La carrera de Derecho del joven José Julián Martí y Pérez no culminó en los exámenes finales desarrollados en la Universidad de Zaragoza. Sus estudios y tesis proyectaron años después en aquel joven ya adulto la organización de un partido político con vistas a la organización y desarrollo de una revolución independentista, humanista y popular, además de la elaboración de un proyecto de nueva República para todos los cubanos.
¿De qué forma influiría el ideario del Apóstol, en la vida y la obra, desde muy joven, del más sobresaliente de sus seguidores políticos en Cuba, y quien llegara a ser, además, uno de los líderes revolucionarios más extraordinarios a nivel internacional a partir de la segunda mitad del pasado siglo?
¿Cómo imaginar a aquel joven, estudiante de Derecho de la Universidad de La Habana, reconocido como un dirigente estudiantil cuya locuacidad encarnada en la oratoria y escritura del Apóstol provocaba desconcierto —y hasta ira canallesca—, entre profesores de ideología reaccionaria y anticomunista, además de ser promotor de un sentimiento antiimperialista moldeado en ese predio de altos estudios por líderes como Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y del Directorio, entre muchos otros protagonistas de la Revolución del 30?
¿Cómo concebir a aquel joven a su llegada a la Universidad —en septiembre de 1945 matricula en la Escuela de Derecho—, quien “para los comunistas era un personaje extraño, porque decían: Este, hijo de un terrateniente y graduado del Colegio de Belén, debe ser la cosa más reaccionaria del mundo”; ámbito que, al mismo tiempo, se hallaba bajo el control de gobiernos de turno como los de Machado, Grau, Prío y, finalmente Batista; de instituciones como la Policía nacional, judicial, secreta, del Buró de Investigaciones de Actividades Enemigas y de un ejército para represiones mayores?
¿De qué forma comprender su infinito talento, capacidad intelectual y, ante todo, su fuerza revolucionaria para unir y crear nuevas cimientes de pensamiento político-ideológico?
¿Cómo profundizar en la proeza de este joven al tratar de hacer una verdadera y definitiva Revolución, frente a discursos y posturas de falsos políticos y acólitos, contra represalias y abusos de instituciones y hombres influyentes cubiertos de alevosía e indignidad; contra elementos mercenarios y proanexionistas; contra apócrifos líderes e ideólogos; contra crímenes y actos vandálicos, “contra viento y marea” al frente de una Generación, y tan solo teniendo como arma el pensamiento, la obra y la acción del más grande de los cubanos: nuestro José Martí?
¿Cómo calificar a un joven de tal estatura, surgido de las aulas universitarias, para quien el vocablo “sacrificio” no dejó tan solo de trascender en su vida a partir de libros de historia, de literatura, de ensayos, de poemas… sobre héroes universales y de redención patriótica, sino también —y de manera muy especial—, a partir de aquel otro joven para quien los sufrimientos y vejaciones de un Presidio político y deportación —alimentados todos por un régimen colonial oprobioso—, y de inolvidables experiencias y hechos elevados mediante su pluma y su verbo a distintos países de Nuestra América, le estimularon a la realización de la definitiva independencia de Cuba, al igual que a revelar y enfrentar in situ —y sin claudicar un solo momento—, la existencia de un imperio responsable de tanta injusticia, ignominia y sometimiento?
¿Reflexionaba aquel joven, al seleccionar la carrera de Derecho, que el carácter epocal de las leyes constituye una tesis martiana de interesante formulación filosófico – jurídica, cuya vigencia trascendería para Cuba, la América Latina, el Caribe, hasta llegar a ser de gran importancia para los procesos de integración en la región?
¿De qué manera resaltar la grandeza casi profética de ese joven quien, poco tiempo después, planteó y demostró fehacientemente, a los desposeídos del mundo entero —y en tribunas internacionales—, sobre la irrevocable certeza de que se podía derrotar con unidad de principios e ideas, el dominio de los imperios?
La sabiduría e impronta martianas son tan profundas como variadas en cada una de sus temáticas. Fidel Castro Ruz las supo convocar y llevar a la práctica, y reflejo de esta impronta —entre un sinnúmero de documentos bibliográficos—, es la obra Fidel en la tradición estudiantil universitaria de la historiadora doctora Francisca López Civeira y el Msc. Fabio E. Fernández Batista, de la Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado (1).
Así, entre documentos bibliográficos cuidadosamente seleccionados y representativos de distintas épocas del contexto nacional en general, informes, entrevistas diversas, directivas, manifiestos, artículos periodísticos, llamamientos de protesta…; y, en especial —como muchísimos otros materiales—, un discurso pronunciado el 4 de septiembre de 1995 por el Líder de la Revolución cubana, otorgan un valor innegable a la lectura y análisis de este título. Fidel en la tradición estudiantil universitaria es una obra cuya enseñanza teórico-práctica no escatima su perdurabilidad en el tiempo, al estar dirigida de manera muy especial a las presentes y futuras generaciones de jóvenes de Cuba y de nuestra América martiana.
LA UNIVERSIDAD DEL ESTUDIANTE FIDEL
Época de profunda convulsión entre las fuerzas reaccionarias amparadas por los gobiernos de turno y las fuerzas estudiantiles que reclamaban cambios radicales dentro del contexto educacional y en el país en general, la vivida por el joven estudiante Fidel en los predios universitarios. Así lo plantean los autores de este título al rememorar una de las situaciones más importantes surgidas dentro del escenario universitario de inicios de los años cuarenta del pasado siglo: “el bonchismo”.
(…) Este fenómeno —gestado desde los años conclusivos del decenio precedente y cuya denominación procede del inglés bunch (banda, racimo, puñado)—, fue la expresión, dentro de los marcos de la Colina universitaria, del gansterismo imperante en la vida pública cubana. La proliferación de las pandillas —los tristemente célebres grupos de acción—, debe conectarse con la deriva ideológica generada por la frustración del proceso revolucionario de los años treinta, en lo que se incluye el no haberse juzgado y sancionado a los más connotados asesinos del gobierno machadista, y con el clima de violencia de estado en el contexto de la oposición al machadato. El bonche —atrincherado por años en ciertas estructuras de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU)—, devino una perversión de la vida universitaria, pues representó el empoderamiento de grupos violentos que buscaban garantizar su hegemonía a partir de la intimidación y las armas. Estudiantes, profesores y trabajadores administrativos de la Universidad fueron practicantes y cómplices de las actividades gansteriles, sumiendo al centro docente en un perenne clima de incertidumbre. Notas, puestos ventajosos y créditos para empeños políticos futuros eran algunas de las prebendas por las que luchaban los bonchistas, conectados con las pugnas políticas de la época, ya que las bandas actuantes dentro de la Universidad resultaron funcionales a los grupos de poder que pretendían contener la proyección revolucionaria de ciertos sectores del estudiantado.
FIDEL HABLA DE LA UNIVERSIDAD: FRAGMENTOS DEL DISCURSO PRONUNCIADO EN LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA EL 4 DE SEPTIEMBRE DE 1995
(…) En esta Universidad viví momentos difíciles, muy difíciles; tan difíciles que resulta un verdadero azar, incluso, el haber sobrevivido a aquellos años universitarios. Libré luchas muy duras, con toda la persistencia y toda la decisión necesarias, hasta que después se acercaron otros años y otras épocas.
(…) Yo estoy aquí solo en la Universidad, absolutamente solo, cuando, de repente, en aquel proceso electoral universitario me veo enfrentado a toda la mafia aquella que dominaba la Universidad. Están decididos a impedir a toda costa la pérdida de de la Universidad: controlaban, dije, el rectorado, controlaban la Policía Universitaria, controlaban la policía de la calle, lo controlaban todo (…) y deciden en el rectorado que no era válida la destitución del presidente de la Escuela de Derecho y, por lo tanto, ese era el voto que decidía si la Universidad seguía estando en manos de gente que apoyaba al gobierno o la Universidad estaba en manos de gente contra el gobierno. Esa es la historia
(…) Aquello se tradujo para mí en una infinidad de peligros, porque el ambiente que yo observaba en la Universidad, desde que llegué al primer año, era un ambiente de fuerza, de miedo, de pistolas, de armas; y el grupo que dominaba la Universidad estaba estrechamente vinculado al gobierno, tenía todo el apoyo del gobierno y todos los recursos y armas del gobierno.
¿En qué sentido yo pienso que pude haberme precipitado un poco? Tal vez yo debía haber prolongado un poquito más aquella lucha o aquel enfrentamiento; sin embargo, no pude resistir los intentos de intimidación, de amenaza y entré en lucha abierta con todas aquellas fuerzas, en lucha abierta solo. Hay que decir que solo, porque no tenía nada, no tenía organización para enfrentar aquello, no tenía un partido que me diera apoyo, así que es la rebelión contra aquel intento de avasallar a la Universidad y de imponerse por la fuerza en la Universidad (…) ya las presiones físicas sobre uno eran muy fuertes, las amenazas eran fuertes, se acercaban las elecciones de la FEU y fue el momento en que aquella mafia me prohíbe ingresar en la Universidad, no puedo volver más a la Universidad (…) decido volver, y volví armado. Se podía decir que era el comienzo de mi peculiar lucha armada, porque la lucha armada en aquella circunstancia era casi imposible. A un amigo antimachadista y antibatistiano le pedí me consiguiera una pistola, me consiguió una Browning con 15 tiros.
(…) Al final del segundo curso, la lucha está intensa —sí fue en 1945, 1946 y mediados de 1947—, ya me habían designado presidente del Comité Pro Democracia Dominicana, presidente del Comité Pro Liberación de Puerto rico, había una gran conciencia anti trujillista en la Universidad, también cosas como la liberación de Puerto Rico estaba Albizu Campos en aquella época, protagonizó algunos de sus alzamientos, dio lugar a importantes manifestaciones (…) Pero en medio de aquellas luchas que tenían altibajos, muy difíciles, aquella gente tenía cada vez más poder (…)
Fue por la época en que se creían llegadas las condiciones para organizar la batalla final contra Trujillo y, realmente, los que organización la expedición de Cayo Confites, aparte de los dominicanos, era mucha de esta gente, y el que suministró los fondos, fundamentalmente, fue José Manuel Alemán, ministro de educación del gobierno de Grau San Martín, y un individuo con ambiciones políticas.
(…) Yo, naturalmente, veo que se va a producir la lucha contra Trujillo, soy presidente del Comité Pro Democracia Dominicana, preparé las maletas y, sin decirle nada a nadie, me fui para Cayo Confites y me enrolé en aquella expedición
(…) Es, estando en Cayo Confites (…) cuando las pugnas se desatan abiertamente entre varios de aquellos grupos que se clasificaban de revolucionarios. Y muchos se lo creían, honradamente se lo creían, porque, ¿qué era una revolución? No lo sabían. ¿Quiénes podían ser o eran los abanderados de una revolución o expresaban las ideas revolucionarias? Los comunistas, los que defendían a los trabajadores, los que tenían una ideología, los que tenían una teoría revolucionaria (…) Para muchos de ellos la revolución consistía en castigar a un esbirro de la época de Machado o de la época de Batista, que había cometido crímenes contra la gente. En eso consistían muchas de las concepciones de qué era ser revolucionario.
(…) De modo que cuando se frustra la invasión de Santo Domingo, hubo deserciones, hubo de todo. Ya desde entonces yo tenía idea de la lucha guerrillera, ya me habían dado una compañía de soldados, aquello se veía que era caótico: falta de organización, de eficiencia, falta de todo (…) ya desde entonces yo pensaba en la posibilidad de una lucha guerrillera en las montañas de Santo Domingo. Estoy hablando del año 1947.
(…) Ustedes son la antítesis de lo que vimos nosotros aquí. Eran muchachos entusiastas, para una manifestación rápidamente se movilizaban, pero no era una conciencia política, no era una conciencia revolucionaria; era el temperamento inquieto y rebelde de los jóvenes, las tradiciones heroicas de la Universidad (…) y en nosotros hizo un especial efecto esa atmósfera de esta Universidad, que era lo que tenía, lo que nos encontramos nosotros, la materia prima con la que trabajamos.
(…) Tengo un pequeño récord académico por ahí, de las 47 asignaturas que examiné en año y tanto (…) no me considero modelo, y mucho menos modelo de buen estudiante. Sí he tratado de ser un buen revolucionario, he tratado de ser un buen combatiente, y si a algunos se les ocurriera imitar un caso como el mío, les ruego que imiten mis pocos aciertos y se ahorren los muchos errores que puedo haber cometido.
FIDEL, UN HOMBRE DE Y PARA TODOS LOS TIEMPOS
El Primero de Enero de 1959 iluminó el sol más intenso a esta larga y estrecha porción de la geografía universal. Y es que con él, con el azul de un cielo enamorado de su enseña, las miles de palomas que atrajo consigo —a saber desde dónde, pero receptoras y portadoras del inolvidable mensaje—, a la vez que grupos enormes de hombres curtidos por sus rayos y vestidos con el verdor de las montañas que les ampararon y luengas barbas dispuestas a contar batallas (¿míticas?), se decidió el futuro de un pueblo.
Aquel joven premió a la Historia, a su Historia, a nuestra Historia, no para salvarla como un Mesías bíblico o un Quijote cervantino, sino para multiplicarla, triplicarla…engrandecerla aún más en miles de capítulos con la anuencia de sus próceres y mártires, con la anuencia de aquel de quien y para quien perseveró en pensamiento y acción, y cuya morada inicial partió de un Alma Máter, siempre dispuesta a acoger y amar a quienes aspiren a construir un mundo mejor y más justo; a quienes, como aquel, nuestro José Martí, y como aquel otro, de una Generación centenaria y estudiante de sus predios, Fidel Castro Ruz, estén dispuestos a continuar siendo los agradecidos y consagrados a la Historia de Cuba y de la humanidad. Y es que Fidel, es un hombre de y para todos los tiempos.
NOTA:
(1) Fidel en la tradición estudiantil universitaria. Doctora Francisca López Civeira y Msc. Fabio E. Fernández Batista. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado. La Habana, 2016.
Deje un comentario