Un 27 de diciembre, hace 109 años, nació en La Habana Fernando Alonso Rayneri, quien con el paso del tiempo se convertiría en artífice de uno de los más altos exponentes de la cultura cubana: el Ballet Nacional de Cuba, así como de la metodología que distingue el desempeño de sus integrantes en los escenarios del mundo.
Desde que a los 17 años de edad descubriera en la Sociedad Pro Arte Musical que era la danza el punto de encuentro de sus dos grandes pasiones, la música y el deporte, no hubo otra brújula en ese andar que enrumbó hacia el norte junto a su hermano, otro futuro pilar del BNC, Alberto Alonso.
En la llamada “ciudad de los rascacielos” tuvo profesores tan prestigiosos como George Balanchine, Alexandra Fedorova, Anatole Oboukoff y Mijail Mordkin, siendo la compañía de este último la que le permitió ser parte de las comedias musicales de Brodway, experiencia que luego enriquecería su labor como pedagogo.
El American Ballet Caravan y el Ballet Theatre fueron otros que integró en los Estados Unidos antes de regresar a la patria casado con Alicia Alonso con la que, junto a Alberto, creó en 1948 la compañía que llevaría el nombre de la ya reconocida bailarina y que más tarde fuera Ballet Nacional de Cuba.
En 1950 advirtió la necesidad de una Academia que garantizara los futuros bailarines, creando así una metodología en la que tuvo a su compañera como patrón. En ella fundió elementos de otras que le antecedieron: la francesa, la rusa, la italiana, la danesa y la inglesa, con el sello expresivo de nuestra nacionalidad.
Cuentan que era tal su dedicación, que presenciaba operaciones quirúrgicas para conocer la estructura interior de nuestra anatomía, su musculatura, y se hacía asesorar por psiquíatras para comprender mejor las honduras sicológicas del ser humano.
En 1956 hace su última presentación como bailarín en el Estadio de la Universidad de La Habana y, tras el triunfo del primero de enero de 1959, gracias al apoyo que desde los primeros momentos brindó a la Compañía el gobierno revolucionario, fundó tres años más tarde la Escuela Nacional de Ballet de Cuba, la cual dirigió hasta 1968.
Recién abandonada la dirección del BNC en 1974, pasó a encabezar el Ballet de Camagüey, cuya relevancia pronto alcanzó mayor nivel internacional. En 1992 pasa a dirigir la Compañía Nacional de Danza de México, donde permaneció a lo largo de seis años, durante los cuales mantuvo vínculos con la Escuela Nacional de Ballet.
Como justo reconocimiento a su fértil trayectoria, en el año 2000 se le otorgan el Premio Nacional de Danza y el Premio Nacional de la Enseñanza Artística. En 2008 la Asociación Internacional de la Danza le confiere el Premio Benois de la Danse, considerado el Oscar de esa manifestación artística, el cual le fue entregado en el Teatro Bolshoi de Moscú.
Fernando Alonso falleció en La Habana el 27 de julio de 2013, pero el espíritu de la danza que supo inculcar en generaciones de bailarines, mantiene indeleble su presencia en los escenarios del mundo, como parte de la cultura cubana.
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