Más allá de la capital cubana y de ese habana-centrismo que a veces nos supera, y que halla sus razones también en la dificultad de trasladarnos a otras provincias en las circunstancias actuales (sobre las que no es preciso extendernos aquí), y de paso, condiciones limitantes que, generalmente, nos impiden ver la plena faena de artistas visuales quienes, lejos del circuito habanero, en entornos algo más complejos, demuestran una notable resiliencia para continuar produciendo sus obras desde sus regiones al interior de la isla.
Aquella tarde de un miércoles y a esa hora en que el sol es más implacable, a las 2 pm se abrió la muestra del joven pintor, con una asombrosa asistencia de público, en días en que los matanceros deben reordenar sus horarios por los apagones extensos dadas las dificultades de hoy. Eso nos hizo pensar que no ha sido por azar o por dotar de belleza clásica a la denominación de esa provincia, que se le ha llamado a Matanzas, la Atenas de Cuba, aquí late una resiliencia peculiar en esta ciudad con una rica tradición cultural de dos siglos, sobre todo en la segunda mitad del XIX en que intelectuales y artistas hicieron florecer el ámbito de las letras y el arte, razón por la que se la llamó así. Urbano Martínez, historiador de la ciudad, alguna vez lo describía del siguiente modo: “cuando llega la Revolución se amplían todas las capacidades para las instituciones y personas, para el desarrollo cultural masivo, Matanzas tiene, entonces, un renacer muy rápido, muy por encima de otras ciudades o zonas del país.
Fue así cómo el pasado día 8 se inauguró la exposición “Bestiario: el gesto infinito” del joven artista Adrián Gómez Sancho en la Galería Pedro Esquerré de Matanzas con esa presencia de tantos amigos, artistas, y sobre todo citadinos que venciendo el calor y los apuros por la situación de la energía que ya conocemos, estuvieron allí para disfrutar del acto.
La muestra personal de este pintor conllevaba la recordación de cómo hace quince años el creador matancero, quien finalizaba sus estudios en la Escuela Provincial de Instructores de Arte “René Fraga Moreno” de Matanzas, comenzaba su trayectoria por el arte.
Así Sancho, como le dicen sus amigos, recordaba, con su exposición, a modo de dedicatoria de ésta a su propio devenir de más de una década desde los inicios de su formación profesional hasta el instante actual, un periodo que es fruto, y quisiera enfatizar en ello, de su afanoso laboreo creativo, cuya evolución es, además, el resultado de sortear azares, búsquedas estéticas, cambios morfológicos y de proyectos en su día a día, en ese bregar continuo entre pinceles, lápices, acuarelas, carboncillos, óleos, tintas, lienzos y cartulinas que acompaña a los artistas visuales, y que en su caso, también ha implicado un esfuerzo desde esa ciudad que ha sido llamada, y no por gusto, la Atenas de Cuba.
Además, se sumó el hecho de que Adrián Gómez Sancho invitó a Rafael Zarza, uno de nuestros artistas cubanos más reconocidos, Premio Nacional de Artes Plásticas, a su exposición, con tres obras que se articulan con la noción de bestiario, mas desde otra mirada, aquella que ha versado por muchos años sobre la iconografía y el tema taurino, transmitido con su acostumbrado y espléndido impacto gráfico.
En cuanto a su exhibición personal, Gómez Sancho resaltaba cómo ha hallado inspiración en el arte de la antigüedad. Sin reduccionismos formales, ni citas innecesarias, Adrián crea emergentes narraciones que suelen descolocar a aquellos espectadores que pudiesen esperar una pintura más realista o convencional que le remita a significaciones conocidas. Así el pintor nos convoca a vivenciar un universo de criaturas únicas que parecen asombrarse ante su aparición misma en el lienzo y permanecen como expectantes ante un futuro que se percibe bien incierto en sus inexpresivos rostros. De modo que nos volvemos público teatral ante escenas, donde esas figuras gravitan, como congeladas en un único gesto: el de dotar de un sentido a su icónica existencia. Según palabras de Adrián, “estos personajes que surgieron hace un lustro (ya visibles en mi exposición Naturaleza íntima), nacen unos de otros, se van entretejiendo en la misma obra y respiran en espacios que les hago en el lienzo o cartulina”.
El diseño asimismo subraya esa quietud y espíritu casi ancestral que nos regresa al arte de hace decenas de miles de años. Varias de las obras del artista recuerdan las composiciones y diseños de franjas horizontales (que nos remiten al arte antiguo) como en sus obras de mayor formato, monocromáticas y en monotipia, y también en algunas cromáticas. Porque su mundo es aquel de imágenes sumergidas, ya sea porque se hallan bajo unas franjas de azul horizonte, hundidas bajo un mar sepia plagado de personajillos o abismado bajo una cenefa de billetes cubanos.
Composiciones que una vez más, nos remiten a aquel arte de la antigüedad que luego fuera descubierto, con fascinación, por grandes artistas de las vanguardias del siglo XX, y que constituyó en no pocos casos un referente excepcional del que bebieron desde Picasso a Miró, pasando por Richard Serra, Miquel Barcelo, Franz Marc, Paul Klee, Fernando Botero, Constantin Brancusi, entre otros. Sin dejar de mencionar, que el artista deriva hacia la confluencia con aquellas tendencias abstractas, en la pasada centuria, de inclinación expresionista que volvieron su mirada hacia aquel lejano pasado cultural del hombre.
Simultáneamente hay un humor cubano capaz de disipar cualquier dramatismo grandilocuente, clarificado por los títulos que tienen varias obras como en La adoración de conjonudo, La risa de Juan Pirindingo o Los que agarran el globo. Algo que interrelaciona, de modo orgánico, su afán con el devenir histórico del arte cubano. Porque ¿qué habría sido de tantas problemáticas, vividas en esta isla del Caribe a lo largo de más de medio siglo, sin la terapéutica creatividad y gracejo tan caribeño y cubanísimo?
Espero que ese imaginario a ratos tierno, ingenioso, de fabulación onírica, con todo el ímpetu barroquista colmado de un dibujo abigarrado que pugna por salirse de entre la línea que estructura formas y engloba a entreverados seres; en fin, este labrar visual no exento de entusiasmo y perseverancia en el aún joven sendero artístico del artista persista, cualesquiera que sean los próximos obstáculos a transitar, pues ese parto de gestos creativos es y será el surtidor de otras propuestas que puedan hallar, sin duda, su propia coherencia, intensidad y madurez en el futuro.
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