Los invito a un vuelo musical Sin Escala donde viajaremos en Primera Clase, con “El Noro” como piloto, quien sabe guiar los más diversos géneros musicales a través de un estilo original; con el fin de defender nuestro patrimonio, mediante un amplio registro vocal que lo convierte en una de las jóvenes figuras a tener en cuenta por todo aquel que quiera disfrutar a plenitud la música popular bailable, el bolero, el filin, la timba y todo ritmo que tenga sabor a Cuba.
Y es que “El Noro”, ágil e intuitivo, con efectivo alarde, logra convencer desde su peculiar e impecable afinación, tesitura de considerable volumen que atrapa al oyente por la manera en que ornamenta los colores de su voz, con calidez y sencillo misterio; afianzándose —para más virtuosismo— a las raíces de nuestra identidad, la que protagoniza con respetuosa cortesía, discurso que deshoja lo cotidiano para convertirlo en vehículo de sabrosura, fluida exploración de nuestro nacionalismo.
La innegable particularidad de Norisley Valladares Gómez, “El Noro”, como popularmente se hace llamar, surge de un cómplice manejo entre voz y talento que, como suelen decir los avezados en materias artísticas, es un don innato que se trae y ejerce luego mediante un ejercicio versátil pero arduo, comprometido sobre todo en imbricación peliaguda de actitudes y aptitudes, cuya evolución debe conducir, in crescendo, hacia un producto final que en el caso del creador nunca termina, pues su renovación constante lo hace esclavo de sus más intensas pretensiones: ser receptáculo perenne del ojo popular y a la vez, de su propia fuente de cualidades, las que debe aprender a encauzar, no en aras de un populismo barato o facilista, sino más bien de reinar en el gusto de quienes, en definitiva, tejen o no la popularidad de su oferta, alaban su imaginación compositiva y la gracia con la que busca efectos que sepan distribuirse entre las emociones que la música, en sus cuerpos, despierte.
Beber con adecuado equilibrio y tesón de los cauces musicales de la Isla, ha sido siempre tarea riesgosa para cantantes, orquestas y grupos musicales. Muchos han perecido en el intento. Otros se han apagado a mitad de camino. Nuestro pueblo —martianamente culto— sabe distinguir, si a música se refiere, aquel timbre de voz, aquella letra, aquel estilo que lo rete, traslade y descomponga —en el mejor sentido de la frase— para gozar y desangustiarse, bailar y disfrutar con desarticulada complacencia esa hermandad de compases y armonías que mezclados con eficacia los somete y a la vez libera en justo equilibrio del entretenimiento.
Doce temas componen este sabroso CD salido de manos de Producciones Abdala: Voy a portarme mal, Y tú, La parada, La receta, Así de fácil, Tú no tienes cambio pa' mí, El relajito, Yo lo sé, Una bala perdida, La Miki, Ella (ventanilla o pasillo) y La preferencia.
Es tarea inalienable defender nuestras raíces. La entrega de los premios Lucas del pasado 2016, pone a reflexionar. La vida va hacia delante, evoluciona hacia nuevas formas del decir y hacer en todos los parámetros que componen la cultura de un país, se abren nuevos horizontes en el mercado internacional, pero ¡cuidado!, el hecho no estriba en la fusión de diversos géneros, sino en que no se pierda la identidad de un pueblo entre canciones facilistas, una letra que perdure, ese ritmo que hace sentir nuestra autenticidad.
Muchos solistas y grupos surgen con canciones interpretadas en inglés. Es un idioma que debe conocerse, sin embargo, la mayoría preferiría entender lo que se dice, encontrar la filosofía de su cotidianidad o de la existencia humana y los valores universales del hombre en la letra, como sucede con las canciones de “El Noro” que aparecen en esta producción discográfica, populistas, entusiastas; o las del grupo Buena fe; las compuestas por Osmany Espinosa, Descemer Bueno, Leoni Torres y otro grupo talentoso de cantantes y compositores que harían interminable esta lista. No obstante, pululan las mediocridades, banalidades y ҅sociolismo҆ en la cultura musical de hoy. Son numerosas las luchas de contrarios en los temas que se (des)componen y el balance se inclina hacia el desamor, la infidelidad, el maltrato al prójimo, el manido ҅beiby, beiby I love you҆. Sin embargo, en muchos programas televisivos se alaba este consorcio mal llevado entre musicalidad y talento; la cuestión es desparramarse, no importa lo que se esté escuchando o quiera defenderse y lo más malo del caso es que se contamina nuestra juventud, que crece sin conocer quién compuso Longina, Perla Marina, Retorna; o en el peor de los casos no sabe cómo interpretar o componer un danzón, un bolero de esos de verdad y consume su tiempo oyendo frases melódicas que incrementan su libertinaje y mala educación léxica.
Bien por Norisley, a pesar que la mezcla efectuada para su disco no haya sido la más requerida y opaque un poco su voz, al extremo de hacer inentendible muchas de sus frases; también lo reto desde ya a explorar otros géneros de la música cubana en la que sé, tiene sobrado talento. La vida contemporánea lleva demasiado ruido y prisa en su andar. Es bueno aprender a divertirse también con la lenta fraternidad de un bolero, una balada romántica.
Que la fusión no destruya nuestras raíces musicales ni la poesía nata del cubano, esa que, al llevarla a canción, despierta las más insospechadas temperaturas emocionales.
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