¿Cómo puede el trovador levantar un muro si solo tiene como “herramienta” una guitarra? ¿De qué forma una bailarina acaba con la maleza con tan finas zapatillas? ¿Acaso puede el cantante, con su nota más alta, levantar los árboles caídos? ¿Tiene el poeta la virtud de calmar la depresión con un verso?
En momentos en que Cuba le duele a todos, el arte se impone como el antídoto más eficaz para calmar, aunque sea por un instante, el estrés o la tristeza de quien perdió el más sencillo de sus objetos o en la mayoría de los casos, todo lo que con sacrificio logró.
Nadie puede contra la fuerza de la naturaleza, pero nadie puede tampoco contra el poderío artístico. Que un grupo de mujeres y hombres amarrados a un pincel o a un instrumento musical, decidan partir hacia aquellos lugares donde los vientos intentaron sembrar el fin es un gesto imposible de no admirar.
La batalla de la cultura no está solo encaminada en dar muerte definitiva “a lo grosero, lo tremendamente violento, lo estimulante de momento y lo desesperadamente superficial”, como escribió Michael Parenti.
El ejército de artistas también debe estar listo para sobrevivir en situaciones difíciles donde curar el alma, es una prioridad. Algunos dicen que el cubano lleva en sus genes la capacidad de resistir. En ese “gen” interviene la historia, sus líderes, las necesidades, las tradiciones y la cultura. Cuba no se desprende de sus raíces artísticas aun cuando el caos aspira a ocupar un lugar de privilegio.
Que se baile y se cante fue, es y será una forma de desatar las ataduras y los pensamientos finalistas atestados de pesimismo. Sirve el arte para cargar energías y llenarse de paciencia, equilibrio y sabiduría. Quien cree en el arte, tiene fe.
Por tanto, la recuperación del país ante los estragos de un huracán Irma, del que todos siempre nos acordaremos será, en buena medida, gracias al arte y sus artistas. Ellos, aparentemente flotando en una burbuja de metáforas y colores, saben levantar un muro con una guitarra, acabar con la maleza teniendo solo un par de zapatillas, levantar los árboles con la voz y calmar la depresión con un verso.
El poder del arte siempre tiene categoría cinco. Y ahora remolina de norte a sur, de este a oeste… por toda Cuba.
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