Eternamente: ¡Al combate, corred bayameses…! ¡Viva Cuba Libre!


eternamente-al-combate-corred-bayameses-viva-cuba-libre

En la gran mayoría de los estudios e investigaciones de la Historia de Cuba, por lo general, se hace referencia a la participación de aquellos patriotas y figuras independentistas (hombres) quienes llegaron a transformar cada uno de sus hogares citadinos en lugares de conspiración revolucionaria y de almacenes de armas para los insurrectos de la manigua. Mas, todo ello posee también otras dimensiones y es que en cada uno de aquellos hogares mambises siempre estaba presente la entereza, lealtad y valentía de la mujer cubana, como es el caso de la inolvidable Mariana Grajales, madre de los Maceo.

Pero la historia resulta repetitiva en innumerables hechos concebidos a partir del sacrificio de un sinnúmero de cubanas luchadoras independentistas. En nuestras tres guerras independentistas, ellas se cimentan junto a sus familias y, en ocasiones, en la más absoluta individualidad o soledad como promotoras y realizadoras de hechos jamás concebidos en relación con el llamado sexo débil; mujeres quienes, siendo muy jóvenes aún, demostraron su audacia contra el ocupante colonialista español.

Entre muchas, citaremos en esta oportunidad a las bayamesas Candelaria Figueredo Vázquez, La Abanderada del 68, y a las hermanas y primas hermanas de Candelaria, Luz e Isabel Vázquez.

Candelaria Figueredo Vázquez (Canducha), era la cuarta de los once hijos del matrimonio (1845) entre el acaudalado abogado bayamés Pedro Figueredo Cisneros (Perucho), y la también criolla coterránea suya Isabel Antonia Vázquez Moreno. Isabel era hermana de Luz Vázquez, la bella joven a quien José Fornaris, Carlos Manuel de Céspedes y Francisco Castillo –este último luego esposo de Luz–, dedicaron la letra y música de La Bayamesa.

Canducha nació el dos de febrero de 1852 en la ciudad de Bayamo, poco tiempo después de que su padre (Perucho) y Carlos Manuel de Céspedes, fundaran la Sociedad Filarmónica, institución cultural que llegó a provocar un rompimiento entre los jóvenes de la época en relación con las dimensiones entre lo conceptual y lo formal, a partir de manifestaciones artísticas –música, poesía, teatro–, expresivas de un sentimiento nuevo hacia el movimiento romántico. Ello imbricaba en las conciencias de los jóvenes de esa época –y en los casos de las pertenecientes a dichas familias–, en una exaltación y profundo amor por la tierra donde se nace, por su pueblo, algo que finalmente conllevaba a una cristalización del espíritu independentista. Todo ello, no sólo las identificaban dentro de un contexto ético-moral específico, sino también al resto de quienes convivían alrededor de ellas, díganse vecinos, amigos y hasta esclavos; estos últimos, en número mayor a la hora de tomar las armas o el machete mambí.

Como versa dentro de un sinnúmero de documentos e investigaciones historiográficas realizadas, las mujeres bayamesas apoyaron desde un inicio la labor independentista de los patriotas involucrados en ella. Algunas, participando en las reuniones familiares conspirativas que se efectuaban en sus hogares, además de participar como mensajeras en la divulgación y propaganda y en el acopio y traslado de materiales útiles para el movimiento. Tras el estallido revolucionario, marcharon a la manigua, compartiendo persecuciones, escaseces y hambre, como en un solo núcleo social, junto a su pueblo, incluidos esclavos. De esa forma, cabe afirmar que las familias del 68 en Oriente, Camagüey y Las Villas protagonizaron heroicas páginas para la historia de este país.

Con sólo dieciséis años de edad, Canducha relata en su Autobiografía la gran mayoría de los acontecimientos ocurridos en Bayamo, incluidos los preparativos previos a la quema de esa ciudad antes de que cayese en manos del enemigo español. Igualmente expone las vicisitudes de la manigua, la captura de ella, su madre y sus hermanas; la escapada y la partida de Cuba, en 1871, hacia Nueva York, donde fueron acogidas por el patriota Francisco Vicente Aguilera y Ramón Céspedes. Pocos meses después partieron hacia Cayo Hueso, donde decidieron asentarse. Un año antes, en agosto de 1870, su padre –gravemente enfermo de tifus–, fue capturado por las tropas hispanas y fusilado.

Investigaciones afirman que Aguilera, entonces representante de la República en Armas en el exterior, “era consciente del mal efecto que hace en la emigración el señalarle una pensión a nadie; sin embargo, consideraba indispensable pasarles entre cuarenta y cincuenta pesos mensuales a las mujeres de tan benemérito patriota, para que no se muriesen de hambre”.

Es poca la información que existe acerca de la presencia de Canducha en Cayo Hueso junto a su madre (fallecida en 1873) y algunos miembros de su familia; pero lo que sí se asevera que sufrieron infinidad de penurias económicas. En dicha ciudad, Canducha contrae matrimonio con el matancero Federico del Portillo, de cuya unión nacieron nueve hijos. Años después, la familia logra trasladarse a La Habana, donde Canducha fallece el 20 de enero de 1914.

Testimonio tomado de la autobiografía de La Abanderada

“(…) Conocedor el gobierno español de lo que se tramaba, empezó a decretar prisiones. Unos pocos de los conspiradores se escondieron en el monte, para esperar el día señalado, pero Céspedes no pudo hacerlo; como se tratase por el gobierno de aprisionarlos, dio el grito de CUBA LIBRE, el día 10 de octubre del 68 en su ingenio La Demajagua y, a pesar de no estar todo preparado, Pedro Figueredo y los demás conspiradores bayameses, acordaron secundar el movimiento, y Figueredo empezó a reunir su gente en su ingenio Las Mangas distante una legua de Bayamo. Desde el día doce comenzaron a llegar partidas constantemente, pues se había acordado que la entrada en Bayamo fuera el 18 de octubre.

“El día 17 llegó al ingenio una partida en el momento en el que nos disponíamos a sentarnos a la mesa toda la familia (…) Entre los que llegaron algunos amigos de papá y un distinguido joven camagüeyano llamado Joaquín Agüero. Se empezó la comida y a dar vivas por el triunfo que ellos creían seguro (…) A la sazón se le ocurrió decir a Agüero: Para que nuestro triunfo fuera completo no nos hace falta más que una  valiente cubana que fuera nuestra abanderada. Papá enseguida se puso de pie y exclamó: Mi hija Candelaria se atreve. Aún no había concluido de decirlo cuando con definitivo entusiasmo fui proclamada Abanderada de la División Bayamesa. De más está decir mi gusto y alegría (…) Mamá, que, aunque participaba de la alegría general, temblaba al pensar en el peligro que iba a correr, y mi padre le dijo: Vamos, Isabel, es necesario hacer un traje a nuestra abanderada. Eulalia, mi hermana mayor, fue la encargada de hacerlo.

“(…) El día 18, a las siete de la mañana, ya estaba ordenada toda la tropa de papá, si tropa puede llamarse a unos valientes que en su mayoría no llevaban más armas que sus machetes, y muchos ni eso, sino estacas. Nos pusimos en marcha hacia Bayamo. Íbamos delante papá con sus ayudantes, y yo con los míos, que fueron Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes y Gustavo Figueredo, mi hermano. Cuando llegamos a Bayamo ya se había aumentado el contingente notablemente, pues doquiera que pasábamos, se nos iban agregando todos los hombres y hasta los niños que encontrábamos al paso. Bayamo entera nos esperaba, y apenas nos divisaron, fuimos saludados con vivas entusiastas y atronadores. Entonces papá me dijo: Flota la bandera, y así lo hice dando un entusiasta grito de ¡VIVA CUBA LIBRE! Al fin llegamos a la ciudad donde ya estaban las primeras partidas frente a la Plaza de Armas, y fue entonces cuando, con loco entusiasmo, papá cruzando la pierna sobre la silla de su caballo, escribió su Bayamés inmortal. No habrá pluma que pueda describir el delirio, la emoción de aquel hombre y aquel pueblo que le oía e imitaba; y a los acordes de aquel himno asaltamos la plaza”.

Por su parte y continuando la heroica tradición de la mujer bayamesa, las hermanas Luz e Isabel Vázquez merecen también páginas de eterna recordación. La primera, fue aquella a quien su enamorado Francisco Castillo Moreno, le prometió una canción, La Bayamesa, cuya letra estuvo a cargo del patriota José Fornaris, mientras que el inolvidable Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes y el propio Castillo, le compusieron la música. Tiempo después Luz contrajo matrimonio con Castillo Moreno –quien murió un año antes al estallido de la Guerra del 68–, con quien tuvo siete hijos, entre ellos Adriana, quien durante el período conspirativo se dedicó a realizar propaganda patriótica. Adriana fue una de las más destacadas participantes en aquella epopeya independentista, y una de las que interpretó La Bayamesa, himno patriótico compuesto por su tío político y tutor, el abogado Pedro Figueredo, el 28 de octubre de 1868, en honor al triunfo de las armas mambisas.

Pocos meses después de tomada, el doce de enero de 1869, las tropas colonialistas españolas avanzan hacia la ciudad de Bayamo mas, la encontraron en cenizas ante la decisión de sus pobladores de incendiarla antes que rendirse al enemigo. Un acto que, para la historia, es y será uno de los más extraordinariamente aleccionadores y valientes de todo un pueblo. Luz y sus hijas se internan en las serranías del poblado de Guisa y “se cobijan en una choza de cujes cubierta con hojas de árboles y plantones de hierba de guinea, y se alimentaban de frutas silvestres y tubérculos” (1)

Días después Adriana, enferma de tisis, junto a su hermana Lucila, tuberculosa, son sorprendidas por las tropas enemigas el 22 de enero de 1869. Trasladadas a Bayamo, se les permitió retornar a su hogar, que ya no existía, tan sólo lo que fuese la cochera de la mansión que ocuparon junto a su familia en otro tiempo. Allí fueron a vivir sin que su espíritu patriótico decayera y de aquí parte una anécdota que expone la valentía de la joven Adriana. Fue cuando un médico español trata de examinarla, ante lo cual ella se niega, y le expresa: “Usted no puede asistirme. Y, según historiadores, en su último momento se irguió en la cama, se aferró a los barrotes de hierro de esa y entonó La Bayamesa, hoy nuestro Himno Nacional”.

Asimismo, y según versiones, Luz Vázquez, la madre de ambas jóvenes, desesperada, decide quitarse la vida y así se le recordará como aquella mujer a quien un joven enamorado y dos amigos le llegan a inmortalizar una canción que, primero de amor y más tarde con la belleza de otras nuevas estrofas quedaría inmortalizada en Himno Patriótico para todo un pueblo y país. Quizás, la más bella composición patriótica que exista.

Las Bayamesas

El 18 de marzo de 1851 estaban reunidos un grupo de jóvenes pertenecientes a La Filarmónica. Sus nombres eran José Fornaris, Francisco Castillo, enamorado y luego esposo de Luz Vázquez (hermana de Isabel Vázquez, esposa de Pedro Figueredo); Carlos Manuel de Céspedes y Carlos Pérez. En esa oportunidad Castillo propuso dedicarle una canción a su novia Luz. Fornaris se comprometió con la letra, y Castillo y Céspedes, con la música. El 27 de marzo, fueron escuchadas las notas de esta primera Bayamesa, en la casa de Luz, en la calle El Salvador, de Bayamo.

¿No recuerdas gentil bayamesa

que tú fuiste mi sol refulgente,

y risueño en tu lánguida frente

blando beso imprimí con ardor?

¿No recuerdas que un tiempo dichoso

me extasié con tu pura belleza,

y en tu seno doblé la cabeza,

moribundo de dicha y amor?

Ven, asoma a tu reja sonriendo;

ven, y escucha amorosa, mi canto;

ven, no duermas, acude a mi llanto,

pon alivio a mi negro dolor.

Recordando las glorias pasadas,

disipemos, mi bien, la tristeza,

y doblemos los dos la cabeza,

¡moribundos de dicha y amor!
 

Iniciada la guerra por la independencia en octubre de 1868, la composición de Fornaris, Céspedes y Castillo adquirió una mayor popularidad y se relacionó con la expresión del sentimiento patriótico. Bayamo, antes de que la ocuparan las fuerzas colonialistas, fue incendiada por las propias de sus pobladores el 12 de enero de 1869. La Bayamesa cobró entonces otro sentido en una versión popular, con igual música.

¿No recuerdas gentil bayamesa,

que Bayamo fue un sol refulgente,

donde impuso un cubano valiente

con su mano, el pendón tricolor?

¿No recuerdas que en tiempos pasados

el tirano explotó su riqueza,

pero ya no levanta cabeza,

moribundo de rabia y temor?

Te quemaron tus hijos, no hay pena,

pues más vale morir con honor,

que servir a un tirano opresor

que el derecho nos quiere usurpar.

Ya mi Cuba despierta sonriendo,

mientras sufre y padece el tirano

a quien quiere el valiente cubano

arrojar de sus playas de amor.
 

Tomada la ciudad de Bayamo, se comenzó a organizar su gobierno y el ejército. Céspedes nombró los primeros mayores generales y, entre ellos, a Pedro Figueredo, como jefe del estado mayor de las fuerzas mambisas. Es entonces que los revolucionarios deciden publicar un órgano oficioso, El Cubano Libre, primer periódico independiente que se publica en Cuba. En su número del 27 de octubre e 1868 (año 1, no.4), luego de haber sido conocida la letra públicamente, aparece por vez primera el texto impreso firmado por su autor, Pedro Figueredo. Se publica con el nombre de La Bayamesa: Himno Patriótico, el que sólo consta de dos estrofas, que constituyen actualmente el Himno Nacional cubano.

Al combate corred, bayameses,

que la patria os contempla orgullosa;

no temáis una muerte gloriosa

que morir por la patria es vivir!

En cadenas vivir es vivir

en afrenta y oprobio sumidos;

del clarín escuchad el sonido,

¡a las armas, valientes corred!

 

Nota:

(1)Edición Especial Revista Biblioteca Nacional José Martí. Aniversario 150 de las Guerras de Independencia.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte