Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo en mi memoria


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Hay algunos maestros que se recuerdan siempre. Entre muchos que dejaron huellas en mi vida, aparece esta interesante pareja que conocí una mañana del año 1947 en, mi también inolvidable, Instituto de Segunda Enseñanza de la Víbora.

Hablar de Fernando Portuondo y de Hortensia Pichardo, es hablar de un matrimonio de eminentes profesores.

Siempre los recuerdo muy unidos, apoyándose mutuamente, con una complicidad exquisita.

Él nació en 1903, en Santiago de Cuba y ella, en 1904, en La Habana.

El Dr. Fernando Portuondo, murió el 27 de junio de 1975 y la Dra. Pichardo, también en junio, pero del 2001. Lo sobrevivió 26 años. Fernando murió de 72 años, ella de 97.  Como se puede observar, el mes de junio, también los quiso relacionar y me convoca a recordarlos, con la veneración a que se hicieron acreedores.

Al enterarme de la muerte del profesor lo primero que pensé fue, ¿qué sería entonces de Hortensia Pichardo? ¿Qué haría aquella mujer, sin su inseparable compañero? Pues bien, a partir de ahí, aquella investigadora extraordinaria, se adentró aún más en los estudios históricos que los habían ocupado siempre y siguió adelante, con el mismo espíritu que caracterizaba a los dos.

Trabajó tanto y con tanta pasión y entrega a lo largo de su fructífera vida, que recibió el título de Heroína Nacional del Trabajo. Además, entre otros importantes reconocimientos, fue Premio Nacional de Ciencias Sociales, Premio Nacional de Historia y Profesora de Mérito la Universidad de La Habana. La Asociación Nacional de Pedagogos, le otorgó la condición de Miembro de Honor.

Ella culminó la obra que habían comenzado juntos.

Cuando comencé mis estudios de Filosofía y Letras en 1952, en la Universidad de La Habana, conversé muchas veces con el Dr. Elías Entralgo sobre la influencia que habían ejercido en muchos de nosotros, estos ejemplares profesores de historia. Desde muy niña, amé a mi Patria, pero en aquellos años, en que recibí clases en las voces de Fernando y Hortensia aprendí, con mucha más devoción, a amar a Cuba y a nuestros héroes y mártires. En la Universidad, se profundizaba en nuestra historiografía y años después de graduada supe que Fernando colaboró con Entralgo en las labores docentes de Alto Centro de Estudios. En 1959, el Dr. Entralgo, había convencido también, a la Dra. Pichardo, para que asumiera la Cátedra de Técnica de la Investigación Histórica en la propia Universidad. No hubiera querido dejar sus clases en el Instituto de la Víbora, pero aceptó. Tenía en esa época 55 esplendorosos años. 

Fernando y Hortensia eran muy cubanos y muy patriotas. Se conocieron cuando eran estudiantes. Graduados de Pedagogía y Filosofía y Letras. Se casaron en 1927.

Fueron excelentes investigadores y nos trazaron el camino hacia la búsqueda exacta del conocimiento histórico, buscando fuentes en Cuba y en otras regiones.

Nunca olvidaré que tuve la fortuna de conocer personalmente a Emilio Roig de Leuchsenring, por indicaciones de mis dos profesores. En aquella época Roig, era el Historiador de la Ciudad.

Años atrás, Fernando, había sido un excelente colaborador de Emilito, como así le llamaban, en la preparación de Congresos de Historia.

Es criterio de los especialistas, que la Bibliografía Activa de Fernando y de la Pichardo, ha sido sustancial para el estudio de nuestra historia. 

Cuando fueron mis profesores, alcanzaban los cuarenta y tantos años, talentosos, con una energía extraordinaria, dispuestos a enseñar y a crear, sin detenerse ni un solo instante.

En esta época, ya habían trabajado los estudios en torno a la Conquista. Por ahí comenzaron. Siempre unidos, con proyectos comunes y deseos de triunfar en todos sus empeños.

El Dr. Portuondo comenzó desde muy joven a estudiar la Historia y Riqueza de la Isla y dedicaba gran parte de su tiempo a la preparación de un Curso de Historia de Cuba, de acuerdo a la programación que recibíamos en el bachillerato. Durante casi treinta años, Portuondo, fue acumulando sabias investigaciones para su libro de Historia, en varios tomos, que a lo largo del tiempo fue editado en múltiples ocasiones y se convirtió en un texto imprescindible para la historiografía cubana.

Un día visité a la Dra., en su casa de la calle Masó. Trabajaba sin cesar.  Me habló de tantos proyectos. Había que seguir adelante. Tantos estudios iniciados y aún sin concluir. ¡Tantas ideas fraguadas en la intimidad de sus vidas! Fernando creía tanto en los jóvenes, los ayudó en sus luchas estudiantiles, me dijo. Los niños y los jóvenes representan el futuro de la Patria. El texto de Gente Nueva que ella elaboró sobre Martí y los jóvenes, y sus escogidas lecturas para que los pinos nuevos amen y piensen siempre, fue publicado en 1981. Ese libro, no pasa de moda. No sé si existirá sobre el texto algún intento de reedición, pero sería muy importante, que ahora más que nunca, muchos estudiantes lo lean, lo estudien y no lo olviden.

Si pensamos en Colón, en el Colegio de San Cristóbal, en la fundación de las primeras villas, en Céspedes, en Máximo Gómez, en Martí, por citar algunos temas fundamentales, sentimos la presencia inmediata y latente de estos dos ejemplares maestros. Cada vez que conmemoramos el 10 de octubre y el 24 de febrero, es imposible no recordarlos: ¡Nos hacían saltar emocionados de los asientos de nuestras aulas!

Fue gigantesca la obra en tres tomos, que dedicaron al compilar Escritos de Carlos Manuel de Céspedes, tarea que asumieron con profunda laboriosidad y con la ayuda y colaboración de Instituciones y amigos, a los que supieron entregar su mejor agradecimiento:

“A todos cuantos por numerosos, es imposible citar, que allanaron el áspero, el tortuoso camino de los compiladores, con el noble deseo de participar en éste, más que homenaje, tributo adeudado a aquel a quien la gratitud de los revolucionarios del 68 llamó El Padre de la Patria”.

Solo el amplio trabajo que inicia estos tomos de los escritos de Céspedes, constituye una clase magistral entregada por ellos, desde el mundo trascendente de la investigación.

Estos dos intelectuales, prestigian la historia de la educación cubana.

Dentro del ámbito magisterial tuvieron ambos vastas experiencias, desde el conocimiento de lo que era un aula rural, el trabajo de la inspección escolar, los programas del bachillerato, la Universidad y su amplísimo campo investigativo histórico y literario.

En una ocasión la Dra. Pichardo expresó: “Investigar no es leer, es algo más serio. Hay que comprender lo que significa la investigación y tomarle amor”.

Ahora, cuando se están armando las relaciones bilaterales entre Cuba y los Estados Unidos, recuerdo a estos profesores cubanos y no puedo dejar de citar, aquellas sabias palabras de la Pichardo, sobre nuestro Héroe Nacional y que se ajustan perfectamente a estos tiempos que vivimos: 

“Por eso, cada vez que puedo, escribo sobre él, para que llegue a todos. Así me es imposible dejar de pensar en Martí cuando ocurre un hecho notable, de carácter humano, nacional o internacional. Tal parece que no hay tema que no esté tocado por él”.

Vivimos hoy en tiempo de ser más martianos que nunca, lo que quiere decir, ser mucho más cubanos y revolucionarios. Nada que no dignifique nuestra historia y nuestra cultura, debemos permitir.

Seamos capaces de profundizar en nuestros valores patrios e insistir en la formación de los jóvenes, sin consignas ni pancartas, pero sí, con la habilidad magisterial de los inolvidables profesores que nos antecedieron.

Hay que lograr levantar de los asientos a nuestros estudiantes cuando les expliquemos los peligros a que podamos estar sometidos en estos cruciales tiempos que vive la Patria.

Como Fernando y Hortensia, hay que profundizar en el estudio de nuestro pasado, para no olvidarlo jamás.

Recuerdo, cómo reiteraban la idea “… hay que proteger nuestra Bandera de usos indebidos y entonar correctamente nuestro Himno Nacional”.

Trabajar como ellos, sin descanso, defendiendo nuestra cultura, nuestra identidad nacional, y preservar nuestros símbolos patrios, es deber imprescindible de los maestros de hoy.

Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo, fueron dignos cubanos, maestros ejemplares; representaron a nuestro país en otras partes del Mundo y recibieron múltiples reconocimientos, pero lo más importante, es el legado trascendental que dejaron en la historia de nuestra nación, su fuerza magisterial, su íntegra condición ciudadana y su nobleza y decoro, que alumbraron el camino para que las generaciones futuras pudieran seguir defendiendo esta tierra nuestra, libre e independiente, y las conquistas, que a fuerza de mucho sacrificio, hemos sido capaces de alcanzar.


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