La profesora había vaticinado “el país llega hasta Santiago de Cuba”, por lo que en un taller de la UNEAC sobre dinámicas de inclusión-exclusión social en la más oriental de las provincias del archipiélago, la primera excluida parecía la propia provincia y es que, históricamente, antes de la alborada de enero de 1959, los espacios extremos de Cuba eran, en esencia, el tercer mundo de una isla tercermundista, lo era Pinar del Río, al oeste, “la Cenicienta” devenida en princesa en la historia —y no el cuento— del desarrollo del poder revolucionario y lo era Guantánamo, con la apariencia de ciudad próspera a partir de la inmigración y el empleo que generaban la base naval gringa —aún clavada como espina a la soberanía patria— y la industria azucarera.
Pero si usted se abstrae y borra de su memoria las obras de la Revolución ejecutadas en Guantánamo se encontraría un bello centro de ciudad, pero rodeado de barrios muy pobres y todo sería una urbe pequeña, con muchos comercios pero con muy escaso desarrollo social. ¿Dos universidades, la de Guantánamo y la de Ciencias Médicas de Guantánamo? ¿Un grandioso Hospital Provincial doctor Agostinho Neto? ¿Hotel Guantánamo? ¿Repartos Pastorita, Caribe y otras comunidades habitacionales? ¿Plaza de la Revolución Mariana Grajales? Guantánamo tiene dos benefactores como ciudad: el arquitecto Salcines en la primera mitad del siglo XX y la Revolución con sus profundas transformaciones.
Y ha sido tan inmensa la obra social en función del sujeto colectivo con políticas públicas de igualdad de oportunidades y plenos derechos, que a una pregunta en la legendaria Loma del Chivo a sus pobladores sobre si existe racismo o no en Guantánamo, la respuesta fue negativa; el sol brilla tan refulgente que sus manchas se tornan, a veces, imperceptibles.
¿Pero qué obra es perfecta? Las manchas forman parte de una verdad incuestionable, aunque no deseable, y hay que admitirlas y trabajar para desaparecerlas.
El taller provincial sobre la actualidad de la problemática racial en Guantánamo abrió sus puertas en el salón de actos de la plaza que recuerda a la madre de los Maceo y de todos los cubanos; y no dejó sorpresas, sino reafirmó la persistencia del prejuicio dañino y la exclusión mal intencionada, pero mostró un trabajo serio de la Comisión Provincial José Antonio Aponte y las perspectivas para una labor ulterior más articulada. No hay crisis, pero sí mentes detenidas en un tiempo pasado que no fue nada mejor, y también involución en algunos terrenos que ya habían sido labrados.
Y sí se necesita comprensión del problema, análisis integrales y soluciones oportunas. Por lo demás, el tren marcha, con artistas, profesores, escritores, dignatarios religiosos y fraternales, las instituciones armadas, más con ideas que con piedras y ha de llegar a la estación final.
Catorce intervenciones demostraron que las peculiaridades regionales no son teoría, la tierra del Guaso se parece a sí misma y no a otra. Cuando la profesora de marras esbozó en pleno evento que parecía que “el país llega hasta Santiago de Cuba” y recordé que en Rancho Boyeros resistimos una demora de ocho horas de atraso del vuelo de Cubana y supimos que era habitual ese comportamiento en la ruta hacia Guantánamo, creí comprenderla; pero el debate me enseñó que más allá de insatisfacciones justificadas, Cuba llega hasta Guantánamo.
Deje un comentario