“(…) o asistía al ensayo de algún villancico, dirigido por un anciano gritón, seco y renegrido, al que llamaban Don Esteban Salas. Era realmente imposible comprender por qué ese maestro de capilla, al que todos parecían respetar sin embargo, se empeñaba en hacer entrar a sus coristas en el canto general de manera escalonada, cantando los unos lo que otros habían cantado antes, armándose un guirigay de voces capaces de indignar a cualquiera…”
Así el escritor y musicólogo Alejo Carpentier describe en un capítulo de su novela El reino de este mundo, una escena del maestro Don Esteban Salas tratando de hacer que el coro que dirigía emprendiera el canto de alguna antífona compuesta por él, como la titulada Christus Factus est, a tres voces, con bajo, y otras también a tres voces, tiple alto y tenor con bajo.
A trescientos noventa años de su nacimiento en La Habana, ocurrido el 25 de diciembre de 1725, todavía resulta imprescindible llevar a un coro algunas de sus obras, sobre todo algunos de sus villancicos como Una nave mercantil, interpretada fielmente por algún coro de esta época.
Esteban Salas se inició en la música cuando contaba 38 años de edad. En 1763 el obispo de La Habana, Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, lo envía a Santiago de Cuba para que ejerza como Maestro de Capilla de la catedral, que ya entonces contaba con una plantilla de músicos integrada por tres sopranos, dos contraltos, dos tenores, dos violines, un cello, dos fagotes, un arpa y un órgano. Un año después la plantilla tenía dos trompas y dos oboes, más los anteriores instrumentos.
Como puede verse, para la época que se vivía aquella agrupación musical no era nada despreciable, por lo que el músico habanero vio la posibilidad de poner en práctica la escritura de obras no solo en idioma latín para el calendario litúrgico, sino otras como misas y sus famosos villancicos con letras en idioma español. Para suerte de la cultura nuestra, en el Museo Eclesiástico anexo a la catedral de Santiago de Cuba aún pueden observarse en buen estado de conservación algunas partituras originales escritas por Don Esteban Salas.
Como algunos piensan —y hasta se ha publicado así—, Esteban Salas no era sacerdote cuando ejercía como Maestro de Capilla. No fue hasta el 20 de marzo de 1790 en que es ordenado sacerdote en ceremonia efectuada en la Iglesia de Dolores. Para esa memorable ocasión compuso el villancico ¿Quién es esta, cielos?, y un Stábat Mater de catorce movimientos.
Esteban Salas era un hombre de vasta cultura; un poeta, además, y proveía de música a todas las parroquias de la región oriental, que comprendía también a las de Puerto Príncipe (Camagüey), y daba clases de canto, filosofía y teología en el Seminario San Basilio Magno, ubicado entonces en un local anexo al santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre.
Como es natural, su música se vio influenciada por la de Italia y España; aunque notables musicólogos cubanos como Hilario González y, principalmente, Pablo Hernández Balaguer, hicieron notar que sus obras tenían influencias americanas.
Según Hernández Balaguer: “la totalidad de la música de Esteban Salas conservada ha sido concebida para conjuntos vocales de una, dos, tres, cuatro, cinco y seis voces”.
Otro notable estudioso de su obra, Rafael Salcedo, considera la música de Salas “la obra más perfecta y acabada en materia de música religiosa”.
El catálogo de obras de Don Esteban Salas es impresionante. Algo muy curioso para los musicólogos que estudian su música es que, en muchas de sus composiciones, para señalar el aire en que debían ser ejecutadas no empleaba palabras en italiano como es costumbre hacer, sino en español; por ejemplo, no escribía “adagio”, sino “despacio”, y cuando el aire era “alegre” lo escribía así, y no “allegro”. Esto no es una costumbre común, ni siquiera actualmente, por lo que resulta que se anticipó haciendo una innovación que otros no siguieron, demostrando que deseaba hacer notar en sus partituras el idioma que se hablaba en Cuba, y de esta manera “cubanizar” sus obras.
De su vasta obra autoral se cuentan ciento cuarenta y seis composiciones de distintos géneros, lo que expone el intenso trabajo desarrollado por este músico cubano, habanero por nacimiento y santiaguero por devoción.
Su deceso ocurrió en Santiago de Cuba, el 14 de julio de 1803, y sus restos descansan en una cripta al lado de un altar de la Iglesia de San Francisco.
FUENTES CONSULTADAS:
—Carpentier, Alejo: El reino de este mundo. Novela. Editorial Bolsilibros de la UNEAC.
—Radamés, Giro: Diccionario Enciclopédico de la Música en Cuba. Tomo IV. Editorial Letras Cubanas, 2009.
—Orovio, Helio: Diccionario de la Música Cubana. Editorial Letras Cubanas, 1981.
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