Hoy se conmemora el estreno en el Anfiteatro Varona, de la Universidad de La Habana, de El Mégano, dirigido en el año 1955 por Julio García Espinosa, con la colaboración de Tomás Gutiérrez Alea, documental considerado antecedente del cine cubano revolucionario y uno de los que da origen al Movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano.
El guion también fue de este dúo creativo, al que se sumaron Alfredo Guevara y José Massip; la dirección de fotografía fue de Jorge Haydú y la producción, que fue asumida por el Laboratorio Cinematográfico de la CMQ, fue dirigida por Moíses Ades. El músico Juan Blanco y el pintor cubano Servando Cabrera Moreno, también formaron parte del equipo de realización.
El Mégano es un filme realizado en 16 milímetros, con una cámara de cuerda y con dos reflectores de sol, pues contó solo con un restringido presupuesto económico; fue rodado en blanco y negro y tuvo un carácter experimental, sin embargo, la fuerza de las imágenes y de las ideas conceptuales que lo respaldaban determinaron que se convirtiera en una fuerte denuncia de las infrahumanas condiciones de vida y trabajo de los carboneros de la Ciénaga de Zapata en Cuba antes de 1959.
Tal fue el impacto social del documental en su estreno, la acogida del público y la crítica, que al día siguiente las fuerzas represivas de la dictadura de Fulgencio Batista secuestraron uno de los negativos, que tiempo después apareció en las oficinas del Servicio de Inteligencia Militar (SIM). El otro negativo permaneció bien guardado.
Una anécdota que siempre acompaña la historia del El Mégano es la que protagonizaron García Espinosa y el tristemente célebre coronel batistiano Antonio Blanco Rico, quien, a raíz del secuestro del filme, en una discusión dijo al cineasta: «Usted no sólo hace películas que son una mierda, sino que, además habla mucha mierda».
A pesar de la valoración contemporánea de la crítica cinematográfica hacia El Mégano, y del mensaje inusual que ofreció a los espectadores en su estreno, su creador, Julio García Espinosa, Premio Nacional de Cine, del año 2004, consideró sobre el mismo:
“Hoy lo veo como una película naif, sin encanto formal alguno y, lo que es peor, con una visión de la realidad muy simplona (...) se sintetizaba igualmente una ruptura de carácter artístico con el cine que se hacía entonces en Cuba, así como una definición política e ideológica. Sin embargo, algo bueno debía tener cuando tuvo tan buena acogida de público y de crítica. Pienso que ese algo bueno sigue siendo válido, la necesidad de expresar la realidad en términos críticos. Y tan bueno que no por gusto los cuerpos represivos de entonces la secuestraron.”
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