En el año de los noventa cumpleaños de Fidel, apenas ha quedado espacio, intervalo y medio de comunicación en Cuba donde no se le rindiese homenaje. A estas ofrendas no podía dejar de sumarse la fotografía en su destino de registro de la memoria histórica, así, numerosas galerías e instituciones en general mostraron fotos donde Fidel aparece junto a su pueblo.
No podía la Fototeca de Cuba quedarse, por tanto, al margen de una celebración tan trascendente y vital. Mensajero de Oshún es el título de la muestra en la planta baja que permite ver fotografías de diferentes momentos históricos de la obra del Comandante en Jefe por grandes de la fotografía cubana.
Se trata de una exhibición valiosa, realizada a partir de los fondos del Archivo, mas reducida en cantidad y que no cubre las expectativas ante el tema, a causa de un fallo en la programación ?por razones ajenas a la institución, según explicaron directivos a la autora de estas líneas?.
La muestra colectiva de fotógrafos a la entrada del inmueble comienza de forma cronológica con una trilogía de fotos del viaje de Fidel a Nueva York en 1955. Otra de las fotos, que da título a la muestra, es una imagen que ha permanecido como una alegoría cargada de misticismo en el imaginario del pueblo, al revelar la escena en la que tres palomas se posan sobre el líder, el día 8 de enero de 1959, durante su discurso en la fortaleza Columbia, luego Ciudad Libertad. La imagen de las aves que volaron hasta reposar en el líder, causó una conmoción emotiva, y fue vista como una revelación del Espíritu Santo por los católicos, y asimismo la población le adjudicó el significado de una presencia simbólica del orisha Obatalá del panteón de deidades afrocubanas.
Otras fotos en la exposición son de Alberto Korda, Mario Díaz, Raúl Corrales y Osvaldo Salas en las que puede verse a Fidel Castro en el Pico Turquino, Playa Girón, la Sierra Maestra, y el monumento a Abraham Lincoln, entre otros sitios y momentos históricos.
De mayor impacto y alcance, fue la proyección preparada ese día por el director de la Fototeca, Nelson Ramírez, en la Plaza Vieja, gracias a la que disfrutamos no solo de una amplia visualidad de fotos de lo mejor del fotorreporterismo de los sesenta y setenta, donde aparece Fidel, sino también de retratos más recientes, obras de la autoría de su hijo, Alex Castro, fotógrafo, camarógrafo y actual director de fotografía de los estudios Mundo Latino.
Los últimos viernes de cada mes se proyectan, desde el 2007, durante la noche y en el exterior del edificio de la Fototeca, obras de artistas del lente, algo que hace extensiva la labor cultural de la institución hacia la comunidad y de paso convierte esa proyección de fotos digitales en fuente atractiva de consumo de cultura artística para todo el que se halle de tránsito o incluso sentado en uno de los encantadores cafés, restaurantes o cervecería que rodean a esa hermosa plaza del siglo XVII en la zona histórica de la capital.
Mientras veía el pasado viernes 12, la secuencia de las fotos sobre la temática de Fidel en la historia, proyectadas sobre una lona bajo el cielo ya oscurecido de la Plaza Vieja, pensé que en verdad los fotógrafos artistas no se hallan en planos secundarios como muchos pueden suponer. Ellos no son simples periodistas gráficos, sino que se convierten, dada la trascendencia de sus obras, en fundamentales actores de nuestra historia, pese a solo hallarse tras su instrumento de trabajo. Susan Sontag, una gran escritora y analista de la fotografía mundial, lo describe quizá como nadie: “… el fotógrafo permanece detrás de la cámara para crear un diminuto fragmento de otro mundo: el mundo de imágenes que procura sobrevivir a todos.”
Gracias a esos artistas, su captación de los hechos se emancipa de la realidad contenida en la imagen, como enunciara el esteta Walter Benjamín. Creo que por eso les debemos una deferencia, aquella que nos permite reconocer el arte en ese testimonio gráfico, más allá del instante en sí que nos dejaron o incluso de si reflejan las tendencias hoy en boga.
De cierto modo estas fotografías nos permiten vivenciar una historia con mayúsculas que tres generaciones posteriores al triunfo de 1959 conocen por los medios, las publicaciones, y los testimonios orales y escritos. Una épica que fue tomada por fotógrafos, cuya propia vida personal se fundió con una obra fotográfica que captó la gloria de la Revolución Cubana, de sus dirigentes y su gran líder.
En el caso de las fotos más actuales de Fidel por Alex Castro, que vimos proyectadas en las afueras de la Fototeca como parte del conjunto, hemos relatado en otro artículo, cómo la propia cercanía y conocimiento del retratado, proveen de una subjetividad al enfoque peculiar de su quehacer que ha extendido, con profesionalismo, a temáticas como el ballet, el paisaje, los eventos políticos y culturales, las personalidades de hoy, los deportes, la moda y el diseño de vestuario.
Si la exposición en la Fototeca de Cuba hubiese abarcado a más artistas que han fotografiado a Fidel Castro a lo largo de seis décadas, se desplegaría ante nosotros la historia de Cuba en las imágenes de su Comandante más querido, y al mismo tiempo, el ser universal cuyo destino ha sido enfrentarse a los enemigos más poderosos del mundo, algo que le llevó a ser de paso, posiblemente, el estadista contra el que se han urdido más atentados en el planeta.
Si bien en la muestra se constata ese período de nuestra fotografía que halla su signo en la función documental y reporteril, también esta posibilita reflexionar respecto a cómo el período de los sesenta y setenta no debería ser desvalorada de acuerdo al surgimiento o ruptura posterior con una importante y Nueva Fotografía Cubana. Si nos atuviéramos a la historicidad del arte, la fotografía más contemporánea también le debe a aquella que rebasó su función periodística para permanecer como arte.
Cuando una ve la obra de estos fotorreporteros en su reflejo de Fidel, no puede dejar de evocar a un gran amigo del líder de la Revolución Cubana, Gabriel García Márquez. Ninguna descripción, entre tantas, supera el retrato que nos dejó el Gabo. “Este es el Fidel Castro que creo conocer: Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal.”
Hace apenas unos días, el 13 de agosto, día del onomástico del Comandante en Jefe, en un magnífico documental sobre su vida y obra que disfrutamos en la televisión cubana; una sagaz intervención, completaba aquel maravilloso párrafo del Gabo que antes cité: “Es un hombre que jamás en esta vida va a encontrar su plenitud, porque Fidel cree que es posible el Cielo en la Tierra” ?expresó concluyente Frei Betto.
Deje un comentario