Se puede entrar a la historia de una nación por muchas puertas o también solo desde un hecho altamente meritorio, pero siempre, en cualquier caso, será desde una actuación descollante y una entrega apasionada.
El caso del general del Ejército Libertador Enrique Loynaz del Castillo es de una singularidad llamativa. Combatiente de la última guerra independentista del siglo XIX con el grado de general de brigada o brigadier (participó directamente en más de sesenta acciones combativas), autor del Himno Invasor del Ejército Libertador, amigo personal y colaborador estrecho de José Martí y Antonio Maceo, en distintos momentos de la preparación de la guerra, delegado constituyentista en Jimaguayú (donde redactó la Declaración de Independencia allí aprobada), gestor de una invasión internacionalista para bregar por la independencia de Puerto Rico (en la que sería el primero en enrolarse, de poderse efectuar), diplomático en la república nacida en 1902 (embajador en varios países), luchador antimachadista, periodista y escritor (sus memorias son un libro muy interesante) y, finalmente, fue Loynaz padre de una progenie sobresaliente en la cultura cubana del siglo XX. Como se puede apreciar a primera vista, fue el protagonista de una trayectoria total de servicios a la patria.
La intensa vida de este cubano (nacido en República Dominicana un 5 de junio de 1871, pues sus padres estaban residiendo en la casa de la delegación patriótica en ese país) fue una saga permanente de acciones por su independencia y luego por contribuir al desarrollo de la República. Su biografía es una historia rica a favor de la causa nacional.
Citaré solamente un puñado de esas actuaciones, el espacio no da para más. En Costa Rica fue Loynaz del Castillo una suerte de edecán del general Antonio Maceo, aunque, sobre todo, su amigo íntimo y colaborador más estrecho. Allí asumió Loynaz la dirección del diario La Prensa Libre, en el que publicó decenas de artículos portadores del liberalismo radical que animaba a los independentistas cubanos y a otros revolucionarios del continente. Era el pensamiento más avanzado del momento en estas tierras.
Para el mando español en cualquier país de Suramérica, dar muerte a Antonio Maceo fue casi que una tarea de Estado. Una expresión imputada a Antonio Cánovas del Castillo se hizo conocida en la época: “La guerra de Cuba es solo cuestión de dos balazos felices”, con lo que aludía, obviamente, a liquidar a Maceo y Máximo Gómez. Los intentos previos por parte de los españoles de atentar contra la vida de Maceo no habían tenido éxito, pero una noche de 1894, a la salida del Teatro Variedades, en la capital tica, se produjo el ataque contra el general cubano. A su lado estaba Loynaz del Castillo. Ambos habían disfrutado de una puesta en escena de teatro francés, del que el Titán de Bronce era muy aficionado. Maceo fue herido de un tiro de revolver por la espalda (su herida veintidós, según afirmara él mismo), y Loynaz, de acuerdo a lo que escribió en sus memorias años después, mató al asaltante. Pero tuvo que irse de Costa Rica inmediatamente.
Días después arribó a la ciudad de Nueva York, donde José Martí le recibió calurosamente y, para aclamar públicamente al joven, publicó, en Patria (24 de noviembre de 1894), bajo el título “Enrique Loynaz del Castillo”, un elocuente reconocimiento, del cual solo cito un fragmento: “Patria pudiera ser tachada de leal amiga, por conocerse en ella tan de cerca al valeroso joven, si hiciese aquí más que asegurarle de la ternura con que los que le conocen su denuedo (…) acaba de exponer su vida. Él es de los que clava la pluma al sol, y pone el pecho a mantenerla. Del humo de la sangrienta refriega y de muy valiosas demostraciones del cariño cubano y costarricense, llega Loynaz del Castillo a lo mejor, a lo que ama y espera, del corazón de sus ciudadanos”.
El Himno Invasor sería la otra página de su vida que quisiera destacar en este homenaje al gran cubano. Desde muy niño recuerdo esa canción y creo que a muchos le sucedió igual. En mi memoria están inscritas su fuerza emotiva, su vibrante poesía y la carga de historia que encierra en unas cuantas estrofas.
Para los mambises del 95 fue un gran estímulo contar con ese himno aguerrido. Creado el 15 de noviembre de 1895, en la finca La Matilde, en Camagüey, que había sido propiedad del padre de Amalia Simoni, la esposa y viuda de Ignacio Agramonte, el himno del comandante Enrique Loynaz del Castillo fue una canción de guerra que se propuso unir a las generaciones del 68 y el 95, tal como lo hizo, desde la letra programática, “El manifiesto de Montecristi”, redactado por José Martí. Se trataba de dar continuidad al esfuerzo libertador iniciado por Carlos Manuel de Céspedes y tanto himno como programa político sirvieron a esos efectos.
Se cuenta que, cuando le llevaron a Antonio Maceo las hojas con los versos (originalmente Loynaz escribió los versos en el cristal de una ventana de la casa-residencia de La Matilde), ordenó que su autor acudiese a su presencia. Loynaz, amigo del general, desde los días costarricenses como ya se ha dicho, canturreó la melodía y la letra, y en ese mismo instante quedó asumido como el himno del Ejército Libertador. Maceo ordenó igualmente que el director de la banda la instrumentase en el acto. El Himno Invasor fue una ardorosa arenga que movió a muchos cubanos a pelear por su independencia, a morir por ese ideal. En la célebre batalla de Mal Tiempo, la canción inspiró la convincente victoria de las armas cubanas. Tres años más tarde se escuchó en La Habana. Cito una de sus estrofas:
Orientales heroicos, al frente:
Camagüey legendario avanzad:
¡Villareños de honor a Occidente!
¡Por la Patria, por la Libertad!
Enrique Loynaz del Castillo falleció en la capital del país el 10 de febrero de 1963, a los noventa y dos años de edad. Cuba le rindió merecidos honores, aunque, en aquel momento, no fuesen muy expresivos los reconocimientos. Padre de una poetisa extraordinaria, Dulce María Loynaz, gloria de las letras cubanas y de la lengua castellana, y de otros tres hijos talentosos, la vida de este hombre fue un monumento al patriotismo y a la causa independentista.
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