La ceremonia de entrega del Premio Nacional de Edición y del Premio Nacional de Diseño del Libro, correspondientes al año 2018, se celebró en la Sala Nicolás Guillén de la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, sede de la 28 Feria Internacional del Libro de La Habana.
Elizabeth Díaz González, experimentada editora, y el prolífico diseñador gráfico y pintor Jorge Martell recibieron estos lauros, en Edición y Diseño del Libro, respectivamente de manos de Alpidio Alonso, ministro de Cultura y de Juan Rodríguez Cabrera, presidente del Instituto Cubano del Libro (ICL).
Ambos laureles fueron instituidos por el ICL en 1998 como público reconocimiento a la labor sostenida de connotados editores y diseñadores de libros que de manera sobresaliente han contribuido con su talento y profesionalismo a prestigiar los procesos editoriales y de diseño del libro en Cuba.
Neyda Izquierdo, Premio Nacional de Edición, y presidenta del jurado que premió de manera unánime a Elizabeth Díaz González, dio lectura al dictamen del mismo, el cual tuvo en cuenta su meritorio trabajo como editora durante 44 años en los que ha producido una obra extensa y relevante por su calidad que incluye cientos de libros editados para casas editoriales cubanas.
«Su experiencia se extiende además, a la pedagogía pues se ha dedicado a enseñar a las nuevas generaciones de editores», amplía el documento.
Posteriormente Víctor Malagón, también Premio Nacional de Edición, ofreció las palabras de elogio a la reconocida editora en forma de recuento de su amplia trayectoria en la que, dijo, se ha desarrollado en todas las especialidades afines a la edición con rigor y gran profesionalismo: correctora, redactora, gestora de títulos y colecciones, fundadora de revistas, directiva de diferentes editoriales nacionales; también ha realizado una importante labor docente en diversas asignaturas asociadas a la edición.
La Premio Nacional de Edición 2018 mostró su agradecimiento por el reconocimiento y a las tantas personas que la han apoyado a lo largo de su exitosa trayectoria y evocó momentos de la misma, entre ellos, las ocasiones en que el ineludible dramaturgo cubano Virgilio Piñera visitaba la sede de Arte y Literatura, donde ella comenzaba a laborar después de su graduación de Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas; «era lo que más yo disfrutaba; allí literalmente se paraba el trabajo para oír las fabulosas historias de Virgilio».
Mención especial hizo al desaparecido Pablo Pacheco quien dirigía por aquel entonces dicha editorial, y al español Evaristo García, gran conocedor del oficio de editor; «me prohijó y fui su aprendiz como en los tiempos medievales”, rememoró.
Igualmente subrayó la importancia de la minuciosidad en la faena de la edición, censuró las erratas imperdonables que lamentablemente se encuentran en algunos volúmenes y enfatizó en que el objetivo final de un editor es y será siempre tratar de que el libro sea perfecto y fiel a su autor; añadió que la característica que distingue a un buen editor es la pasión por la excelencia, «sin esa pasión no se puede ser un editor».
Reflexionó en la inmensa responsabilidad del editor que es, señaló, quien media entre un escritor vivo o muerto y los lectores. «Qué importante tarea la de evaluar y seleccionar los libros que serán leídos por un país. Qué responsabilidad la de hacer llegar a las personas los libros con la belleza y la fidelidad a la obra original, sin errores».
Consideró asimismo, que la labor del editor aun no ha sido debidamente reconocida, porque, afirmó, «otra de sus características es la generosa alteridad al ponerse anónimamente en la piel del escritor y poner su conocimiento y su sensibilidad a disposición de este, sin casi ninguna otra recompensa que la satisfacción del trabajo terminado y de ver el libro impreso».
Seguidamente, Pepe Menéndez, Premio Nacional de Diseño del Libro, dio lectura al veredicto del tribunal que presidió y que confirió unánimemente a Martell el galardón este año.
El documento reconoce entre, otros méritos del premiado, que durante más de 50 años como diseñador ha producido una obra extensa y relevante por su calidad: más de 350 libros diseñados para las principales editoriales cubanas y varios premios precedentes, avalan su talento y profesionalidad.
Por su parte, Francisco Masvidal, también Premio Nacional en esta especialidad, quien dirigió a Martell las palabras de elogio, explicó que a los diseñadores les es difícil hablar y que él recordaría algunas imágenes de la vida profesional que compartieron durante muchos años.
«Martell siempre tuvo mucha calidad en el diseño; yo siempre lo he comparado con un chef porque un diseñador debe saber mezclar muy bien la tipografía, las imágenes y en el espacio, sobre todo en el arte del libro donde la cubierta es la carta de presentación porque si la cubierta no gusta no se abre el libro y Martell siempre ha tenido la cualidad de mezclar todos los elementos con maestría (…) quiero agradecerle por todo lo que le ha aportado al mundo del diseño», manifestó Masvidal.
Luego apuntó que Martell comenzó a diseñar en la etapa de los linotipos y lo sigue haciendo en la etapa actual caracterizada por las tecnologías digitales.
«No podemos seguir devastando los bosques en el mundo; cada vez es más caro hacer un libro, cada vez la humanidad paga más por eso y por tanto ya hemos tenido que hacer el cambio, pero no importa, porque seguimos trabajando en el mundo digital que es además el que entienden los jóvenes, por tanto queda mucho por hacer y esperamos que las nuevas generaciones se inspiren en el ejemplo de Martell», declaró.
Martell al intervenir expresó su alegría ante este reconocimiento. «Llevo 52 años ejerciendo mi profesión de diseño gráfico con pasión; pasión que es mi mayor defecto y mi única virtud», y reconoció que tanto él como los colegas de su generación han triunfado tanto en Cuba como en el exterior «gracias a la excelsa formación que recibimos en nuestro país (…) sin costo alguno, a pesar de lo costoso que es en todo el planeta», advirtió.
Agradeció a todos sus amigos y colegas; al ICL; al Taller Experimental de la Gráfica de La Habana, al jurado, «pero en especial dedico este premio a mis formadores, los que están y los que no están (…) y a Sirita Santana, quien desde que fuimos novios por primera vez hace 49 años, me inculcó su buen gusto y el más puro amor a nuestro país».
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