Comenzó el esperado Festival Internacional de Ballet de La Habana en su edición 28. He titulado este comentario EL MILAGRO CUBANO así comenzó a identificarse nuestro modo de bailar el ballet a partir de los comentarios del crítico inglés Arnold Haskell cuando conoció en Varna, Bulgaria, en 1964, a nuestras jóvenes bailarinas Mirta Plá y Josefina Méndez.

Pero si se toma en cuenta las condiciones en que se desarrollarán estos más de 10 días de fiesta de la danza en este aciago 2024, parecería imposible siquiera pensar en su realización. Además, con la presencia de importantes figuras de importantes compañías, maestros, críticos, especialistas, figuras del más alto nivel de la danza mundial, repertorios de los más actuales y de los más tradicionales…, este evento confirma que no solo es un milagro la escuela cubana de ballet, refrendada por más de 70 años de trabajo de los Alonso y de sus continuadores, sino por extenderse más allá de la técnica que se ha hecho famosa en el mundo y por desarrollar estos festivales contra viento y marea cada dos años.

En esta edición no vamos a tener muchos teatros… porque no los tenemos en activo, ni muchos bailarines invitados… porque las condiciones del mundo no lo permiten… pero tendremos un poquito de todo, y la calidad no estará en dudas. A juzgar por el comienzo, lo contemporáneo estará en el primer plano, muestra de la filosofía de la nueva dirección del Ballet Nacional de Cuba.

Tendremos una temporada de El lago de los cisnes con seis funciones diferentes, que comienza con un homenaje a Julio Bocca, quien a los 18 años se estrenó en Cuba, en un Festival de Ballet, como príncipe Sigfrido, junto a la entonces bailarina principal Ofelia González.

Otro aspecto que se destaca es la participación de bailarines cubanos que se desarrollan en otros confines del mundo, desde Australia hasta los Estados Unidos, expandiendo ese “milagro” que ya desde los años 60 se vislumbraba como un futuro  hoy convertido en vigente realidad.

La apertura del Festival fue sencilla, con algunos momentos poco felices, como el tratamiento improvisado que se le dio a las palabras inaugurales a cargo del primer bailarín Azari Plisetsky, o ciertos desórdenes en el desfile y el estreno emergente del coreógrafo Pontus Linberg, pero pueden considerarse justificados dadas las urgencias. Pero desde ya este Festival será otro éxito de nuestra compañía y de nuestra escuela