En estos tiempos de aislamiento social debido a la propagación de la Covid-19, el destacado narrador, ensayista y profesor de arte, Francisco López Sacha (Manzanillo, 1950), se encuentra inmerso en la terminación de una novela que tenía detenida, por razones de trabajo, desde el año 1994, tarea en la que hizo un aparte para acentuar que recientemente el Ministro de Cultura compareció en la Mesa Redonda de la Televisión Cubana donde “demostró con palabras elocuentes y con cifras la enorme cantidad de tareas que ese ministerio ha cumplido en favor del pueblo durante todo este tiempo de la pandemia.
Al referirse al papel desempeñado por la cultura cubana durante el último año de enfrentamiento al nuevo Coronavirus, el prestigioso intelectual que durante más de 13 años dirigió la Asociación de escritores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, enfatizó que “se dejaron de realizar los grandes acontecimientos públicos, pero no se dejó de reflejar el fuerte movimiento artístico con que cuenta nuestro país a través de la radio, la televisión y las redes sociales. El pueblo no se ha quedado huérfano de la cultura. Se hicieron, y se hacen, muchos programas y proyectos de modo virtual.
“En mi caso particular —agregó— también he hecho varias críticas, ensayos, prólogos de libros y otras tareas…”
Miembro del Consejo técnico asesor del Ministro de Cultura y profesor de la Escuela Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, Sacha precisó que, al definirse como ciudadano de este país, opina como Fernando Ortiz: “ser cubano implica una voluntad, un acto de conciencia y al mismo tiempo un acto de identificación con la historia de esta nación y su cultura.
“Uno se siente cubano —agregó— por razones culturales e históricas, y porque asimismo reconoce un fermento de rebeldía en las tradiciones políticas, y siente orgullo de sus ancestros. Esencialmente, nos definimos como cubanos porque nos hemos formado en esas condiciones y hemos asimilado y practicado lo mejor de nuestra herencia cultural. Esto implica la auto-reafirmación de una manera de ser, de una idiosincrasia que no es más que la identidad. Este es el lazo más firme que lo ata a uno a esta tierra”.
Seguidamente dijo: “Más de una generación de artistas y escritores cultos surgidos de la enseñanza artística revolucionaria hoy complejizan nuestra cultura. Eso multiplica la herencia cultural a una gran velocidad, motivo por el cual prácticamente no existe en Cuba uno solo género artístico que no esté en la vanguardia. Así puede observarse en la literatura, la danza, el teatro, las artes plásticas, el cine… Todos están en la avanzada de la cultura insular.
“Ese es uno de los grandes privilegios que ostenta la nación —enfatizó— y no creo que todos los países del mundo puedan exhibir lo mismo. Hay una altura muy elevada en la creación artística y eso es lo que este pueblo percibe, después de haberse fundado, hace más de 60 años, la enseñanza artística, como un sistema orgánico con un programa de instrucción muy bien estructurado”.
Con respecto al papel del arte y sus exponentes en la sociedad cubana contemporánea afirmó: “El arte no debe usarse como promoción de ideas espurias, falsas, porque no es tribuna, ni trampolín, sino una facultad que dimana de la cultura de un pueblo”, expresó el destacado
Apuntó, además, que “en Cuba hoy existe un movimiento intelectual que ha dado pruebas de su vitalidad, sin olvidar la dimensión analítica y critica de la sociedad a través de sus obras de arte. Esta es la corriente principal que demuestra que la calidad artística es el factor determinante en el desarrollo de la cultura”.
Acentuó que “fue la Revolución Cubana la que abrió las puertas y le dio cauce popular a la modernidad de la cultura, a la cual arribamos en los años 30 del pasado siglo, pero fue el programa cultural emprendido por la Revolución el que potenció esa modernidad mediante un sistema de enseñanza artística sin el cual no se hubiera garantizado el proceso de continuidad y desarrollo.
El también especialista en Teatralogía y crítico de cine y literatura, precisó que “hoy podemos sentirnos orgullosos —dijo— de varias generaciones de cubanos formados en las escuelas de arte creadas por la Revolución. El magisterio artístico se realiza en las escuelas y en la producción de las obras de arte, de ahí que contemos con un numeroso grupo de talentosos y cultos artistas jóvenes. Ya no tenemos artistas silvestres, porque los talentos, los verdaderos, se han cultivado y desarrollado”.
Autor de más de una docena de títulos, entre ellos Pastel flameante (Letras Cubanas, 2006), Variaciones al arte de la fuga (Ediciones Unión, 2011), Prisionero del Rock and Roll (Ediciones Unión: ICAIC, 2017), y El que va con la luz, novela acreedora del Premio de la Crítica 2017, López Sacha asegura que los resultados de esa política educativa fueron profetizados por su principal propulsor, Fidel Castro Ruz, quien desde sus históricas Palabras a los intelectuales, en 1961, percibió que los grandes cambios en nuestra cultura los iba a producir la propia Revolución”.
López Sacha obtuvo, además, los premios Razón de Ser, que otorga la Fundación Alejo Carpentier, y el de La Gaceta de Cuba con el relato Dorado mundo; en tanto conquistó el Premio General San Martín, del Ateneo de Buenos Aires, en 1984, por el relato Si hubiera paz en el mundo; además de los premios Caimán Barbudo 1986, Abril 1987 y La Rosa Blanca 1988 con Descubrimiento del azul. Fue finalista del Premio Casa de las Américas en 1984 con Análisis de la ternura.
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