Sus pasos se sentirán siempre en su Habana. La voz pausada, la capacidad para convertir sueños en realidades gravitan en esta urbe de retos y esencias. Hoy cumpliría 78 años de edad ese hombre tremendo, que logró un estilo tan propio como intelectual y ser humano, ese Quijote humilde que despertó el cariño de millones de personas en gran parte del mundo, pero especialmente en su Cuba, en esta ciudad por la que tanto hizo. Eternamente habrá sábanas blancas para él, en el alma de este pueblo, que lo deberá evocar y querer siempre.
Eusebio, Maestro de Juventudes de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), nos hablaba a los jóvenes creadores con un cariño especial, nos aconsejó y alertó, nos explicó y convocó a ser eternos soñadores. Es inevitable recordar, por ejemplo, algunas de sus palabras en el tercer congreso de nuestra organización, realizado en octubre de 2018, cuando aseguró que “quien no ama a su barrio, el pedazo de tierra donde nació, nunca amará lo grande. Así, conociendo, amando, se hará mejor arte”.
Él siempre fue consecuente con eso, y nunca se dejó llevar por los éxitos ni los aplausos, no olvidó sus raíces. En su libro Hijo de mi tiempo, compilación de discursos, intervenciones, conferencias, entrevistas y prólogos, incluso nos alerta: “Nunca uno debe olvidar sus orígenes; los orígenes son muy importantes. Mi origen está en mi ciudad; está en la memoria de los que me quisieron, de mi familia; está en mi madre, Silvia Spengler, en lo que aprendí de ella, y está en su terca voluntad: ‘Estudia, para que no pases lo que yo pasé’”.
En aquel encuentro, en el cual debatíamos sobre desafíos de la cultura y la sociedad cubana, con voz de hermano grande nos dijo que también tenemos una responsabilidad con la unidad de los cubanos, la cual “no puede ser vista solo desde los hechos históricos sino también desde la poesía”. Y mencionó a Carlos Manuel de Céspedes y a José Martí. Indudablemente en esa alma poética de Cuba tiene un lugar importante también Eusebio Leal Spengler, quien cultivó los versos desde las acciones y la pasión, desde el decoro y la fidelidad a la nación y a Fidel.
Solemos hablar del Eusebio, historiador de La Habana, Doctor en Ciencias Históricas; Doctor Honoris Causa de varias universidades, gran intelectual con una lista enorme de reconocimientos. En lo particular lo que más me solía llamar la atención era su vocación de servir, la pasión con que asumía los retos e intercambiaba con personas diferentes, ese encanto para despertar aplausos con facilidad, para cautivar a campesinos, músicos, escritores, maestros…, al pueblo en general.
Me impresionaba mucho su capacidad para contribuir al consenso, a la unidad, que defendió. Tenía el don de emplear siempre las palabras adecuadas. No importaron nunca los esfuerzos personales, su estirpe, su pensamiento y voluntad estaban más allá de lo individual.
Debemos recordar siempre también a Eusebio, el niño, el adolescente de formación autodidacta, el discípulo apasionado que tanto aprendió de su maestro Emilio Roig.
Casi nunca se dice que Eusebio tenía apenas sexto grado escolar, y que se presentó a exámenes de suficiencia académica en la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, cuando ya pasaba los 30 años de edad. Comenzó a estudiar en ese centro académico en 1974 y se graduó en 1979. La superación fue constante en él.
Él compartió varias veces con miembros de la Asociación Hermanos Saíz en espacios como el Congreso de Pensamiento Memoria Nuestra, dentro de las Romerías de Mayo, y el Dialogar, dialogar. Precisamente en este último Eusebio expresó: “nunca me preparo para las cosas porque creo que el que no esté preparado siempre, que no vaya”. Obviamente él no se preparaba para algo en específico, pero esa voluntad de aprender siempre le permitió ser manantial de conocimientos sobre temas diversos.
Esa vez habló también del significado en su vida del Pabellón Cuba, actual sede nacional de la AHS, un lugar que él quería mucho. Fue ahí donde sintió su destino, según sus propias palabras. Ahí conoció a intelectuales cardinales, como a su querido amigo Alfredo Guevara.
En agosto de 2019 Eusebio estuvo otra vez con nosotros en el Pabellón, conversó, sonrió, hizo chistes. Percibimos nuevamente esa armonía entre sus gestos, las palabras y la pasión con que soñaba siempre. Luego, escuchamos varias veces rumores sobre su muerte, pero el 31 de julio del actual año se convirtió en verdad. Ya no está físicamente, no estará más, pero nos deja una obra y un ejemplo que deberá acompañarnos siempre. Su dimensión como intelectual y sus valores como ser humano le permitieron representar a Cuba en importantes espacios académicos de diversas partes del mundo. Fue y es un símbolo del país también a nivel internacional.
Quiero terminar con una frase de Eusebio en un Dialogar, dialogar dedicado a Alfredo Guevara. Esa vez dijo: “Aquí para el olvido nada más hay que morirse, por eso este acto tiene un gran valor, por ahí van del brazo dos malos sentimientos: la ingratitud y la envidia que constituyen una serpiente bicéfala. Por eso es tan importante insertar la memoria, construir el legado y darnos cuenta de que no nos hacen falta seguidores, nos hacen falta discípulos”.
Debemos aspirar a ser siempre discípulos dignos de Eusebio.
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