5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente. Cada año, desde 1973 hasta la fecha, se le dedica significativa divulgación a esta efeméride. Establecida por la Asamblea General de Naciones Unidas, en su Resolución (XXVII) del 15 de diciembre de 1972, resultado de la Conferencia de Estocolmo, Suecia, sobre Medio Humano.
Un conjunto de actividades se desarrolla alrededor de este día. Pero ¿se entiende bien el significado del medio ambiente?, ¿se comprende su magnitud y sus relaciones, o mejor la interacción entre sus componentes?, ¿cuáles son los fundamentales? Estas y otras preguntas estimulan la realización de este artículo.
En realidad, en más de cuarenta y cinco ocasiones, hay una conmemoración por algún tema vinculado con el medio ambiente; así, el agua, la desertificación, los bosques, lo marítimo, la Tierra, entre otros, son reconocidos en diferentes fechas a lo largo del año, pero, es importante destacar que todos se incluyen en el grupo de los aspectos bióticos y abióticos; ¿y lo sociales, los económicos y los psicológicos que también forman parte del medio ambiente?
Si entre los componentes del medio ambiente están también lo social y lo económico, por qué no dedicarles a estos temas significativa divulgación este día.
¿Cuáles son las causas de los llamados problemas ambientales que preocupan tanto a la humanidad? ¿Qué tipo de cultura es la principal causante de estos males? ¿No estaríamos acercándonos más a su solución si se fuera a las raíces del problema, si se buscan, se encuentran y se combaten las causas esenciales que lo provocan?
Recodemos las significativas palabras de Fidel hace más de veinte años: “…Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre…”.
“Es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente”.
Ellas son causantes de la pérdida de la diversidad cultural, tan importante como la biológica, y del patrimonio cultural y natural, así como de la “contaminación” de la identidad, todo lo cual forma parte del medio ambiente.
Valdría la pena recordar también las de Engels en el siglo XIX, cuando expresó:
“No nos halaguemos demasiado con nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Por cada una de esas victorias ella se venga. Cada una, es verdad, tiene en primer lugar las consecuencias sobre las que contamos, pero en segundo y tercer lugar tiene otras muy diferentes, no previstas que demasiado a menudo eliminan a esas primeras consecuencias… Y así se nos recuerda a cada paso que en modo alguno dominamos a la naturaleza como un conquistador domina a un pueblo extranjero, como alguien situado fuera de la naturaleza, sino que le pertenecemos con nuestra carne, nuestra sangre y nuestro cerebro y estamos en medio de ella, y que toda nuestra dominación sobre ella consiste en la ventaja sobre los otros seres de poder llegar a conocer sus leyes y aplicarlas correctamente”.
Ambas, son expresión de una verdadera conciencia humana sobre la naturaleza, de armonía, respeto y de derecho a cualquier forma de vida o elemento natural.
Debería también beberse de nuestras culturas originarias de nuestra América.
En palabras atribuidas al Jefe Seattle, líder de las tribus Amerindias Suquamish y Duwamish: “…el hombre blanco… no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle…Trata su madre, la Tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden… Su apetito devora la tierra dejando atrás solo un desierto”.
O en relación con la cultura Maya como señala la investigadora Heidy Vega: “… la cosmovisión ancestral que fundamenta sus prácticas ambientales, su patrimonio cultural y su derecho humano al Buen Vivir. […] empezó a relacionarse con ella (la naturaleza n.a.) como con una “madre y maestra” y aún más, planteó su fundamento teórico, filosófico, espiritual, jurídico, su visión del mundo y la vida en armonía con ella… los hombres y las mujeres son parte de la naturaleza, semejantes a todos los demás seres que la habitan. Todos le deben respeto y veneración”.
Por igual en la cultura andina la armonía, la interconexión, el respeto, el caminar junto al firmamento, agua, tierra, animales y plantas, hombres, piedras, todo, forma parte de una cosmovisión en que, en la Tierra, cada segundo de la vida es sagrado. Mundo del que solo se toma algo cuando es necesario, rindiéndole tributo.
En resumen, el problema del medio ambiente es el de un tipo de cultura, la occidental, que conciben por un lado a la naturaleza como violenta y agresiva, y por el otro como materia prima o mercancía a la que hay que dominar para utilizar en beneficio de su generación y en el mejor caso de las generaciones futuras, o para más precisión las familias y los hijos de los hijos de esas familias privilegiadas, que por demás no van a entregar sus privilegios. ¿O sí?
Mientras se siga dándole vueltas a la Noria y no se vaya a la esencia, pasarán en el mejor de los escenarios muchos años, antes que la razón, el respeto y la armonía del hombre, que es naturaleza, con el resto de ella, se establezca, y cuidado no demasiados donde el Homo sapiens demuestre que fue un error haberlo apellidarlo así.
Ignorancia, egoísmo, indolencia, y muchas “dolencias” más; pero todas llevarán al mundo al infierno. De usted, de mí, de todos, depende luchar por contribuir a que se alcance, mucho más que el desarrollo sostenible, quizá como proponen los pueblos originarios, el modelo de ecodesarrollo, el “Buen vivir”, o como, con sobrada convicción dijo Fidel que “un mundo mejor es posible…”. Es sin dudas cierto, un mundo mejor no solo es posible, sino imprescindible.
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