Llena las páginas de la Historia Patria el valor y sacrificio de sus hijos. Entre ellos, se yergue Enrique Varona González (1888- 1925).
Comenzó cultivando la tierra, en una vega de su Pinar del Río natal, pero las deudas por el bajo precio del tabaco lo hicieron emigrar con su familia, primero a Santa Clara y más tarde a Morón, donde logró una plaza como maquinista en el Ferrocarril del Norte de Cuba; y es desde ahí que dedica su vida a la defensa de los derechos del gremio, y de los obreros todos.
Por su actitud de predicar con el ejemplo y preeminencia combativa, ocupó importantes cargos sindicales, entre ellos el de presidente de la Unión de Trabajadores y Empleados de los Ferrocarriles al norte de Cuba.
Para él, uno de los más eficaces medios de luchar contra los empresarios era la huelga general, y por ello lideró varias, desde 1919 hasta el final de sus días; incluso, durante la llamada “La Huelga de los Ingenios” de 1922, recibe de manos de Julio Antonio Mella una bandera roja autografiada, que muchos de sus compañeros interpretaron como una acción de apoyo a la formación de una célula comunista en Morón.
Nueve veces sufrió prisión por su acción y sus ideas; nueve veces regresó convencido de la importancia de la lucha obrera. No se amilanó ante amenazas, intentos de asesinato, reprimendas, acusaciones de “terrorista” ni cheques en blanco para traicionar a los suyos.
Estuvo dando todo de sí hasta la noche del 19 de septiembre de 1923, cuando una bala a quemarropa cercenó su vida, en presencia de su esposa e hijas.
Terminaba, así, la existencia de “el líder de las mil huelgas”, y comenzaba la otra, eterna, del mártir, obrero ferroviario.
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