La joven guantanamera Anelí Pupo Rodríguez no ha dejado de crear durante estos meses de pandemia y aislamiento en casa. El arte es como un oasis para ella, al cual no puede renunciar en ningún momento. Desde hace algunas semanas se desempeña como jefa de la sección de Artes visuales en la filial de la Asociación Hermanos Saíz en la provincia más oriental del país, lo cual significa también un mayor esfuerzo para ayudar a otros autores.
Ella es una guerrera de todos los días, una soñadora con capacidad enorme para crear, a pesar de las circunstancias y molinos de la realidad. Cuando pequeña, soñaba con ser gran deportista y hasta dio pasos en el atletismo, pero el anhelo se fue desdibujando.
Ciertas desilusiones la llevaron al arte, al desahogo mediante la creación. Desde Guantánamo, la provincia más distante de la capital, esta madre de tres hijos persigue sus nuevos sueños, e impresiona la rapidez con que recorre ese camino, entre premios y reconocimientos.
Apenas lleva cinco años en el arte visual y ya posee una carrera en indudable ascenso, a pesar de ser completamente autodidacta. En 2017, solo tuvo una exposición personal, tres en 2018 y seis en los primeros ocho meses del 2019, a lo cual se suman galardones como el Premio Guamo, entregado en Guantánamo a la figura más destacada del territorio durante el 2018 por su aporte a la cultura e impacto social.
Según la plataforma digital Distintas Latitudes, dedicada a la publicación de información periodística concerniente a Latinoamérica, esta mujer, de apariencia tímida y unos ojos verdes que brillan de manera especial cuando habla de sus desafíos, es considerada entre las 50 fotógrafas que sobresalen en el panorama de la región.
Tal vez lo que mejor la define es la persistencia, el jamás rendirse y superarse de manera constante en todos los aspectos. Conformó su computadora ella misma, aprendió a editar videos, es modelo de muchas de sus obras, estudia permanentemente, asume de manera casi total su propia promoción mediante un uso extremo de las redes sociales, y todo sin dejar de cuidar a sus tres hijos pequeños y dedicarle tiempo a la madre, quien siempre la apoya.
Con voz suave, asegura que llegó al arte visual por la posibilidad de expresarse en un lenguaje distinto y exponer una obra capaz de conectar con las demás personas, mediante un sentido metafórico. “Le dio un sentido a mi vida más allá del típico desenvolvimiento de una mujer en una sociedad convencional, lo cual me inquietaba bastante”.
¿Cuán difícil es avanzar en el mundo creativo para alguien autodidacta, y desde la provincia más oriental de Cuba, donde tampoco existe gran tradición en el arte visual?
Ser autodidacta es algo bastante difícil, pues implica cierta inseguridad y falta de confianza al entrar en un medio relativamente nuevo. Además de que el desconocimiento por parte del público de las artes visuales y sus espacios, provocados por la falta de promoción, trae consigo que los artistas seamos menos conocidos. A eso sumamos los sacrificios personales y económicos a la hora de mover mi trabajo a otras partes del país.
¿Cómo intentas suplir la falta de una formación académica, no sólo en cuanto a concepciones, sino en dominio de aspectos técnicos como la grabación y edición de audiovisuales?
Con el apoyo de otros artistas y amigos con mayor conocimiento, que a lo largo de mi trayectoria me han brindado su colaboración, intercambiando a su vez concepciones útiles en ambas direcciones. Además de un sistemático estudio y proceso investigativo desde plataformas digitales, incluyendo redes sociales, de las cuales me retroalimento constantemente.
En tres años, has logrado resultados casi sorprendentes, teniendo en cuenta las circunstancias, ¿cuáles han sido algunos de los momentos más tristes o felices en ese período?
Sin duda los momentos más felices están relacionados con el reconocimiento de mi obra por parte del público, descubrir que las personas se sienten identificadas y logran una lectura, la cual puede activar una reflexión acerca del tema en cuestión. En contraposición, la mayor tristeza se relaciona con la cantidad de procesos burocráticos que aún limitan la creación artística en el territorio, dificultando la evolución de los creadores de diferentes manifestaciones.
¿En qué trabajas actualmente? ¿Cómo es tu proceso creativo generalmente?
Actualmente trabajo en más de tres proyectos a la vez, para participar en el concurso de dos salones provinciales de artes plásticas, una exposición personal producto de una beca de creación y varios eventos.
Mi proceso creativo es generado por las inquietudes que me surgen como ciudadana, específicamente como mujer. Me nutro de la observación y el análisis de la sociedad en la que me desenvuelvo, dirigiendo mi pensamiento a problemáticas sociales acerca de las cuales me interesa opinar. El mayor tiempo de la creación lo consumo en extrapolar conceptos muy subjetivos a imágenes que puedan ser interpretadas por un espectador con un rol activo. Luego, me retroalimento de eso, convirtiéndose en un proceso cíclico, pero no rutinario.
Cuando uno conoce tu vida te descubre como una luchadora, una heroína de todos los días, ¿cómo logras mantener la creación artística, sin descuidar las atenciones de tus tres hijos, todavía pequeños, y tu madre?
Tener una creación constante, con una familia y un hogar en mis hombros, es difícil, pero no imposible. En gran medida, lo logro porque el trabajo que elegí es mi hobby preferido, emplear cada minuto de mi tiempo libre en la creación, es un método eficaz, para mantener un equilibrio entre los resultados como artista y como madre. Pero nada de esto sería posible sin el incondicional apoyo de mami que además se identifica con cada proyecto.
¿Cómo las experiencias personales y etapas de dolor o temores marcan tu obra actual? ¿Cuánto de tus vivencias o miedos hay en ellas? ¿Te has arrepentido alguna vez?
En mi obra están evidentemente reflejadas etapas de dolor que han marcado mi vida y que no dejan de ser universales en gran medida. Es cierto que me han proporcionado un punto de partida, pero lejos de tener intenciones feministas, abogo por el desarrollo de una conciencia autónoma por parte de cada persona, somos arquitectos de nuestra vida, nuestro futuro, y responsables de ella.
Las experiencias reflejadas en la fotografía pretenden llamar a un autoanálisis y autoconocimiento del espectador, reflejando muchas de mis vivencias y miedos como ser humano. No me arrepiento nunca, pues soy en un final resultado de ese cúmulo.
Sueles abordar preocupaciones del universo femenino, con una sugerente representación del dolor, la agonía, la tristeza…, pero tu obra propone mucho más. ¿Le temes a la posibilidad de que ya te encasillen en ciertas temáticas? ¿Por qué casi nunca se percibe alegría en ellas?
En un principio temí a la posibilidad de ser encasillada en temáticas feministas, las que disipé al sentirme realizada con la posibilidad de alzar la voz desde un medio tan patriarcal, como la fotografía. No obstante, con menor incidencia en mi creación, también se pueden encontrar discursos distantes del enfoque de género. Con esfuerzo y determinación, mi trabajo está fundamentalmente dirigido a demostrar que siempre hay salidas, podemos alcanzar nuestras aspiraciones, y esa afirmación vale en igual medida para las mujeres.
Ciertamente abordo preocupaciones del universo femenino, represento algo del dolor, la agonía y la tristeza. Sin dudas, es una manera eficaz de desahogarme. El arte ha sido una vía de sanación (como mecanismo de defensa), miedos y traumas que han marcado mi vida. Mi obra forma parte de un proceso de autoconocimiento que me ha permitido madurar tanto personal como artísticamente.
¿Quiénes son tus referentes en el arte visual? ¿Por qué?
Mis referentes en las artes visuales son muchos, pero vale mencionar a Marcel Duchamp, Robert Mapletorpe, Cindy Sherman, Cirenaica Moreira, Martha María Pérez Bravo, René Peña, Chema Madoz, Man Ray, y fundamentalmente desde un punto de vista filosófico, en cuanto a la obra se refiere Sophie Calle. Algunos han marcado un antes y un después, cada uno con su propia expresión y manera de mostrar la realidad, han modificado en alguna medida la percepción del arte. Más allá de las temáticas que abordan me han motivado por el impacto social que han tenido sus discursos tan polémicos.
De Cuba, las principales preocupantes que tengo se relacionan con la falta de promoción, lo cual deviene indudablemente en un pobre consumo por el público de las artes visuales, en comparación con otras manifestaciones artísticas.
¿Eres muy activa en las redes sociales? ¿Cuánto te ayudan en la promoción y obtención de propuestas de trabajo?
Aprovecho al máximo las redes, son fundamentales en la promoción de mi trabajo como artista visual, me sirven de mucho en el intercambio y retroalimentación.
Toda mi actividad fuera de la provincia y la incipiente visualización de mi trabajo fuera del territorio nacional, han estado en un gran por ciento auxiliadas por las vías de comunicación que provee Internet.
¿Cuánto te apoya o ha frenado la familia en tu carrera artística?
Es un respaldo determinante en mi desarrollo como fotógrafa. A pesar de renunciar a la estabilidad económica a cambio de realizarme a través del arte, nunca me ha faltado el respaldo necesario para dedicarle tiempo a mi trabajo y una increíble labor como editora de todos mis proyectos por parte de mi madre.
¿Cómo te defines como artista y persona? ¿Cómo es la artista soñada para ti, la que quieres llegar a ser?
En ambos sentidos soy muy optimista y trato de verlo todo de manera positiva, me planteo metas muy altas y nunca las considero imposibles, proyecto lo que quiero alcanzar y suelo lograrlo. Constantemente estoy aprendiendo de todo lo que me rodea, pero el mayor esfuerzo lo dedico a conocerme a mí misma y entender como me afecta el medio circundante.
Deseo ser vista como una mujer sensible y sencilla, que sea recordada por su pensamiento, la empatía y armonía en sus obras. Sé que suena idealista, pero ese es en el fondo mi sueño como artista.
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