Riqueza literaria, originalidad y sensibilidad artística y humana trascendieron en el Centro Cultural Dulce María Loynaz con motivo del Aniversario 18 de la desaparición física de esa inolvidable escritora cubana, Premio Nacional de Literatura y Premio Miguel de Cervantes.
En esta oportunidad, la joven conductora y poeta Yanelys Encinosa Cabrera, contó con la presencia de la profesora universitaria doctora María Dolores Ortiz, quien tuvo a su cargo la presentación, en su tercera edición, de la novela Fe de Vida.
Rememoró la doctora Ortiz que el profesor Aldo Martínez Malo le entregó en cariñosa dedicatoria dicho libro, durante un encuentro efectuado en el Centro Hermanos Loynaz, de Pinar del Río, para estudiar la obra de Dulce María como la mejor manera de rendirle cálido homenaje.
La autora confesó en una ocasión que: “En Fe de Vida está ausente la erudición, la riqueza del idioma, es lo más débil que ha salido de mi pluma”. Sin embargo, no se puede negar que hay en ella la preocupación por el idioma (…) pues la más ligera lectura de Fe de Vida hace comprender que en ella hay en realidad dos biografías, o casi tres, si se cuentan los datos bastante sesgados que Dulce María nos da de su vida y familia, e ilumina un poco esa parte de la luna que según ella le quedaba siempre en la sombra.
Según Dulce María: “La biografía de Pablo, termina con su matrimonio; deja de tener vida propia, se hace a un lado, se borra para que sea la esposa quien brille”. Y asegura que, “si algún día este país mío cae en la disputa de que me debe algo, sería a Pablo Álvarez de Cañas a quien le deba”.
Subrayó la Profesora universitaria que “toda esa primera parte del libro está dedicada a dar a conocer la memoria de ese hombre que fue su segundo esposo y, en mi opinión, el amor de su vida”.
Analizó seguidamente que el lector se preguntará, entonces, sobre ese extraño matrimonio con el primo Enrique de Quesada y Loynaz. Pues bien ella trata de explicar los motivos que la llevaron a aquella primera unión. En las páginas que llama Época azul, lo describe como “uno de los hombres más hermosos que he visto en mi vida” (tuvieron un largo noviazgo), y en el proceso que ocurre en la que llamó Época rosa pudieran encontrarse las razones. En definitiva se casa Dulce María con su primo en una relación que, en mi opinión, tenía más de atracción física que de amor, como el que luego ella halló y sintió por Pablo.
“Recuérdese el bello poema titulado San Miguel Arcángel —dedicado a Enrique— uno de los poemas más delicadamente eróticos que ella escribe (…) Al final, esa unión habría de disolverse (…) Así quedaría el camino expedito para, dos años después y luego de mucha lucha espiritual, casarse con Pablo”.
Puntualizó que “no es solo la historia de estos dos amores es la que se encuentra en la primera parte de Fe de Vida. Aquí están las deliciosas descripciones de las juevinas, llamadas así por el doctor Aurelio Bosa Masvidal”, cuando en la década de los treinta la residencia de la Loynaz se convierte en un centro de la vida cultural en El Vedado. En ella acoge a gran parte de la intelectualidad y artistas del momento, tanto la que residía de forma permanente como la de tránsito por la Isla, entre ellos, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Alejo Carpentier, Emilio Ballagas y Rafael Marquina.
Riqueza invalorable la de ese volumen —al igual que la de toda la obra poética de la Loynaz—, que la doctora Ortiz calificó “sin proponérselo quizás la Autora, como un tímido fresco de una clase social para la que no existían las luchas populares, las acciones militares, ni los muertos que cada mañana aparecían en los caminos de todo el país. Este libro nos trae el tenue perfume de una época pasada, ámbito en el que se movieron los personajes de esta obra.”
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