Tras el deceso de Fina García Marruz proponemos este acercamiento a su obra publicado por el Periódico Cubarte con motivo de su cumpleaños 98.
La obra de Fina García Marruz, quien cumple hoy 98 años de vida, es uno de los grandes monumentos de la literatura cubana, desde que esta existe. Ella y Dulce María Loynaz son las dos grandes escritoras nuestras de los tiempos más recientes. Para Fina, la poesía y sus indagaciones son parte de su ser, son como un segundo lenguaje o idioma. Los reconocimientos que recibió a lo largo de su vida expresan la recepción nacional y universal de su obra literaria.
En 1986 Fina García Marruz publicó Hablar de la poesía, un libro extraordinario de ensayos que me marcó profundamente. A partir de ese momento, leí todo cuanto pude de su obra, a mi juicio y de muchos, una de las más sólidas, ricas y perdurables de la literatura cubana de los siglos XX y XXI. Recuerdo el efecto que me causó la lectura de aquellos ensayos reunidos en ese volumen (al año siguiente mereció el Premio de la Crítica), solo comparable con el estremecimiento que me produjo el descubrimiento de los ensayos de otro grande del idioma, el mexicano Octavio Paz.
Fina había publicado sus primeros libros de poesía a partir de la década de los años cuarenta del siglo pasado y junto a su compañero de toda la vida, Cintio Vitier, formaron parte del grupo Orígenes, organizado, como se sabe, en torno a la figura central de José Lezama Lima, y que también nucleó a otros importantes escritores cubanos. Un grupo de autores que gestó una obra plural, vasta y fundamental.
Decía Paz que la biografía de un poeta era equivalente a su obra, cosa que, en el caso de Fina, se cumple con justicia y precisión. Pero la obra poética de esta gran mujer de nuestra cultura está enriquecida considerablemente con una ensayística de primer nivel. Sus investigaciones y textos sobre José Martí y sobre otros bardos cubanos y zonas de nuestra lírica son asimismo notables. Su obra es propia de una investigadora rigurosa y de una gran acuciosidad, tocada con el don de una prosa poética de excelencia.
Su trabajo en la Biblioteca Nacional primero, y luego en el Centro de Estudios Martianos, desde 1977 hasta 1987, donde trabajó en el equipo encargado de gestar la edición crítica de las Obras completas de José Martí, propiciaron que las investigaciones histórico-literarias de Fina, en particular las relativas al examen de la obra martiana, alcanzaran una profundidad y un desarrollo notables. En ambos lugares dejó una estela de amistad y respeto entre los trabajadores por su sencillez y buen trato.
Hablo de ella en presente. Su dulzura y delicadeza en la comunicación se conjuga con una firmeza y un carácter íntegro, no por gusto en el grupo Orígenes se le llamó, por algunos de sus miembros, paloma acerina. En el polo opuesto de ese cariz metálico, estaba su suavidad manifiesta y su amplia sonrisa, que ya desde su nombre, cuya ascendencia latina refiere delicadeza y perfección, apuntaban a una personalidad compleja en su interior y amable en su relación con los otros.
Conocí a Fina y a Cintio en la Biblioteca Nacional José Martí hace ya tres décadas y en la memoria conservo ratos entrañables de conversación con la ilustre pareja, a pesar de que Cintiollevaba siempre el peso de los diálogos. Las visitas que hice a su hogar, pocas, fueron muy acogedoras por su parte y están indisolublemente asociadas a mis inicios como hacedor de versos.
Narro ahora esta anécdota por vez primera. Estando yo en otras funciones de la actividad institucional de la cultura, tuve la suerte de recibir al padre Ángel Gaztelu, otro de los ex origenistas, en su viaje a Cuba de 2002, quien venía acompañado del hijo de Guy Pérez Cisneros, Pablo, a quien el Consejo Nacional de las Artes Plásticas le entregaría públicamente un reconocimiento de manera honorífica y post mortem por la gran figura que fue Guy en nuestra historia de las artes visuales. En esa ocasión, me resultó muy emotivo ser testigo del reencuentro de los viejos amigos del grupo Orígenes. Gaztelu se había marchado de Cuba en la década de los ochenta del siglo pasado y no había regresado más, de manera que hacía casi dos décadas que no se encontraban. Hubo mucha alegría recíproca entre los tres ex origenistas. Esa tarde Fina participó, a la par de Cintio, en la evocación de los recuerdos y las buenas anécdotas. En el Hotel Nacional se produjeron las primeras conversaciones entre ellos (un grupo de fotografías que conservo documenta momentos de esa reunión). Todo fue muy espontáneo y lleno de alegría genuina por el reencuentro. Unos días más tarde, en un almuerzo, se produjo el cierre de la visita yde ahí acompañamos al padre Gaztelu al aeropuerto. Aquellos días me permitieron conocer un poco mejor a Fina, pues con Cintio tuve siempre una relación más fluida.
A la hora de evaluar su obra escrita varios estudiosos han expresado que Fina (como Cintio) fue, además de excelente poetisa y ensayista, una pensadora de las esencias de la cultura cubana, juicio al que me uno con todas mis fuerzas. Las raíces de lo cubano y las profundas indagaciones de hasta donde se extendieron esas raíces, su ulterior desarrollo y consolidación, le ocupó a la pareja muchas horas de investigaciones y reflexión. El resultado está en dos obras fundamentales de nuestra literatura y ciencias humanísticas.
El Premio Nacional de Literatura en 1990, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2007, el VIII Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2011, y las máximas condecoraciones que otorga el Estado cubano, como la Orden Félix Varela y la Orden José Martí, hablan del respeto y admiración que, tanto dentro como fuera de Cuba, acumuló nuestra gran poetisa.
A punto de cumplir un siglo, Fina se consagra como una de nuestras más relevantes y caracterizadas personalidades de las letras y la cultura. ¡Nuestras felicitaciones!
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