El 29 de julio de 1976, mediante la ley no. 1307, se creó el Instituto Superior de Arte con personalidad jurídica independiente y patrimonio propio. En septiembre de ese año, el doctor Mario Rodríguez Alemán, en su condición de director, da inicio al proyecto de una formación profesional en el arte. Celebramos pues, 40 años de la Universidad de las Artes.
Antecede a este trabajo el análisis de la declaratoria de la “Escuela Nacional de Arte e Instituto Superior de Arte” como Monumento Nacional el 8 de noviembre de 2010. En esta ocasión se analiza su valor como documento histórico a partir de las leyes internacionales.
Por la repercusión que alcanzan en las consideraciones de las Escuelas de Artes de Cubanacán como patrimonio es preciso tomar en consideración los artículos 3 y 7 de la Carta de Venecia (1964), documento que firmara en representación de Cuba el arquitecto Fernando López Castañeda, Secretario de la Comisión Nacional de Monumentos entre 1963 y 1971. Anuncia el artículo no. 3: “La conservación y restauración de monumentos tiende a salvaguardar tanto la obra de arte como el testimonio histórico”, perspectiva desde la cual la obra arquitectónica es un exponente del arte en su dialéctica estructura/función, mientras su significación sociocultural, expresión del contexto, le otorga la condición de testimonio histórico; uno y otro, deben ser valorados y salvaguardados.
El no. 7 indica: “El monumento es inseparable de la historia de que es testigo y del lugar en el que está ubicado”, línea que conlleva a comprender a las Escuelas de Cubanacán como escenario de una trasformación histórica en la educación artística en Cuba, y el antiguo Country Club como su lugar de emplazamiento; uno y otro son inseparables no solo físicamente, sino también conceptualmente a partir del mutuo condicionamiento entre edificios y paisaje preexistente y la nueva arquitectura.
De modo que una evaluación de las Escuelas no puede obviar el Havana Country Club, signo de incorporación de la Isla a una modalidad de recreo con origen en los campos de golf ingleses que se pusieron de moda en las principales ciudades de América Latina en la primera mitad del siglo xx. “Dentro de los proyectos anunciados en Palabras a los Intelectuales está la creación de la Academia Nacional de Arte, en los terrenos y las casas del exclusivo Country Club de La Habana”, anuncia la profesora Hortensia Peramo Cabrera en su tesis doctoral. (1)
Habría entonces que tener en consideración el legado de la construcción del Country Club a partir de 1911 por un grupo de norteamericanos e ingleses residentes en la capital de la Isla. La adquisición de los terrenos de la finca Lola en el municipio Marianao y la constitución de la Sociedad Anónima Country Club Realty Co., a lo que se añade a partir del 1ro de febrero de 1927 la participación de la firma Moenck y Quintana S. A. (integrada por los arquitectos Miguel Ángel Moenck y Nicolás Quintana) en cuyo currículo figuran los premios en el concurso de fachadas del Club Rotario en los años 1928, 1929 y 1935 (2). Fomentaron un patrimonio que incluiría, además de la casa club y el campo de golf, un conjunto de instalaciones entre las que se destacaban un restaurante, una cafetería, un bar, una barbería, enfermería y taquillas; así como un sistema de quioscos a lo largo del campo de golf.
Ello explica el porqué de una estrategia hacia la defensa del patrimonio cultural de la Universidad de las Artes incluye tanto los bienes inmuebles y muebles testimonio histórico de esta etapa, como los valores ambientales o paisajísticos del antiguo Country Club. El mobiliario y las artes decorativas han contribuido a la cualificación del bien patrimonial al que hace referencia la declaratoria como Monumento Nacional y, de hecho, tributa a las consideraciones de la obra como documento histórico cultural y arquitectónico, máxime si se recuerda que con la muerte de Miguel Ángel Moenck en 1950, su hijo Nicolás Quintana Gómez orienta la firma hacia una profunda exploración del modernismo con carácter regional.
Revalorado el aporte de la República Neocolonial al Monumento Nacional que nos ocupa, centremos la mirada en las coordenadas internacionales que propician el mirar a la arquitectura del siglo xx como patrimonio cultural. Citemos en primer lugar un documento que sirve de base a las consideraciones por un legado más contemporáneo, la Carta de Ámsterdam, del 26 de septiembre de 1975, dedicada al Patrimonio Arquitectónico sin distinción de época y estilo y, dentro de ella, los siguientes enunciados: como parte del punto no. 1, “El patrimonio arquitectónico es una manifestación de la historia y nos ayuda a comprender la importancia del pasado en la vida contemporánea”; en el no. 2, “La encarnación del pasado en el patrimonio arquitectónico constituye el entorno indispensable para una vida equilibrada y completa” y; como parte del no. 3, “Cada generación da una interpretación diferente del pasado y extrae de él ideas nuevas. Este capital se ha ido construyendo durante siglos, la destrucción de cualquiera de sus valores acumulados nos empobrece y ninguna creación nueva, por buena que sea, compensará la pérdida”.
Directamente vinculada a la arquitectura del siglo xx se encuentran las recomendaciones (91)13 de la 461ª reunión de los Delegados de Ministros, celebrada el 9 de septiembre de 1991. Dentro de los principios relacionados con la salvaguardia y puesta en valor del patrimonio arquitectónico del siglo xx se destacan su identificación y la protección de los elementos más significativos. En el primero de ellos se precisa la necesidad de fomentar un mejor conocimiento y comprensión de todo este patrimonio, poniendo de manifiesto la calidad, riqueza y diversidad de sus diferentes componentes; en relación con la protección el inciso c) destaca “La importancia de incluir entre los factores de selección no solamente los aspectos estéticos de una obra arquitectónica, sino también, su aportación desde el punto de vista de la historia de las técnicas y de la evolución política, cultural, económica y social” y, por el e) “La necesidad de extender la protección a decoraciones exteriores e interiores de los edificios, así como al equipamiento y al mobiliario que ha sido diseñado al mismo tiempo que la arquitectura y que dan un sentido propio a la creación arquitectónica”.
De la inventarización del patrimonio arquitectónico del siglo xx en Cuba se encargó el Comité Cubano de Docomomo (Documentation and Conservation of buildings, sities and neighborhoods of the Modern Movement). Creado como grupo en 1997 y reconocido en el VII Congreso Internacional de Docomomo (París, 2002), el Comité Cubano desarrolló un intenso trabajo de catalogación de las obras de la arquitectura moderna en las diferentes regiones del país y dentro de sus resultados se distingue el estudio y divulgación de los valores de dos de sus exponentes: las Escuelas Nacionales de Arte de Cubanacán y el Centro Cultural Félix Varona Silicia, de Velasco, en la provincia de Holguín, ambos Monumentos Nacionales. (3)
En 1998, en colaboración con la UNEAC, se reunían en La Habana Ricardo Porro, Roberto Gottardi y Vittorio Garatti, ocasión en que la revista Arquitectura Cuba, dedicó tres de sus números a cada autor y su obra. El proyecto de rehabilitación, a cargo del arquitecto Universo García y Ricardo Porro como consultante del Plan Rector, devino un nuevo motivo para su recepción, esta vez, definitivamente, como patrimonio cultural.
Felicidades a quienes han participado de este patrimonio al menos algún instante de estos 40 años; bienaventurados los que tienen ante sí el reto de proteger cuanto atesora de historia cultural las Escuelas de Cubanacán.
Notas:
(1) Hortensia Peramo Cabrera: El campo artístico-Pedagógico, Tesis en opción al título de Doctor en Ciencias sobre Arte. Instituto Superior del Arte, Departamento de Artes Plásticas, Ciudad de La Habana, 2008.
(2) Entre las principales obras ejecutadas por esta firma se destacan la Escuela de Ingenieros y Arquitectos de La Habana (1927); la Escuela de Medicina de la Universidad de La Habana; el edificio sede de la firma en O’Reilly entre Compostela y Aguacate; la Terminal de Ómnibus Nacionales y el Habana Biltmore Yacht and Country Club; el diseño del actual teatro Auditórium Amadeo Roldán; el Hotel Internacional y las Cabañas del Sol en la playa de Varadero y la fábrica de helados San Bernardo en la Avenida de Rancho Boyeros, actual Coppelia. V.: “Moenck y Quintana”, EcuRed, martes, 5 de abril de 2016.
(3) En la Casa de Cultura de Velasco (1964-1991) encuentra las Escuelas de Arte de Cubanacán un singular paralelismo. Declarada Monumento Nacional mediante la resolución 07 del 5 de junio de 2013, el expediente destaca “la majestuosidad de la obra, enmarcada en el naturalismo orgánico, con la integración entre el todo, las partes y el medio circundante”; subrayando en su creación tanto al proyectista, el arquitecto Walter Betancourt, como al promotor cultural que concibió la idea, Félix Varona Sicilia, destacado hijo de la localidad. Hirán Pérez y Ángela Peña, de la Oficina de Monumentos en la provincia de Holguín resumen: “por el excepcional valor de su arquitectura, la cual logra una armonía entre técnica, material y solución volumétrica y formal”. V.: Juan Pablo Carreras: “Casa de la cultura de Velasco: una joya de la arquitectura cubana”, 15 de abril de 2014. Cf.: Casa de Cultura de Velasco, EcuRed, martes 5 de abril de 2016.
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