Aquella niña, que a los ocho o nueve años ya había podido reconocer la poesía y que a los dieciséis, había escrito su primer poema, ha cumplido ochenta años de vida. Dice Lina de Feria, otra grande de la poesía en Cuba, que hablar de esta creadora, es dar un viaje a la semilla y por supuesto, no deja de tener toda la razón.
Cuando hablamos de Georgina Herrera, nos acercamos intensamente a los orígenes de nuestra historia, palpitamos con ella y comenzamos a adentrarnos en un mundo de connotaciones mágicas, que siempre nos estremecen.
Esa niña negra, cubana, de profunda sensibilidad, a pesar de golpes y porrazos, había vencido a aquellos bandazos y es hoy, una extraordinaria mujer digna del mejor reconocimiento en Cuba y en otras latitudes.
Nació en Jovellanos, Matanzas, en 1936,
Se ha destacado por su afanosa labor literaria, y por la fuerza inquebrantable de su talento y creatividad.
Siempre la he admirado y ella lo sabe. Lo que más he elogiado es su modestia y su humildad, que la hacen dueña de una maravillosa fortaleza lírica y humana.
Yo soy la fugitiva
soy la que abrió las puertas
de la casa-vivienda y “cogió el monte”.
No hay trampas en las que caiga
Tiro piedras, rompo cabezas.
Oigo quejidos y maldiciones.
Río furiosamente
Y en las noches
bebo el agua de los curujeyes porque en ellos
puso la luna, para mí sola,
toda la gloria de su luz.
Y así, efectivamente Georgina, toda la gloria de la luz de la luna te ha pertenecido siempre y nunca te abandona, Nadie ha podido arrebatarte tus sueños. Has sabido resistir como una leona junto a ese tigre que anda a tu lado. Nunca perderás tu sueño. Al contrario, tu sueño te pertenece, es tuyo, y de nadie más, lo alcanzaste y lo has defendido y eso es lo que vale. Te lo aseguro.
Aún no has recibido todo el reconocimiento que te mereces, pero, así y todo, persistes con el tiempo y tu obra crecida se encarga con fuerza suficiente, de escalar el lugar que te corresponde.
En este mismo instante, cuando escribo estas líneas, me llega la feliz noticia, que el Festival Internacional de Poesía de la Habana y la Sociedad de Andalucía, te acaban de otorgar el Premio “Rafael Alberti”.
¡Bien merecido! Eres una mujer cubana de enorme capacidad artística, una mujer defensora de sus raíces, de sus maravillosas raíces, que han soportado injusticias y vendavales, pero ahí están, ardientes de historias verdaderas.
Cuando mencionas a África, será siempre para elogiarla. Cuidas los ancestros, piensas en sus ríos donde lavas tus ojos y en tu muñeca la pulsa de oro, que suena como cauríes, para que nadie olvide que la tierra de tus mayores está viva.
Todo sitio al que me dirijo
a ti me lleva:
Mi sed, mis hijos,
la tibia oleada que al amor me arrastra
tienen que ver contigo.
Esta delicia de si el viento suena
o cae la lluvia
o me doblan los relámpagos,
igual.
Amo esos dioses
con historias así, como las mías:
yendo y viniendo
de la Guerra al amor o lo contrario.
Puedes cerrar tranquila en el descanso
los ojos, tenderte en paz.
Yo te cuido
Defendiste al mismo tiempo, tu condición de mujer. Feminista hasta la médula.
Yoya como te decimos o Madame Georgina, como en aquel Congreso de Taskent, definen tu andar por los caminos de este Mundo, con tu cabeza, como siempre dices “de terracota de mil años, excavada en Ifé”, esa cabeza, que una y mil veces se alza llena de poesía, abierta al reclamo, “mediante la boca que un solo beso, abierta basta”. Cabeza de ojos tremendos, de sueños inacabados, de rostro limpio, sano, transparente, que lo dice todo en su interesante existencia.
Si vamos a tu primer poemario, aquel de Ediciones El Puente, siempre te vamos a encontrar, porque siempre, será hoy.
Las alas, el mar, la canción que te susurra al oído, “hoy es día de amar” y “siempre es hoy”.
No conoces el rencor, amiga mía, mientras el corazón no te cabe en el pecho.
Ahora a tus ochenta años, vive aún la garza herida, y te sigue recordando tantas cosas que alimentan tu sabia creación:
El pajarillo herido, acurrucado
en mi tibio rincón
no puede alzarse, pero ama
y me trasmite su amoroso tiempo.
Es el tiempo que te ha acompañado, auténtica y veraz poeta, que llora para que la avecilla de alas rotas, crea que tiene bien cerca el mar y le sigues cantando, ese canto que nos llega ahora mismo, en tu plena madurez poética, renacida, con la infinita ejemplaridad de una vida intensa de emociones, que llena de orgullo, la historia de nuestra cultura nacional.
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