Entre un sustantivo y un adjetivo no se interpone la preposición DE
La palabra sal es un sustantivo femenino y significa: ‘Sustancia ordinariamente blanca, cristalina, de sabor propio bien señalado, muy soluble en agua, crepitante en el fuego y que se emplea para sazonar los alimentos y conservar las carnes muertas. Es el cloruro sódico, abunda en las aguas del mar y se halla también en masas sólidas en el seno de la tierra o disuelta en lagunas y manantiales’. Esta es la principal acepción de sal.
La voz dulce, en su función adjetiva, en su principal acepción significa: ‘Que causa cierta sensación suave y agradable al paladar, como la miel, el azúcar, etcétera’.
Siempre se dijo en Cuba galletas dulces (y dulces en plural, para que concuerde con galletas) y galletas de sal. Pero desde hace algunos años se comenzó a decir por varias personas “galleta de dulce” a la que siempre se le nombró por “galletas de maría”, que también se le llama “galleta maría”, de la cual dice el Diccionario ‘galleta redonda de masa fina sin relleno ni cobertura’, pero lo de “galleta de dulce” es un despropósito.
Por su parte, galleta es un sustantivo femenino. Cuando se interpone la preposición de entre dos sustantivos, puede tener dos valores, uno de ellos denota posesión (por ejemplo: “Un niño de París”, es, así expresado, un niño nacido en la capital francesa); pero en otros momentos esa preposición de denota procedencia (por ejemplo: cuando decimos que “a una señora le van a traer un niño de París”, no se indica la naturaleza del niño, sino su procedencia, es decir: le van a traer de París un niño”). Tomé estos ejemplos del Diccionario gramatical, de Emilio Martínez Amador, aunque, realmente, eso de que las cigüeñas traían en su pico los niños de París, hace tiempo que ya está pasado de moda.
Entre un sustantivo y un adjetivo no se interpone la preposición de (por ejemplo: “hombre fuerte”, “mujer gruesa”). Y esa es la cuestión fundamental que deseaba exponer.
Cuando tratamos de convertir el sustantivo regido por un de en un adjetivo, ya sea derivado de este o de origen distinto, pero de igual significado, pues se omite el de. (Por ejemplo: “galletas saladas”, que en este caso salada significa ‘que tiene más sal que la necesaria’; otro ejemplo mejor sería “galleta salobre”, es decir, ‘que tiene sabor a alguna sal’. En estos dos casos son adjetivos derivados del sustantivo sal).
Digo todo lo anterior, pues el caso es que no solamente se le oye decir a muchas personas tal despropósito de “galletas de dulce”, sino que también aparece escrito. Hace poco, me dieron para trasladar algo una pequeña bolsa de material plástico, de esas que las diferentes cadenas de tiendas tienen para envasar cualquier artículo pequeño o las que sirven para envasar algún producto concreto y están rotuladas con el nombre del producto y la casa o cadena que lo distribuye.
La bolsa en cuestión rezaba así: “Galletas de Dulce”, además, tenía también rotulado la fábrica de tales galletas, así: “Gacuza”, y, por demás, el nombre de la cadena de dulcerías o confiterías que la amparaba: “Sylvain”, y traía la dirección de la fábrica: “Fábrica de galletas Gacuza”, Noriega No. 2. Virgen del Camino. San Miguel del Padrón”. También traía el nombre de la institución a la que pertenece: “Empresa Provincial Industria Alimentaria Ciudad de La Habana”.
¿Quién sería la cabeza pensante que diseñó los rótulos de esta bolsa plástica?
Además del caso de “galletas de dulce”, trae escrito con la letra zeta el nombre de “Gacuza”, que después así mismo lo repite en el nombre de la fábrica “Gacuza”, fábrica existente antes de 1959 con el nombre de “Gacusa”, con ese; por demás, dice que la fábrica radica en la calle “Noriega No. 2”. Pero aquí también hubo error, porque está en Noriega No. 12.
¿Por qué tantas faltas en una sola bolsa?
Ahora, desde hace algún tiempo, se han creado varias dulcerías con el nombre de “Sylvain”; es una cadena de dulcerías. La única que existía, la original, fue creada antes de 1959, y es la que está situada en la calle Línea esquina a calle 8, en El Vedado. Sus dueños eran franceses. Fue una exquisita dulcería y confitería, donde se fabricaba y vendía magnífica pastelería francesa también. Se le puso el nombre de “Sylvain” por una hija de este matrimonio así llamada. Después del triunfo revolucionario, durante un tiempo, solamente allí se hacían dulces para los organismos oficiales. Después, ya volvió a servir a todo público, aunque la calidad no es la misma, ha decaído mucho, además de que ahora todo allí es pagadero en “moneda dura”.
Guardo un buen recuerdo de Sylvain, pues cuando era ella muy joven fue mi profesora de idioma Francés en el tercer año de mi carrera universitaria. Una profesora muy linda.
Sylvain también era francesa; se casó con un cubano que había sido ministro, con quien tuvo una hija. El esposo murió y más tarde ella se marchó de Cuba. Además del francés, conocía muy bien el español. ¿Qué diría si hubiese visto esta bolsa de la que aquí hablo?
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