El pensamiento de Ernesto Che Guevara publicado en folletos, artículos y ensayos, recogido en discursos, informes, documentos y diarios, o reflejado en cartas públicas e íntimas, fundamentalmente desde el triunfo de la Revolución cubana hasta su muerte, demostró una proyección revolucionaria que trascendió más allá del período histórico en que floreció. Basado en las concepciones esenciales de la filosofía del marxismo leninismo y del materialismo dialéctico e histórico para la praxis revolucionaria, y teniendo muy en cuenta la experiencia de errores y aciertos en la aplicación del socialismo en Europa y Asia, intentó adaptar la práctica de esa ideología a la Revolución Cubana y a las condiciones concretas en países subdesarrollados donde vivió y combatió, combinando la teoría con la práctica, y la reflexión crítica cotidiana de la realidad con su acción correspondiente, según la madurez adquirida en la lucha, sin teoricismos ni intelectualismos, y también, sin dogmatismos ni catecismos políticos.
El quehacer diario, la rectificación de errores y la actualización de lo aprendido, así como la superación dialéctica en el ejercicio como guerrillero y funcionario del gobierno revolucionario cubano, cristalizó en escrituras destinadas a una escuela militar para la guerra de guerrillas, un original ideario económico de búsqueda o exploración para la construcción socialista, un rebelde pensamiento político y diplomático, y una fuerte ideología que puede servir de enseñanza para las futuras generaciones de revolucionarios. Las direcciones principales de su pensamiento fueron: los requisitos militares esenciales para la guerra de guerrillas, incluidos testimonios y diarios que los enriquecieron desde el singular conocimiento personal; las polémicas, puntos de vista y reflexiones originales sobre la construcción del socialismo en Cuba, en momentos en que se debatían públicamente asuntos económicos, sociales, políticos y culturales; y las intervenciones e intercambios para esclarecer la proyección internacional de la Revolución Cubana.
Los principios generales de la guerra de guerrillas, analizados por el Che con un prólogo dedicado a Camilo Cienfuegos casi inmediatamente después de su desaparición, constituyeron un compendio de prácticas para el desarrollo de este tipo de lucha. Su gestación había comenzado al recorrer, muy joven, América del Sur en motocicleta, y comprobar la humillación de los pueblos americanos, especialmentelos más explotados, por las oligarquías nacionales: quedó convencido de que solo mediante la lucha armada se podía enfrentar la situación y revertirla hacia una profunda transformación económica, social, política y cultural. Con la sensibilidad del médico que había jurado aliviar el dolor y la formación marxista adquirida, presenció la derrota del gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala por la invasión norteamericana en defensa de sus monopolios, y comprobó la importancia de tener un arma; pero su estimulación mayor fue la victoria de la Revolución Cubana, después de enrolarse en la expedición del Granma y la posterior lucha guerrillera de Fidel Castro y sus compañeros, para derrocar la dictadura de Fulgencio Batista. Más que escribir sobre una vocación militar, sintió el deber de testimoniar su experiencia. Estaba convencido de que la guerra de guerrillas era el único método o camino que dejaban las oligarquías y el imperialismo para alcanzar una victoria sobre la opresión; su escritura contribuiría a este proceso liberador.
Partía de los aportes de Cuba que hicieron posible el triunfo y la consolidación del poder revolucionario, influencia y aliento para los movimientos surgidos en los años 60 en América Latina, y los resumió en tres conclusiones principales:
- Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército ─muchos “teóricos” aseguraban que se podía acceder al poder con o sin el ejército, pero nunca “contra” este, porque las oligarquías nacionales, en alianza con Estados Unidos, mantenían unas poderosas fuerzas armadas para asegurar el dominio y control de sus intereses en la zona.
- No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución, pues el foco insurreccional y su vanguardia política pueden crearlas.
- En la América Latina subdesarrollada, la lucha armada debe ser fundamentalmente en el campo, donde se lograría el apoyo de una masa campesina explotada, y la movilidad haría muy difícil el aniquilamiento de la guerrilla.
Bajo estos presupuestos, el Che escribió La guerra de guerrillas, un folleto de instrucción para el revolucionario decidido a aceptar la vía armada como método, una concepción opuesta a la de los comunistas soviéticos y sus seguidores cubanos, a pesar de haber comprobado que en la propia Isla los mecanismos electoreros no habían funcionado. En el texto se tenían en cuenta tanto aspectos puramente técnico-militares, como tácticos y estratégicos, el análisis de terrenos favorables y desfavorables, la guerrilla suburbana, el momento del combate, la organización del frente guerrillero, la retaguardia, el entrenamiento, las estructuras, etc. De manera reiterada, el Che formulaba extensa e intensamente criterios y principios sobre la esencia de la lucha revolucionaria: el guerrillero como reformador social y combatiente; la información y la propaganda como parte del aprendizaje y la superación cultural; y especialmente, el mantenimiento de principios esenciales para la conducta revolucionaria y humana del combatiente, por lo que el estado político y moral debía conservarse muy firme ante las adversidades naturales y sicológicas. Este “Manual del guerrillero”, como a veces se conoció, fue un documento de gran valor para su época, no solo por los conocimientos militares para desarrollar la guerra de guerrillas, sino por su proyección ideológica, solidez moral y sentido humanista.
Otro texto que el Che concibió para abordar la vida militar en la guerra de guerrillas, recoge sus testimonios de la lucha en la Sierra Maestra y la Invasión a occidente. El libro, conocido como Pasajes de la guerra revolucionaria, fue su contribución a la historia de la Revolución Cubana. Se trataba de recuerdos personales de acciones militares, de anécdotas colmadas de valor y dignidad, en las que siempre era protagonista cualquier persona menos el autor, una rareza en este género, en que casi siempre el narrador demuestra, evidente o disimuladamente, su heroicidad. Pasajes… describe y narra desde la posición privilegiada de un testimoniante singular como el Che, los combates de Alegría de Pío, La Plata, El Uvero, Pino del Agua, El Hombrito, Mar Verde… y la ofensiva final en la batalla de Santa Clara, entre otros asuntos, con la virtud de quien tiene el don de escribir bien, y, además, sobriedad y síntesis.
Calificado primero como reportaje o crónica, y más adelante como testimonio, Pasajes… fue publicado en la revista Verde Olivo hasta que Nicolás Guillén, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, se interesó por publicarlo con otros textos, y es indudable que, independientemente del objetivo de contribuir a la historia de Cuba y resaltar la ética revolucionaria del Ejército Rebelde, exhiben una notable calidad literaria.Valdría la pena detenerse en el breve pasaje “Fin de un traidor”, que cuenta los momentos finales de Eutimio Guerra, y compararlo con otro todavía más breve, “El cachorro asesinado”; dos intensas narraciones que demuestran la firmeza y la sensibilidad de un hombre excepcional, con plena conciencia de los momentos trascendentales que había vivido.
Dos diarios de campaña ─en el Congo y en Bolivia─ completan los textos referidos a la guerra de guerrillas. El primero fue escrito en 1965, durante su estancia en ese país africano, y el segundo registra lo acontecido entre el 7 de noviembre de 1966, fecha de inicio, y el 7 de octubre de 1967, dos días antes de ser asesinado en La Higuera. Estos documentos, como se presupone, poseen un perfil íntimo o confidencial; su sinceridad es estremecedora por el contenido humano en situaciones de contingencia, pero también muestran momentos de la calidad literaria que acompaña al pensamiento de un hombre de sólidas convicciones y cultura propia, con originales puntos de vista y singular sensibilidad. Ciertas descripciones de paisajes y retratos de estados de ánimo de algunos combatientes, incluida su propia situación emocional y física, pueden figurar entre los mejores ejemplos de esta modalidad, precisamente por la autenticidad transmitida y la conmovedora belleza con que se narran o describen los sucesos, con el estilo directo y sencillo de un hombre culto que tenía las herramientas para comunicar. Los análisis tácticos y estratégicos de cada momento y la evaluación cotidiana del estado político y moral de la guerrilla, que constituían para él puntos obligados de análisis consigo mismo, además de otras cuestiones de estudio que se imponía como parte de su preparación cultural integral, hacen de estos diarios de campaña el ejemplo vivo del pensamiento más desnudo de su autor.
Entre finales de 1964 y marzo de 1965 el Che recorrió varios países africanos; el día 3 de diciembre llegó al Congo, procedente de Mali; el día 7 visitó a Conakry, capital de Guinea, y el 14 arribó a Accra, capital de Ghana; el 11 de febrero de 1965 pasó por Dar Es Salam, capital de Tanzania; el 24 estaba en Argel, en el II Seminario Económico de Solidaridad Afro-asiático, y el 14 de marzo había regresado a Cuba. Todo este itinerario había servido para iniciar su preparación del teatro de operaciones de la que sería su nueva lucha. El 1.º de abril de 1965 el Che desaparece de Cuba, y el 13 apareció en el periódico Revolución su ensayo “El socialismo y el hombre en Cuba”, texto dirigido a Carlos Quijano, director del semanario uruguayo Marcha, que lo había publicado el 12 de marzo. Entre el 21 y el 22 de mayo, como parte de la cotidiana guerra de los medios estadounidenses contra Cuba, se desató una campaña de rumores sobre el asesinato de Ernesto Che Guevara por Fidel Castro, debido a discrepancias entre ellos; incluso, el 11 de septiembre de ese año, algunos amigos de la Revolución Cubana mostraron su preocupación ante la incertidumbre sobre el paradero del Che. El 3 de octubre, durante la presentación del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, la lectura por Fidel de la carta de despedida despejó la incógnita de su desaparición.
El diario del Che en el Congo, publicado mucho después de su muerte ─primero de forma parcial en libros de otros autores, y más adelante, completo─, recoge el análisis personal sobre la situación militar de la guerra de guerrillas, a partir de su presencia física en lo que había sido el Congo Belga, y en aquellos momentos, República Democrática del Congo. Después del asesinato del luchador revolucionario Patricio Lumumba en 1961 y el arribo al poder de dictadores sostenidos por la CIA, parecía que la República Democrática del Congo era la zona ideal para desarrollar el núcleo guerrillero en ese continente. En 1965, luego de renunciar a todos sus cargos en Cuba, el Che y sus hombres penetraron por el lago Tanganica al territorio congolés para apoyar al Consejo Nacional de Liberación y lograr una zona liberada; el Che mantuvo contactos con Laurent-Désiré Kabila, entonces un militar menor y uno de los líderes opositores.
La convivencia de los cubanos con los congoleses en la guerrilla no fue nada satisfactoria: el mismo Che la calificó como “la historia de un fracaso”. Fueron varios los factores que contribuyeron: quizás no existió la suficiente preparación por parte de los cubanos para entender la naturaleza cultural de los congoleses; no se comprendían las múltiples facciones políticas y pugnas por el poder; faltaba el prestigio de un líder que viabilizara la necesaria unidad para organizar la lucha armada; se destacaba una carencia total de disciplina y cohesión en las acciones; cesó el apoyo de Tanzania, donde se encontraban la mayoría de los jefes congoleses de la guerrilla; el autodenominado Ejército Popular del Congo, ante la embestida de los mercenarios pagados por el gobierno después de tomar territorios en poder de la guerrilla, decidió abandonar la lucha. A pesar de los reiterados reclamos de Fidel para que abandonara la zona debido a la falta total de condiciones, el Che se mantuvo más allá de lo previsible con sus hombres. En una de sus últimas anotaciones en el diario, escribía con amargura: “No hubo un solo rasgo de grandeza en esa retirada”.
En Evocación, de Aleida March (Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2007), se reproducen cartas personales que revelan su sensibilidad humana en relación con su mujer y los profundos intereses culturales del Che integrados a sus motivaciones políticas, como si unos fueran necesarios para las otras, justo en los momentos en que se encontraba en África. Casi inmediatamente después de la partida hacia el Congo, ya le confesaba en carta a la esposa: “En las noches del trópico volveré a mi viejo y mal ejercicio de poeta (no tanto de composición como de pensamiento) y tú serás la única protagonista”. En otra carta le relataba: “Mi trabajo se compone de la enseñanza de francés en varias clases al día, aprendizaje de swahili y medicina”. Parece increíble que en la selva africana, el Che le solicitara a Aleida los Himnos triunfales de Píndaro, las Tragedias de Esquilo, los Dramas y tragedias de Sófocles y Eurípides, las Comedias de Aristófanes, Los nueve libros de la Historia de Heródoto, la historia griega de Jenofonte, los discursos políticos de Demóstenes, los Diálogos y La República de Platón, la Política de Aristóteles, las Vidas paralelas de Plutarco, Don Quijote de la Mancha, el Teatro completo de Racine, La Divina Comedia, Orlando furioso, Fausto, las Obras completas de Shakespeare y hasta ejercicios de geometría analítica… Hasta en una aislada noche africana había oportunidad para que aflorara su “segunda naturaleza”, la de un hombre de la cultura, según él mismo confesó en otra carta.
El diario de Bolivia, publicado en Cuba casi inmediatamente después del asesinato del Guerrillero Heroico, tuvo un famoso prólogo de Fidel: “Una introducción necesaria”, en el que explicó con detalle el papel del autor en este diario, que se trataba de “anotaciones no escritas propiamente para la publicación”, sino instrumento de trabajo de un jefe militar que necesitaba evaluar constantemente hechos, situaciones y conductas humanas para tomar decisiones ante diversas alternativas. El Che tomó en cuenta las experiencias del Congo, pues esta vez la guerrilla, formada por bolivianos, cubanos, peruanos y argentinos, y organizada por él, no se subordinó a ningún grupo político de Bolivia; tal decisión, necesaria según la experiencia congolesa, les pareció a algunos políticos bolivianos de izquierda, incluida la dirección del Partido Comunista, una muestra de desconfianza hacia ellos. Valores muy apreciados de estos textos resultan la coherencia y la síntesis, al tiempo que muestran una voluntad de hierro para la sistemática labor de consolidar en todos sus hombres la necesaria cultura política, en medio de las vicisitudes y las difíciles condiciones de vida; otra de las virtudes expuestas en el Diario… es el poder de observación y análisis, muchas veces matizado por el fino humor porteño del testimoniante.
En el diario boliviano figuran de manera pormenorizada el examen reiterado de los errores y faltas cometidos; las críticas y autocríticas, como medio de superación y autosuperación ─la exigencia en este tema era un rasgo esencial de su personalidad, primero con él mismo, y después con los demás, pues en este tipo de guerra, y todavía más en las condiciones de enorme inferioridad de un grupo frente a una fuerza superior, cualquier error bastaría para la muerte de algún compañero o la liquidación de la guerrilla. Esta línea del pensamiento militar se acompañaba de un incesante llamado a la conciencia, a tocar lo más sensible y el honor de cada persona; en ese sentido, se basaba en la moral del ser humano y en su disciplina, dos fuerzas esenciales y requisitos que exigía para permanecer en la guerrilla. Por otra parte, su atención no se circunscribía solo al grupo bajo sus órdenes y a colaboradores como Régis Debray y, especialmente, Tamara Bunke, quien fue primero enlace del Che con la ciudad, y posteriormente, combatiente, sino que prestaba mucha atención a la población campesina del entorno y a las fuerzas políticas relacionadas con el grupo guerrillero.
A pesar de condiciones objetivas y subjetivas difíciles y adversas, que definieron la derrota militar de la guerrilla, sus posibilidades de éxito dependían de factores todavía difíciles de evaluar. Lo cierto es que no pocas veces se lamentaba de no tener más hombres, pero también de no contar con más apoyo en las zonas donde operaba, ni de otros entornos urbanos que le podían servir de retaguardia segura, tal y como había ocurrido en la experiencia cubana. Uno de los factores más negativos en la expresión de esta derrota fue la actuación de Mario Monje, secretario del Partido Comunista de Bolivia, quien por afán de protagonismo y por sintonía con la política soviética del momento, no solo rehusó la colaboración, sino que trabajó para que no se le brindara ninguna ayuda a la guerrilla. Todavía hoy pareciera que la vanidad personal, el protagonismo político, ciertas alianzas que exigen relaciones de subordinación y la verdadera falta de conciencia para aquilatar el papel de cada cual en la lucha revolucionaria, siguen actuando como rémoras en algunos revolucionarios en la región.
Solamente el tesón y el estoicismo, el valor y el heroísmo, el espíritu de sacrificio y la fe inquebrantable en la victoria, pueden resistir en condiciones tan hostiles. Un reducidísimo grupo de hombres enfrentado a un ejército asesorado por la potencia militar más grande del mundo, que aportó cuantiosos recursos con el apoyo de la CIA, sobrevivió durante meses en selvas y montañas inhóspitas y desconocidas. No porque algunas páginas de ese diario revelen escepticismo o desesperación, no porque esa escritura de intimidad refleje agonía o angustia, puede decirse que el Che desconfiaba de la victoria, aun cuando todos los indicadores señalaban la derrota. En su carta de despedida a Fidel, dejó, sin proponérselo, una consigna que posiblemente sea la única que la Revolución cubana les haya aportado a todos los revolucionarios del mundo: “Hasta la victoria siempre”. Algunos estilistas han buscado nuevas interpretaciones a partir del manuscrito del Che, que en el penúltimo renglón decía “hasta la victoria, siempre”, y en el último, “patria o muerte” (o sea, que podía haberse leído como “hasta la victoria, siempre patria o muerte”), pero lo cierto es que leída como Fidel lo hizo, se ha convertido en “la” consigna.
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