Integrante de la generación de artistas plásticos de los años 70, la obra de Ernesto García Peña ilustra una necesidad básica y artística que expresa inquietudes y aspectos de un universo visual que viene a enriquecer lo que se ha estado haciendo en la plástica cubana.
Proveniente de una familia con inquietudes artísticas, simpatizantes de la poesía y la décima campesina, Peña creció rodeado de músicos que de alguna forma influenciaron su gusto por el arte. Por ello ingresó en lo que hoy se conoce como la Escuela Nacional de Arte (ENA), enseñanza que le fue muy fructífera y le permitió iniciar el camino profesional que escogió para su vida. Allí conoció a quien posteriormente fue su maestro, Alfredo Sosabravo, y a otras personalidades como Margot Colsía, Núñez Busch, Antonia Eiriz, Consuegra, Antonio Vidal, y a Mario Rodríguez Alemán, destacados artistas y pedagogos.
La oportunidad de coincidir en un mismo espacio e interactuar directamente con el público y dar a conocer personalmente su hacer, es un hecho de vital importancia para este artista. Estamos entonces en presencia de un pintor que exalta y representa una sensualidad que proporciona paz, y que hace un intento por comunicar un interés hacia algo que nace y se desarrolla en su interior. En tanto, no es su intención que permanezca allí, sino que el ciclo se completa cuando el público valora e interactúa con la obra, para crear nuevas e insospechadas sensaciones. Según Peña: “La obra no la hace el pintor; la obra empieza con el pintor y termina en el espectador”.
Muestra de un arte informal, que mezcla varias tendencias como la abstracción, el cubismo, el arte pop y alguna que otra pincelada de surrealismo, este ceramista y dibujante no deja de sorprendernos con la sutileza del trazo, la elegancia de las figuraciones, la pulcritud de la hechura, pero sobre todo por la ternura y la belleza con la que afronta temas eróticos. Prueba de ello son los cuadros impregnados de energía, con trazos que encierran múltiples historias, los cuales comienza con simples manchas para transfigurarse en caballos, flores, aves, frutas, vegetación y complejas combinaciones humanas-mecánicas, para expresar así un sentido poético. Estilo y fuerza, intensidad y delicadeza, son signos vitales de un canto visual en un mundo que por su naturaleza está dado a la belleza.
Su hacer primeramente se vio comprometido con la historia de nuestras guerras de independencia; retratos y paisajes de batallas, cargas al machete y mambises a caballo comenzaron a ilustrar sus obras. Luego, su interés tomó el rumbo de elementos desenfocados que utilizaba para dar otra intención expresiva, entonces descubrió que además de sentir cierta sensibilidad por las temáticas de contiendas o luchas, también esas historias encerraban anécdotas de amor y valor.
Después de algún tiempo su interés comienza a conspirar con la figura humana, mujeres y hombres adquieren un nuevo protagonismo, pues su arte se desplegaría en la representación de las relaciones de pareja, pero con la significación que conlleva esta como base de la familia. A partir de ese momento, aflora una nueva forma de expresión y un pretexto para discursar sobre disímiles enigmas, pero también para jugar con las figuras y los movimientos como resultado de su gusto y la influencia que ejerce el cine sobre su creación.
García Peña es de esos pintores que está abierto a las nuevas posibilidades que le brinda el medio en que se desenvuelve, pero también a los soportes y materiales con los que trabaja. De esta manera incorpora elementos otros a su arte, intercalando en una misma obra diferentes intenciones que se diferencian, pero a la vez se complementan, para abordar una misma conceptualidad. Por ello, va en busca de la esencia y de íconos que se contraponen en un intento por llamar la atención y pueden convertirse en protagónicos, aun cuando la intención sea otra. Su obra está directamente relacionada con la experimentación, con aportar un lenguaje que sea cada vez más sólido, personal y atractivo. Es su forma de transitar por plurales medios visuales y de entendimiento con el público.
Estamos en presencia de una obra plástica que posee una composición, formalidad y sencillez distintiva, con motivos pictóricos significativos. Donde las escenas intimistas se desarrollan dentro de otro ambiente, como detenidos en el tiempo, como en un danzar alucinado, exquisito, eterno y minucioso. Existen aspectos mágicos en su discursar por el arte, en tanto imbuye en la búsqueda de una intención genuina, de la autosatisfacción, desafiando lo que le inconforma, le limita, lo que no le deja levitar y soñar.
Trazos sutiles van acompañados de la necesidad de expresarse y de la posibilidad de ilustrar sentimientos. Por lo que utiliza la sensualidad para traslucir historias, por tanto, se le hace difícil renunciar al erotismo que acompaña a sus obras, aunque represente escenas violentas. Sin embargo, sus escenarios son poco convencionales, y las variaciones de colores se integran a los elementos que con seriedad y espontaneidad trabaja.
Sobre el uso de los colores, en una entrevista expresó:
Para lograr esos efectos he tenido que encontrar mi propio lenguaje. Las formas que hago no las concibo de un día para otro, ellas nacen de la experiencia. El color siempre trato que quede al azar, que sea espontáneo. Pueden disfrutar algunas de mis obras y se darán cuenta de que provienen de una conciencia mayor, de lo que estoy haciendo o de lo que he hecho, y eso me permite proponerles cambios. No siempre puedo pintar con los pasteles, porque llega un momento en que necesito el cambio, pero el color tiene que estar directamente en función de la idea.
Artista que entabla una constante conversación teórica consigo mismo, su arte y con el espectador. En muchas ocasiones sobrepone su rica sensibilidad colorística a las imágenes y logra crear un impacto consecuente con sus motivaciones. Su quehacer no se limita al trabajo profesional. Refiere que ha ejercido la docencia, una de sus eternas pasiones, como profesor de dibujo, grabado y pintura. Oficio que ejercerá siempre que sienta la necesidad, primero como medio para dejar un legado a través de sus obras, pero también en contacto directo con las futuras generaciones de artistas plásticos cubanos.
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