Es la tarde del 11 de marzo de 1876 en la Finca La Reforma, Jatibonico, actual provincia Sancti Spiritus y los gritos de parto de Bernarda Toro Pelegrin (Manana) anuncian que va a nacer el cuarto hijo del General Máximo Gómez Báez. Nace en medio de la guerra y la persecución de las tropas españolas a su padre y su familia toda. Nacer y morir en contienda marcan el destino manifiesto de este joven, también situaciones similares en el campo insurrecto de quiebra de la unidad.
Cuentan que a los pocos días de nacer “Panchito”, como cariñosamente le llamaban, visita el campamento insurrecto Antonio Maceo. Que al ser presentado por Manana el recién nacido le advierte que presentaba una pequeña deformación en el pie derecho y que el General Maceo no reparó en esta dificultad, sino que expresó que el jinete para montar necesita el pie izquierdo. Cómo tantos episodios en la historia, este encuentro marcaría el destino de ambos poco más de veinte años después.
Terminada la contienda de los Diez Años en 1878, comienza para la familia Gómez-Toro una etapa difícil de viajes y privaciones de todo tipo. Jamaica, Honduras, Estados Unidos, Haití y finalmente República Dominicana son los países recorridos. En este período de la vida de Francisco Gómez Toro se deberá profundizar en un futuro, pues lo conocido hasta hoy no es lo extenso que merece una figura tan joven de nuestra historia patria. Se conoce que aprendió el idioma inglés en el colegio Mister Lorenz durante su estancia en Jamaica y que a su llegada a Santo Domingo en 1888, recibe clases de Enrique Loynaz de Castillo. Todos coinciden en que el joven Pachito era buen jinete y nadador, experto contable y muy serio en los asuntos familiares. Que el Generalísimo lo deja al cuidado, junto a su hermano Máximo, de las cuestiones de mantenimiento de la economía familiar para dedicarse por entero a organizar la guerra próxima.
Abril de 1892 marca un cambio en su corta vida pues este día conoce a José Martí, a quien admiraría hasta su fallecimiento en Dos Ríos. Sobre él expresaría nuestro Apóstol Nacional, que era la criatura humana con menos imperfecciones que había conocido y que era cómo si Gómez le hubiera devuelto el hijo que había perdido. Ambos serían desde ese momento inseparables en la preparación de la Guerra Necesaria y una muestra de unidad y confianza dentro de las filas de la Revolución, pues Gómez demostraba al ceder a Panchito, la plena confianza que depositaba en Martí. Desde 1894, el Generalísimo deja a su hijo bajo la tutela del Maestro en los viajes realizados a Tampa, Cayo Hueso, Costa Rica, Panamá y Jamaica.
Llega la hora para Martí y Gómez en abril de 1895 de partir hacia Cuba y convencen a Francisco que aplace su incorporación a la contienda armada. Picado por la impaciencia, decide enrolarse en la expedición de Juan Rius Rivera y desembarca por Pinar del Río a bordo del “Three Friends” el 8 de septiembre de 1896.
Fue designado por el Lugarteniente General Antonio Maceo como su ayudante personal con los grados de teniente. Participó en catorce combates desde su desembarco hasta su caída en combate, destacando: Montezuelo, Tumbas de Estorino, Galalón, El Rubí, El Rosario y Bejerano. En esta última es herido en el brazo izquierdo y ya ostenta los grados de capitán. Es el 3 de diciembre de 1896.
Un gran misterio rodea a los acontecimientos del lunes 7 de diciembre de 1896. Existen muchas versiones sobre lo ocurrido, algunas de ellas contradictorias. Las circunstancias exactas de la muerte de Francisco Gómez Toro junto al cadáver de Antonio Maceo no han sido esclarecidas por los historiadores. Existe la tesis del suicidio, que fue apoyada por unas notas que supuestamente pertenecieron a Panchito, enviadas por Valeriano Weyler al General Gómez en 1904 y calificadas por este como falsas. En estas se puede leer: “Muero en mi puesto, no quise abandonar el cadáver del Gral. Maceo y me quedé con él”. En apoyo de la hipótesis del suicidio se señala la herida que presentó el occiso en el pecho, fue causada por un cuchillo encontrado en la escena y que en un principio fue atribuido a la propiedad de Maceo y luego a Francisco. Lo cierto es que fue rematado a machetazos por los llamados Guerrilleros de Punta Brava.
Los detalles de la muerte de este patriota no empañan su decisión de salir con un brazo herido a rescatar el cuerpo sin vida del Lugarteniente General, su jefe admirado. La historia recoge siempre este tipo de hechos con un solo adjetivo: heroicos.
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