Casi 40 años de matrimonio, el hogar, las hijas y los nietos no son todo lo que unen a los profesores María Isabel Landaburo Castrillón[1] y Lázaro Cruz Fuentes[2]; un gran amor fortalece el enlace: las Ciencias Sociales. A 200 años del natalicio de Federico Engels me acerco a ambos, en busca de una mirada contemporánea sobre el singular maestro y dirigente del proletariado.
María Isabel: En la historia del pensamiento universal, siempre van unidas las ideas de dos grandes hombres: Carlos Marx y Federico Engels. Esta es una proposición que no está desacertada, porque ambos son ejemplos de una verdadera amistad en la vida, en la ciencia, en el trabajo. Engels, perteneciente a una familia burguesa, fue –como diría Gramsci- un intelectual orgánico, que se consagró a colaborar con Marx y para ello, con lo ganado trabajando en el negocio familiar, pudo financiar los gastos domésticos de su amigo y colega, de manera que este pudiera dedicarse a escribir sobre la causa común y universal: la inmensa obra de investigación científica, la organización del movimiento obrero internacional, la argumentación y difusión del ideal que ellos, para diferenciar de las variantes de socialismos vigentes en su momento, llamaron comunismo, y como tal quedó para la Historia.
Lázaro: Más allá de lo que sus múltiples efigies de mármol figuran, Engels fue culto y políglota, diáfano en el decir y dado a compartir con amigos y conocidos, lo mismo en los salones que en las más populares tabernas, para conversar sobre temas culturales o políticos. Lo distingue, además, su honestidad científica, porque siendo colaborador de Marx, debatiendo problemas teóricos de la economía y de la política, haciéndole sugerencias con respecto a las transiciones entre los procesos en la estructura inicial de El Capital (1867) y otros temas afines, no se proclamó coautor, sino inclusive fue quien bautizó “marxismo” a esa concepción teórica en general. Fue Engels quien, a la muerte de Marx, publicó los tomos 2 y 3 de tan magna obra, fiel al manuscrito y con sus notas a pie de página; el tomo 4 fue publicado después de la muerte de Engels en 1895, bajo el título Teorías de la plusvalía. Precisamente en la edición del tomo 3ro Engels incluye una declaración metodológica sumamente importante en la historia de la teoría económica de Marx y a su vez es un monumento a la amistad entre ellos y a la honestidad científica característica de Federico Engels. Voy a citar textualmente:
“Se me ha censurado esto: se ha dicho que debía haber sacado de los materiales de que disponía un libro sistemáticamente redactado, en faire un livre [hacer un libro] como dicen los franceses; en una palabra, haber sacrificado la autenticidad del texto a las conveniencias del lector. Pero no era así, por cierto, como yo concebía mi misión. Nada me autorizaba a emprender una labor de refundición de este género. Un hombre como Marx tiene derecho a que se le escuche directamente, a trasmitir sus descubrimientos científicos a la posteridad con la autenticidad plena de su propia exposición. Además, no me sentía tentado en lo más mínimo a cometer eso que yo tenía necesariamente que considerar un atentado contra la obra póstuma de un hombre de la talla de Marx; me habría parecido que cometía una felonía (...)”
Dicho sea, Engels responde de esta manera a todos aquellos que se han dedicado a lo lago del siglo XX a deformar, destruir toda la labor científico metodológica, para usar un termino contemporáneo, en la cuales se sumió a lo largo de todos los años en que demoró dar a la imprenta los tomos 2 y 3 de la obra El Capital. Por eso retomo ahora las palabras de la hija de Marx, Eleanor: “Donde se conoce el nombre de Marx se conoce también el de Federico Engels”. En esta dirección del pensamiento social fundada por Carlos Marx y Federico Engels y que tuvo como genial continuador a Vladimir Ilich Lenin, el trabajo científico y político de Engels es sustancial, baste no solo toda la labor de preparación y edición de la obra El capital, sino también -cosa que muchos que se denominan teóricos del marxismo olvidan- la participación de Engels en la preparación de la obra, ahí están las cartas sobre El Capital y una masa de artículos y correspondencia en los que da continuidad y desarrollo al pensamiento de Marx.
María Isabel: Esa honestidad de que hablábamos se refleja también en la forma con que ejerció siempre la crítica, ya fuera de tema científico, político, artístico o literario, y estuviera dirigida a pensadores anarquistas, socialistas, pequeñoburgueses, burgueses o a camaradas del Partido y del movimiento sindical, escritores y artistas. Siguiendo la idea de Lázaro, puedo decir que en las más de mil trescientas cartas que conforman la correspondencia entre Marx, Engels y otros intelectuales de la época, a las que Lázaro se refiere que fueron cruzadas durante la elaboración de El capital se hacen comunes los temas referentes tanto a categorías y problemas económicos como a debates con economistas e intelectuales sobre otros problemas relacionados con la obra. De la cosecha de ambos se conoce también La Sagrada Familia (1845), La ideología alemana (1848), El Manifiesto Comunista (1848); y de la pluma de Engels Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1886), Del socialismo utópico al socialismo científico (1880), Anti-Dühring (1878), Dialéctica de la naturaleza (1875-76) y tantas otras en las cuales se reconocen aportes a la filosofía, la economía, la política, lo que hoy se denomina epistemología. El estudio sociológico resultante sobre todo de La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845), El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884), son en sí mismos referentes invaluables tanto para la comprensión de su tiempo como para el nuestro.
Lázaro: Es cierto. En ese sentido hay que considerar que, si Marx se concentró la mayor parte de su vida a la crítica a la filosofía precedente y contemporánea y a una profunda investigación de la economía política donde demostró la validez de su concepción materialista de la historia, Engels logró ahondar en el estudio de la superestructura de la sociedad, en las formas de la conciencia social, la política, las relaciones espirituales, la ideología y lo subjetivo. Retomando la idea de Gramsci de que hablaba María Isabel, Engels fue un intelectual orgánico también porque no solo se dedicó a la teoría, sino a la práctica revolucionaria como fundador de la Primera Internacional y miembro de la dirección de la Segunda Internacional, en la cual sostuvo importantes polémicas y luchó contra diferentes tendencias que pretendían escindir el movimiento obrero.
Dejo en ese momento inconclusa la entrevista, y les envío por correo electrónico una pregunta que han de contestar al unísono: Hoy que en muchas partes del mundo se cuestionan el marxismo y el socialismo ¿Podría hablarse de la vigencia de las ideas de Engels?
La respuesta no se hizo esperar:
“Engels está presente en los análisis sobre la esencia explotadora del sistema capitalista en cualesquiera de sus variantes actuales –postcapitalismo, sociedades del conocimiento…–; en la lucha continuada de los trabajadores de todas las clases por la transformación revolucionaria de la sociedad, por un mundo mejor; en la aplicación de los métodos científicos en las universidades –como Félix Varela, quien nos enseñó primero en pensar–; en el trabajo anónimo de los hombres de ciencia en busca de la verdad y del mejoramiento humano –ese en que tenía Martí su fe–; en el sentido de ˈno mentir jamás ni violar principios éticosˈ que defendió Fidel, y aún nos guía. Armando Hart dedicó una de sus obras esenciales a la difusión del marxismo leninismo y su defensa en la Cuba de hoy; nos estamos refiriendo a Marx, Engels y la condición humana. Una visión desde Cuba (2005). En ella, comprometido y lúcido, incita a esa relectura que tan útil resulta para estos momentos.
Deje un comentario