“(…) El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo: he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política. Quizás luzca fría y teórica esta exposición si no se conoce la espantosa tragedia que está viviendo el país en estos seis órdenes, sumada a la más humillante opresión política”.
Era la voz del joven abogado Fidel Castro Ruz durante su heroico e histórico alegato de defensa, más conocido como La Historia me Absolverá, días después de su participación y la de un numeroso grupo de sus compañeros combatientes, en los ataques a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, el 26 de Julio de 1953. Acciones iniciales estratégicas de lucha revolucionaria concebidas por una juventud llamada a ser Generación del Centenario liderada por Fidel y seguidora de las doctrinas del Apóstol.
Ataques, ambos, a los más importantes cuarteles militares de la tiranía batistiana que, no obstante haber sido un duro revés en el plano militar para el movimiento revolucionario, sí tuvieron una gran trascendencia cívica y popular.
Durante su alegato, Fidel significó entre otras cuestiones:
“(…) La primera sesión del juicio fue el 21 de septiembre. Entre un centenar de ametralladoras y bayonetas que invadían escandalosamente la sala de justicia, más de cien personas se sentaron en el banquillo de los acusados. Una gran mayoría era ajena a los hechos y guardaba prisión preventiva hacía muchos días, después de sufrir toda clase de vejámenes y maltratos en los calabozos de los cuerpos represivos; pero el resto de los acusados, que era el menor número, estaba gallardamente firme, dispuesto a confirmar con orgullo su participación en la batalla por la libertad, dar un ejemplo de abnegación sin precedentes y librar de las garras de la cárcel a aquel grupo de personas que con toda mala fe habían sido incluidas en el proceso. Los que habían combatido una vez volvían a enfrentarse. Otra vez la causa justa del lado nuestro; iba a librarse contra la infamia el combate terrible de la verdad. ¡Y ciertamente que no esperaba el régimen la catástrofe moral que se avecinaba!”.
“(…) Señores Magistrados: ¿Por qué tanto interés en que me calle? ¿Por qué, inclusive, se suspende todo género de razonamientos para no presentar ningún blanco contra el cual pueda yo dirigir el ataque de mis argumentos? ¿Es que se carece por completo de base jurídica, moral y política para hacer un planteamiento serio de la cuestión? ¿Es que se quiere que yo hable también dos minutos y no toque aquí los puntos que tienen a ciertas gentes sin dormir desde el 26 de Julio? (…) en este juicio se está debatiendo algo más que la simple libertad de un individuo; se discute sobre cuestiones fundamentales de principios, se juzga sobre el derecho de los hombres a ser libres, se debate sobre las bases mismas de nuestra existencia como nación civilizada y democrática. Cuando concluya, no quiero tener que reprocharme a mí mismo haber dejado principio por defender, verdad sin decir, ni crimen sin denunciar”.
Seguidamente y, en primer lugar, la fase preparatoria y organizativa de la guerra revolucionaria se lleva a cabo en el Presidio Modelo de la Isla de Pinos durante los 22 meses de prisión donde permanecieron los combatientes sobrevivientes de las acciones revolucionarias del 26 de Julio.
Una vez fuera de la prisión, los integrantes del movimiento, ya denominado Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7), desarrollaron un conjunto de acciones cívicas, las que continuamente resultaban reprimidas por los órganos de la inteligencia de la tiranía y sus agentes. Como consecuencia de ello es que Fidel decide entonces declarar: “Cerradas al pueblo todas las puertas para la lucha cívica, no queda más solución que la del 68 y el 95”.
El viaje a México y la estancia en esa ciudad sería el complemento de la preparación de la guerra revolucionaria, convocando en lo fundamental a la unidad del movimiento dentro y fuera del país.
En suma, la prisión y el exilio en México se reconocen como etapas fecundas para la preparación y desarrollo de la guerra revolucionaria. Ambas, concluyen finalmente, con la salida hacia Cuba del yate Granma, con 82 hombres a bordo, bajo la consigna de que en 1956, “seremos libres o seremos mártires”.
La Historia me Absolverá, significó el Líder de la Revolución cubana en su valiente alegato. Y así fue: el yate Granma y su hermosa carga de jóvenes centenarios del natalicio del Apóstol, decidió poner proa hacia la Historia, similar a como ocurriese con otra pequeña embarcación, un siglo atrás, para de ella desembarcar en otra zona oriental (Playitas), inolvidables combatientes y los principales héroes de la contienda del 95: nuestro Héroe Nacional José Martí, y el Generalísimo Máximo Gómez Báez.
A aquel joven abogado martiano, devenido auto defensor de una causa patriótica y revolucionaria, la Historia lo absolvió e inmortalizó para todos los tiempos.
Deje un comentario