar su voz
Se digitalizó la conversación y empecé a plantearme el guión de un documental totalmente ficcionado, porque había que reconstruirlo todo. Yo nada más que tenía la voz de mi abuela”.
¿Hay entonces dramatizaciones en el documental?
“Sí, las hay. Por ejemplo: Yo tengo una especial fascinación por una foto de los años 20, que es el cartel del documental, en la que está mi abuela con un búcaro con flores en un brazo y, en el otro, está mi mamá cargada. Ese es el leitmotiv.
Es al nivel de esa foto que se monta una bóveda espiritual y se empieza a invocar para que ella venga a contar. Ella, como entidad joven, aunque a lo largo de la película se ve en distintas facetas a través de las fotos familiares.
Mi abuela era un personaje, eso fue también lo que me permitió hacer este material. Yo no sé por qué ella llamaba tanto la atención y guardábamos muchísimas fotos hechas por gente que nos visitaba en la casa y siempre la retrataban. Gracias a eso se pudo reconstruir la historia, porque hay muchas fotos de ella viejita”.
¿En esta historia que le era tan cercana, cómo pudo Ud. mantener la objetividad, no involucrarse demasiado?
“Es que en el cine tú te tienes que involucrar. La imagen que estás creando, la estética que estoy proponiendo y en eso no hay ningún tipo de temor. Hay que tener fe, hay que tener objetividad, hay que tener criterios estéticos porque yo estoy presentando esto de una manera muy poética.
He hecho otros materiales más duros como 1912…, pero la poesía no ha estado desvinculada. Recuerdo cuando tuve que tratar la figura de Evaristo Estenoz. Él fue un hombre que se casó, que tuvo una boda. Le pedí permiso al hijo de Barbarito Diez para utilizar Amor azul e ilustrar eso.
Yo fui estudiante de música muchos años. La música para mí va muy relacionada y eso me ayuda cantidad a poder hilvanar la historia a través de ella.
En Diálogo… mi hermana Magaly Rolando, que es pianista, le hizo arreglos a los cantos espirituales que interpreta Vocal Baobabs en el documental. Son una cosa dulce, bella, que invita a contar esta historia con espiritualidad”.
¿Qué piensa Ud. que le falta a la Historia de Cuba?
“Le falta color. Le faltan los elementos del color. Y no hay que tener ningún miedo. Si de alguna cosa yo estoy consciente es de la solidez de la nacionalidad, de la integración de este país”.
¿Tiene en proyecto algún otro documental?
“Tengo que reconstruirme. Hace solo nueve meses que perdí a mi madre y este documental se empezó a filmar en medio de la última etapa de ella. Pero al mismo tiempo era un compromiso porque fue una buena madre, como fue también mi abuela, como fueron muchos de nosotros.
Fíjate que la dedicatoria dice Para toda mi familia. Para los que me antecedieron. Los presentes y los que faltan por nacer”.
¿Quedó satisfecha con el resultado?
“Más de lo que pensaba. Esta es una producción sin mucho lujo, sin muchos recursos. Pero la gente del equipo la acogió en su corazón y ese es el mejor premio que yo tengo en estos momentos”.
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