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El mar como Puente de amistad


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Fotos: Cortesía del autor.

Tres mares. En el momento en que la palabra cruza por nuestra mente, pensamos en la inmensidad, en lo azul, la profundidad y sus misterios, en la lejanía. No existe en el vocabulario humano algo que caracterice más la distancia que el mar… No es el medio ideal del hábitat del hombre, ese reino pertenece a otros seres que están “diseñados” para vivir y, por supuesto, respirar en él. También nos recuerda la transparencia, la oscuridad. El silencio reina por esos lares, y, a pesar de que conforman la mayor parte de la tierra en que vivimos, los océanos son menos conocidos que lo externo del planeta. El hombre dedica muchos esfuerzos, recursos y tiempo en viajar por el cosmos, pero a lo más profundo y lejano del mar no ha podido llegar en muchos casos.

Hace casi tres años, en el 2013, surgió en Francia la idea de realizar una exposición conjunta de artistas cubanos y galos que tuviera al… mar como protagonista, y la 12ma. Bienal de La Habana, como plataforma para lanzarla… De un lado y del otro del Atlántico se comenzó a trabajar. Un intercambio artístico iniciado en el Comité Ardeche (Francia), con el apoyo de Cuba Cooperación Francia. La muestra celebraría, además, el 20mo. Aniversario de esta Asociación, y el 10mo. de la Casa Víctor Hugo, de la Oficina del Historiador de la Ciudad, que sería la sede.

En mayo del pasado año se hizo realidad el sueño. La exposición Tres mares (Trois mers) vio, finalmente la luz, durante la Bienal de La Habana. El catálogo de este proyecto colectivo, símbolo de la cooperación cultural entre dos países fue presentado hace pocos días, en la Casa Víctor Hugo, en presencia de los directivos: Roger Grévoul, presidente fundador de Cuba Cooperación Francia; Bernard Montagne, secretario general; Philippe Mano, presidente del Comité Ardeche de dicha Asociación; Lisa del Prado, especialista principal de la Casa Víctor Hugo y curadora de la muestra –por la parte cubana-, conjuntamente con el autor de este trabajo, y artistas cubanos y franceses participantes en la misma. El catálogo, una hermosa obra de arte, fruto de la iniciativa, recoge la historia de la exposición desde su comienzo hasta…, las piezas de cada creador como testimonios del significado del inmenso azul para cada hombre en la Tierra y se alza, en imágenes y palabras, como recuerdo y constancia de ese puente de amistad entre dos pueblos lejanos, de diferentes culturas, que los une el arte, el mar y la Bienal de La Habana.

La historia en palabras

¿Por qué la Casa Víctor Hugo? Precisamente el pasado año 2015, la institución, fundada por la Oficina del Historiador de la Ciudad y la Asociación Francesa Cuba Cooperación, cumplía su décimo aniversario, además de constituir un centro donde se difunde la cultura francesa y cubana, en una amalgama amistosa que sobrepasa fronteras de tiempo, idioma, distancia...

La propuesta de realizar una muestra con el título Tres mares, en la 12ma. Bienal de La Habana creó expectativas. El proyecto se enfoca más allá de los artistas profesionales, pues en ella participan también niños, personas discapacitadas y adultos mayores, con obras que fueron resultado de diversos talleres previos, que la enriquecieron con los trabajos artesanales: muñecas y otros objetos. Todos subrayaron diversos campos de creación manual en un arte plural sin fronteras. El núcleo de la propuesta artística lo constituye la muestra con las obras de los creadores plásticos cubanos y franceses (aunque se sumaron algunos de otros países europeos que viven en Francia); una suerte de inmensas “velas” de tres metros, donde aparecen imágenes reproducidas de los importantes artistas. Y hablamos en presente porque Tres mares, como un inmenso barco antiguo, izó sus “velas” (obras artísticas) hacia Francia, después de la 12ma. Bienal de La Habana, y se mantiene recorriendo el país galo. A finales del pasado año se exhibió, con total éxito en el Festival del diario L`Humanité, en París, y de ahí inició el viaje por todo el país europeo con su carga de amistad.

Por la parte cubana tomaron parte: Roberto Fabelo, Alfredo Sosabravo –ambos, Premios Nacionales de Artes Plásticas-, Flora Fong, Manuel López Oliva, Hilda Vidal, Aldo Soler, Moisés Finalé, Eduardo Abela, José Omar Torres, Vicente Hernández, Luis Enrique Camejo, Roberto González, Reinerio Tamayo, Juan Moreira, Alicia Leal, Rubén Alpízar, Ernesto García Peña, Roberto Diago, Julio Breff, Rogelio Fundora, Aziyadé Ruiz, Joel Ferrer, Francisco Gordillo, Gerlys Álvarez, y Alejandro Rodríguez Sardina. Mientras que por Francia  se incluyen destacados creadores de la talla de  Ernest Pignon Ernest, uno de los más reconocidos en su país, Matthias Olmeta, Ingrid Meyer, C-Bost, Jean-Jacques Surian, Olivier Vin, Javier Mariscal, Zaza Noah, Loren, Acocnha, Richard Campana, Sandra Dooley, Marc Ingoglia, Ghani Ghouar, Ricardo Ponce, Hervé di Rosa, Abiy Gediyon, y Alla Gadjyev.

El mar (amistad) protagonista…

Son muchas las aristas que iluminan la palabra (mar), sus significados, sus propias realidades. Enfocar el tema es, pues, una ardua cruzada cuando se trata de arte. Además de todas estas consideraciones acerca del enorme azul que baña el planeta, se suman muchas otras. También depende de la forma en que lo miremos. El mar es, además, contradictorio. Puede ser un remanso de paz para aquellos que se acercan a su orilla y posan su vista en el horizonte. Contemplarlo desde esa dimensión es algo que todos los humanos anhelamos, mucho más si buscamos la quietud o un rincón donde pensar y recordar, cerca del sonido de las olas que van y vienen, acariciados por una brisa fresca. Pero, si nos alejamos de la orilla, sobre él, todo cambia. Allí se descubrirá su fuerza brutal, el azul es más intenso confundiéndose con el negro, el movimiento es continuo, el viento raya en tormenta cuando el mal tiempo aparece. No hay calma ni paz. Además de que en el pensamiento está el eterno misterio de lo que hay dentro de él. El mar guarda secretos, vida y también muerte. Es ¿lo desconocido?

Pero el mar, a pesar de todo, nos ha servido en el tiempo para comunicarnos con los hombres que en distintas regiones habitan la Tierra. Ha sido puente y medio para borrar las distancias, alcanzar metas, nos sirve de fuente de alimentación, nos ha hecho soñar, pensar, escribir, pintar… Este verbo nos enlaza con el propósito del gigante azul en la Bienal. Les presento a los Tres Mares: el Caribe, el de China y el Mediterráneo. Alejados unos de otros y con sus nombres precisos, porque el hombre acostumbra a nombrar todas las cosas, son uno solo al final. El está en continuo movimiento, está vivo, por suerte para todos. Y corre de un lugar a otro, sin parar. Sobre él se recorren distancias, se conectan puntos y hombres que en esos lugares viven. Ha sido así en el tiempo.  Hoy existen medios más rápidos, plenos de tecnología que cruzan los cielos para trasladarnos de un lugar a otro. Antes, fue el mar, cuando por tierra era imposible hacerlo. Y sigue estando ahí. Los tres mares dialogan con esas naciones cuyas costas están bañadas por ellos. A veces son continentes, más que países los que ellos riegan. Y dentro hay hombres, culturas, sentimientos, sueños, anhelos, tristezas, alegrías, ideas, formas, colores… que esculpen y dibujan maneras diferentes de hacer y de ver el mundo, en dependencia de la posición geográfica, de la forma en que este se mire, y viva, y sienta en cada espacio.

Una Bienal es un conglomerado de maneras de hacer, de obras que son producidas por algo singular que sale de lo más profundo del hombre. De esos seres humanos que pueden llegar de cualquier parte. Es la ocasión de alcanzar, desde un punto, todo aquello que vibra a nuestro alrededor en cualquier lugar del globo terráqueo. Pero hay signos comunes, hay instantes en que se repiten las formas, hay símbolos que denotan similitudes, espacios coincidentes… Y aparece el mar, y el hombre en él desde tiempos inmemoriales. Porque el hombre nunca ha estado estático en el punto que le tocó nacer. El ser humano ha caminado el mundo, y sobre el mar ha salvado las distancias. Esos mares son testigos mudos de tantas proezas, aventuras y sueños. De un lado a otro se ha trasladado, trayendo las culturas, mezclándose entre sí. Háblese de mezcla y aparecen otras nuevas palabras: amistad, amor, solidaridad, futuro, pero (olvidemos las guerras por hoy)… Llegan, nuevamente a la Bienal de La Habana, cargados de obras que son continentes, países, culturas, abrazos, arcoíris, sueños…, que se reúnen, como banderas cargadas de historias y vida, de pasado y presente, de amor y amistad, símbolos humedecidos por el mar, agua bendita al fin que nos toca a todos.

En este Caribe coinciden todos los mares en Bienal o sin ella. Ha sido así a través de los años, es zona de confluencias de todos los continentes. De todos ellos bebemos los cubanos. Es, pues, hermoso recibirlos ahora en forma de obras de arte que hablan de una historia común, que reúne en una sala de exposiciones los sueños y vivencias de hombres que llevan en su sangre los Tres Mares, y todo aquello que vibra dentro de sí. Por arte de Bienal y no de magia reaparecen reunidas las historias, contando, desde las imágenes que portan las telas, una vida común desvelada en el tiempo. Mirar cada una de ellas en la muestra, es sentir cómo el viento recorre las estancias más íntimas de cada existencia; esa fuerte brisa del mar que nos movió de un lugar a otro empujando las velas de las embarcaciones, donde se fue grabando todo eso que vemos hoy, a fuerza de vida. No faltan imágenes que nos traen singulares expresiones y conjeturas, porque el mar nos ha hecho soñar. Ahí están las sirenas que viven en la imaginación de los hombres como algo extraño mitad pez-mitad mujer que yace en algún lugar del océano, y la lluvia que es parte del mar acumulado en las nubes, y llega como bendición para la vida del hombre. Otros descubren alegorías de las religiones que se acercaron a estas costas también por el mar, o distinguen rasgos de una lejana cultura, o enmascaran la verdadera existencia, o pintan la transparencia de lo profundo repleta de belleza y vida, o dibujan el mar con sus olas, playas de ensueño, o miran las siluetas de la ciudad desde el horizonte como lo ¿hacen los peces? O esa botella que traduce la idea de recorrer distancias portando una verdad o un recuerdo en forma de mensaje, o flotando sobre él… El mar vuelve a traer sorpresas ARTÍSTICAS. Puede traducirse de forma abstracta o figurativa, naif o académica, con rasgos de las más variadas tendencias del arte… En ellas cruza y vibra la impronta del hombre, de su vasta existencia. Tres Mares simboliza ante todo un gesto de amistad, un solo ser humano, más allá de razas y colores, de pensamientos e ideas; marca el instante en que el hombre se mira como uno solo, teñido por esa diversidad que nos abriga. Somos de aquí y de allá. Artistas cubanos y franceses se abrazan. En ellos emergen trazos de variado origen: de asiáticos que llegaron al Caribe, de africanos que arrancaron de sus hogares en el lejano continente siglos atrás, de europeos emigrantes que buscaban nuevas tierras, de caribeños que volvieron a las raíces en el Viejo continente. Porque la vida resulta un incesante ir y venir por el mundo, una eterna estampa de migraciones que dejaron su impronta.

Y el mar, en su silencioso bregar, es testimonio de la epopeya humana, porque ha sido vehículo, receptáculo y espacio por el que el hombre ha “caminado” buscando y encontrando, el sitio ideal donde vivir y ser. Es la escenografía principal de una obra que se enriquece con el decursar de los siglos. Llevamos, pues, huellas de muchos lugares, es, hablando en la contemporaneidad, el ADN artístico que nos convoca e identifica, reunido hoy en una sala de exposiciones en forma de arte; rasgos comunes sumados en el tiempo, fusionando la vida, mar mediante.

(Parte del texto son las palabras del catálogo Tres Mares, escritas por el autor).


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